Once.

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Honestamente todas mis materias me daban lo mismo, pero hubo una (la del viejo Murray) que llamó mi atención. ¿Para qué demonios necesitaría una clase de Fotografía?

No terminaba de entenderlo, pero de cualquier manera tendría que hablar con el señor Murray para pedirle la lista de tareas que debía entregar para dentro de dos semanas. Y odiaba, ¡odiaba!, tener que pasar toda la tarde repasando estupideces. Jamás le encontraría sentido a la escuela.

—¡Señorita Parson! —El hombre se levantó de su escritorio para entregarme una corta lista.

No parecía en sí una clase, aquella confusión que noté el primer día continuaba hasta ahora. Nadie hacía nada. Ni siquiera el señor Murray, solamente se dedicaba a abrir su laptop y miraba y miraba imágenes sin parar. Si fuera cualquier otro momento yo haría lo mismo que todos ahí, estirarme en el pupitre y dormir o jugar... pero este no era cualquier momento.

Uno, dos... tres listas de materias repletas de deberes, y aún me faltaba la de Literatura inglesa.

—Señorita Parson, aquí tiene la lista, pero déjeme advertirle que no es nada sencillo ponerse al corriente a estas alturas... esperemos que su desempeño mejore —dijo la señora Anderson y me entregó la hoja.

Caminé hacia mi lugar y abrí mi cuaderno para encontrarme con una nota.

« ¿Sabes leer, basurita?»

Arrugué la hoja y se la aventé a Blaire.

—¡Señorita Parson! —La señora Anderson no sabía de justicia.


El plan de datos en realidad había valido la pena. La vieja no sabía que ya no necesitaba pagarme el plan para que yo siguiera yendo a la escuela y, obviamente, nunca se lo diría. Las horas vacías en mi cuarto ya no eran tan aplastantes como antes, con el denso frío penetrando por las paredes y la lluvia golpeando mi ventana. Ahora podían pasarse en un maratón de videos o en cualquier otra cosa que distrajera mi mente de aquella horrible realidad.

Desgraciadamente esa no sería "tarde de videos". Gwynaeth había quedado de pasar por mí al instituto temprano; así que procuré guardar mis cosas antes de que a Blaire se le ocurriera otro chistecito y salí corriendo por la puerta principal en donde ya estaba plantada la pelirroja.

—¿Cómo te fue hoy? —preguntó ella caminando hacia la parada de autobús.

—¿Cómo se supone que me iría? ¡Del asco!

—Qué pesimista. —La miré perpleja.

—No sabes nada. Nada.

—¿A qué te refieres?

—Vives muy feliz aquí, yo no pedí estar aquí, yo... quiero salir.

Se quedó un momento de pie. Parecía que yo había dicho algo mal, pero no decía nada, sólo asintió lentamente y seguimos caminando.

Odiaba realmente tener que pedirle ayuda a esa mocosa, pero era la única que podía hacer algo.

No quise dirigirle la palabra en todo el camino de ida.

No había nada más verde y más gris que Escocia. Era extraño. Parecía como vida impresa en los pastos y en los árboles, pero si mirabas al cielo, ese gris te daba una sensación inversa. Y no, no era de muerte.

Lo que voy a decir es muy raro, pero ese cielo me hacía pensar. Pensar. Hacerlo de esa manera particular no era algo que acostumbrara hacer. Pero estar en ese autobús mirando el cielo gris me hacía pensar. Las ideas volaban entre un montón de cosas. Cosas de la vida. Cosas mías.

Libélula: En busca de buenos amigos. ✨Where stories live. Discover now