Veintisiete

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—Hola —dije al teléfono al tiempo que mi mensaje se grababa—. ¿Qué tal va todo? Digo, no sé, ¿ya está bien la cocina?

Mis palabras divagaban en la mente y no se acomodaban para dejarme expresar un discurso coherente. Me levanté del suelo, en donde estaba realizando mi llamada, y caminé hacia mi cama para lanzarme de un solo salto.

—Sí... bueno. Aquí todo va bien. Casi termina mi año escolar. —Sentí un nudo comenzando a formarse en mi garganta. Justo lo que necesitaba, hablando de tonterías—. El clima es bueno, o algo así, es un clima... algo inspirador creo yo.

Un largo silencio precedió el corte del mensaje. Al parecer había tardado demasiado en encontrar algo coherente que decir. ¿Qué debería hacer? ¿Volver a llamar?

La leve llama de valentía que se había formado en mí se desvaneció, así que sólo aparté el teléfono y me metí en las cobijas dispuesta a dormir.

Desperté temprano para ir a la escuela, el gran día había llegado. No, no me refería al proyecto de literatura por el que todos estaban estresados, sino el que realmente me había importado todo este tiempo: El álbum de fotografías.

El señor Murray se tomaba todo el tiempo del mundo para revisar cada una de las fotografías que había incluido. No lo culpo, los demás proyectos tenían a lo mucho diez imágenes, muchas parecían de álbumes familiares o (algunos muy descarados) recortes de revistas; sin embargo, estar de pie junto al escritorio jamás me ha resultado cómodo.

Solté un pequeño suspiro para tratar de desestresarme. Era cierto que nadie estaba prestando atención en sí. Todos seguían riendo, charlando y lanzando bolitas de papel como siempre en clase de Murray, sin embargo, al ser la única que hizo el proyecto completo, sentía sus miradas indirectas. ¿En qué momento me había vuelto la nerd?

—Señorita Parson —dijo el señor Murray pasando su mano por el rostro, como si acabara de presentarle la teoría de la relatividad—. Esto es increíble.

—Gracias —expresé tratando de restarle importancia.

—No, no, hablo muy enserio. Este es un trabajo asombroso, lograste captar historias, evocar sentimientos. Dios mío, y todo con la cámara de tu celular —comentó cerrando el álbum para después entregármelo—. ¿Has pensado en estudiar fotografía?

—¿Qué?

—Tengo por aquí unos folletos de algunas universidades. —El señor Murray abrió uno de sus cajones para sacar cinco folletos arrugados que puso frente a mí—. Robert Gordon, Saint Andrews, la Universidad de Edimburgo...

—¿La Universidad de Edimburgo? —interrumpí y él extendió el folleto que decía: "Universidad de Edimburgo: Escuela de Arte de Edimburgo"—. No puedo creerlo.

—Tienen un gran programa. Te gustará si entras —dijo el señor Murray sonriendo mientras colocaba la nota más alta sobre mi nombre en la lista—. Espero algún día ir a una de tus exhibiciones.

—Gracias —expresé realmente sorprendida.

Ahora tenía dos folletos de la Universidad de Edimburgo. ¿Sería una especie de señal?

Aquella tarde me dirigí a la biblioteca para sacar todos los ejemplares que mencionaran a Frances Hodgson Burnett. Tomé una mesa lo más apartada posible y comencé a trabajar en mi ensayo.

Cuando sentí que toda mi energía había sido drenada por esos libros, me dirigí al pequeño escritorio de la entrada y aclaré mi garganta para hacerme notar.

—¿Tenemos una fanática? —dijo la bibliotecaria al tiempo que tomaba los libros que había terminado de utilizar.

—Fue para un trabajo de la escuela —expresé señalando mi mochila.

Libélula: En busca de buenos amigos. ✨Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt