34.

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Bruno.

Abrí la lata de cerveza cercana a mi y empecé a beber como si no hubiese un mañana. Agarré otra y me detuve antes de abrirla.

Consumir una y otra vez algo así fue lo que hizo que mi hija empezara con sus problemas, si me veía, le iba a dar un mal ejemplo.

Y yo soy buen papá.

Y no lo digo yo, lo dice mi ex esposa y Nathan. Siempre me lo recuerdan porque saben que yo me digo que apesto como padre.

Siempre me pregunto, ¿qué hice mal? Tal vez debí prestar atención cuando ambas peleaban, o cuando Lara recibía llamadas y se encerraba en su habitación. Tal vez debí ofrecerme a llevarlas para que la gente supiera que tenían a sus hijas vigiladas, debí tratar de frenar las peleas constantes de madre e hija.

Debí detener a Alissa cuando salió de la casa enojada.

Debí saber que Lara no iba a poder con esto. Me concentré tanto en Alissa que no vi que eso también afectaba a Lara.

Debí ser un mejor padre.

Nunca debí permitirme dejarlas ser tanto, porque es cierto, uno debe darle privacidad a sus hijos, pero aún así uno debe estar ahí porque hay personas que buscan aprovecharse de ellos de cualquier medio. No me había dado cuenta qué hay gente mala fuera, realmente no me importaba mucho hasta ahora, justo hasta cuando mis hijas sufrieron por (probablemente) uno solo de ellos.

—Soy un estúpido —susurré para mi mismo.

Dejé totalmente la cerveza que tenía en mi mano aún cerrada en el suelo y salí de mi departamento rumbo al hospital.

Al llegar saludé cordialmente a la recepcionista, ella me sonrió y me regresó el saludo. Finalmente subí hasta poder ver a mi hija y al entrar me quedé en el marco de la puerta viendo a mi exesposa tocarle el brazo a Alissa mirándola con amor.

—Simplemente es hermosa. De mi sacó los labios y nariz, pero sin duda alguna tiene tus ojos —dijo y giró hacia mi—. Quisiera poder verlos una vez más.

—Aún no pasan los tres días, ¿por qué estás aquí? —le pregunté.

—No vendré a verla cuando la desconecten. Este es mi adiós —dijo dolida—. No soportaría ver morir a alguien a quien di a luz.

Giró hacia ella para besarla en la frente.

Miré detenidamente a mi hija. Aún tenía cicatrices.

Sabes por lo que ha pasado una persona por sus cicatrices.

Y, a pesar de que me hija tenía muchas estaba feliz, ya que a pesar de todas las que tenía podía saber con certeza que había luchado y que, sobre todo, seguía aquí.

De alguna manera.

—¿Irás a casa? —le pregunté.

—Me iré de la ciudad.

Eso me había hecho sentir mal, como un balde de agua fría. Yo aún la quería, y solo el hecho de que Alissa estuviese en coma nos mantenía juntos.

—Entonces esto es un adiós —dije y ella asintió—. Mayra, yo...

Se paró y caminó hasta a mi para poner una mano suya en mi mejilla, me quedé paralizado esperando su siguiente movimiento, cualquier mínimo, entonces sentí sus labios sobre mi mejilla izquierda, sus labios temblaban y sentí como lágrimas de ella caían.

—Dile a Nathan que lo siento mucho, que lo intenté —susurró con la voz rota.

Apreté los labios y en un rápido movimiento la envolví en un abrazo que la tomó desprevenida.

—No fue tu culpa, nunca lo fue —dije y ella suspiró llenándose de algo de alivio—. Alissa se podrá ir en paz ya que, sabe que no fue tu culpa.

Mayra me regresó el abrazo rápidamente. Pronto se separó de mí y me sonrió dulcemente.

—Tuvimos tanta suerte con Lara y Alissa —musitó contenta—. Me alegra haber podido formar una familia a tu lado.

—Y a mi —respondí.

Empezó a caminar hasta Alissa y le tomó la mano.

—Hasta vernos de nuevo, hija.

Se separó y antes de salir por la puerta giró a verla una última vez. Curiosamente aquella mirada que le había dado había sido como la primera, como la vez que nació nuestra hija mayor.

Lancé una pequeña risa y giré hacia mi hija.

—Si que tuvimos suerte —le dije, sabiendo que posiblemente no me escuchaba—. Pero más suerte tuve yo al haber conocido a tu madre.

Me di media vuelta y salí de ahí dejando el hospital.

Hoy nos habían dicho que teníamos que despedirnos, hoy mi exesposa se había ido, hoy no había sido mi día del todo.

Ni en tres días lo sería.

En el comaWhere stories live. Discover now