Veinte

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Si hubiera podido viajar en el tiempo, estoy segura de que mi "yo del pasado" no hubiera creído estar sobre la M8, conduciendo hacia Glasgow en mi primer día como conductora. Tampoco hubiera creído estar con la abuela de la que había escuchado hablar tan poco, ni vivir en un país tan maravilloso como Escocia.

La abuela olvidó mencionar que un viaje de Edimburgo a Glasgow duraba, como mínimo, una hora y media. Al comenzar a aproximarme a la vía que debería tomar, el auto se apagaba, incrementando considerablemente mis nervios.

Por cada tramo que avanzábamos yo repetía: "Abuela, en verdad no quiero hacer esto". Ella simplemente dejaba escapar otra de sus tiernas sonrisas y me daba unas palmaditas de ánimo, como si realmente eso fuera a hacerme una gran conductora.

Bueno, para este punto comprenderán que soy un poco dramática. Así que no les parecerá nada extraño que les diga que el pánico que me invadía se fue transformando poco a poco en un sentimiento increíble. Era como si el auto fuera una extensión de mí. Las velocidades fluían como si toda la vida me hubiera dedicado a avanzar por las carreteras con mi abuela mirando la ventana con una sonrisa.

Me sentía como una niña pequeña y estaba segura de que mi abuela también. Me lo decían sus profundos ojos grises que brillaban más que nunca.

Pasó un tiempo para que la abuela confesara el verdadero objetivo del viaje. Entre anécdotas que me relataba en el camino, me habló de su amiga Lucy de Glasgow. Dijo que estaba muy emocionada por poder presentarle, al fin, a un miembro de su familia.

Las preguntas en mi cabeza comenzaron a volar. ¿Por qué Lucy no conocía a ningún miembro de la familia? Quiero decir, ¿qué hay con el zombie?

La autopista fue terminándose poco a poco hasta que las bonitas casas comenzaron a hacer aparición. No sabía exactamente por qué, pero estaba un poco emocionada por conocer a la amiga de mi abuela. Ella subió el brillo de sus ojos considerablemente mientras las ruedas de mi nuevo auto trataban de guardar en su memoria las hermosas calles de Glasgow.

—¡Es esa, mi niña, es esa! —gritó la abuela de repente mientras dábamos la vuelta en una estrecha calle.

El frío era ligeramente más intenso, lo cual provocó que metiera mis rojas manos en los bolsillos al tiempo que mi abuela llamaba a la bonita puerta color negro.

Una luz se encendió desde adentro y noté que una silueta se acercaba hasta la ventana para asomar su delicado rostro por entre las cortinas. En cuanto sus azules ojos se posaron sobre mí, se alejó del vidrio para hacer sonar sus pasos hasta la puerta.

—¿Sí? —gritó desde adentro.

—¡Lucy! Soy yo, Aileen —respondió la abuela con una enorme sonrisa.

—¿Aileen? —contestó la mujer entreabriendo la puerta para comprobar que se trataba de mi abuela.

La mujer abrió la puerta completamente y dejó admirar su delgada y hogareña figura. Tenía una bata de dormir azul cielo, probablemente estaba a punto de acostarse (qué día tan loco).

—¡Eres tú! —gritó finalmente y ambas se unieron en un emotivo abrazo.

Nunca había visto a la abuela socializar, así que me mantuve alejada para no interrumpir el momento. Cuando la mujer se dio cuenta de mi presencia, sonrió con vergüenza y extendió su mano hacia mí mientras se limpiaba una lágrima.

—Hola, jovencita. Soy Lucy Cameron, una vieja amiga de tu abuela —dijo con voz suave.

—Es un gusto, señora. Me llamo Lindsay.

Libélula: En busca de buenos amigos. ✨Where stories live. Discover now