Parte II

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Parte II


El ojiceleste estaba a las afueras de su casa naturaleza, admirando como Harry dejaba su maleta en el asiento trasero del clásico vehículo. El viento se había levantado con ráfagas exuberantes, produciendo que ambos estuviesen con sus ojos brillantes, narices enrojecidas y labios temblorosos.

"¿Llevas todo, cariño?" Preguntó, amable, Tom. Tenía sus brazos cruzados y sus manos debajo de su ala a modo de conservar un poco de calor. Harry arregló su bufanda de lana y le dedicó una pequeña sonrisa.

"Sí, está todo, solo serán un par de días, no necesito mucho"

Tom asintió.

"Voy a llamarte en cuanto llegue, ¿Sí?" Harry dio unos pasos para quedar frente a la pequeña figura del ojiceleste. Tom asintió manteniendo la sonrisa en su rostro. Ellos confiaban entre sí.

"Está todo bien, llámame solo cuando puedas hacerlo" contestó, el rubio. Sintió los fuertes brazos de Harry rodearle para acercarlo hacia su pecho cubierto por el cálido abrigo azul marino.

"Te amo" pronunció, Harry, con sus labios sobre la frente de Tom. El muchacho asintió.

Minutos más tarde estaba conduciendo con el corazón apretado, camino a Doncaster.

Dentro de su cabeza habían un montón de cosas, que incluso personalmente se había prometido no hacer, pero aquí estaba, dejando de lado todos esos juramentos para ir en apoyo de quién fue parte importante de su vida.

Jay había muerto.

Harry pensó en todos los momentos que pudo compartir junto a ella, era una mujer maravillosa y era la madre de Louis. Joder, Louis estaría destrozado con todo esto. No sabía si poder mantenerse ileso al ver los ojos entristecidos de Louis.

Para el cuarto semáforo en rojo, se detuvo para permitirse llorar. La vida era demasiado cruel para algunos, o tal vez Jay era demasiado bella como para permanecer en esta tierra.




+

Doncaster, domingo, 6:37 pm.

El cuerpo frío de Jay estaba dentro de un cajón de madera. ¿Era justo? Un ser humano que había dado momentos e historias a esta vida melancólica que nos arremete una y otra vez. Aquellas marcas o huellas que dejamos en la mirada de los cercanos, todo eso, se reducía a un cuerpo inerte, a exposición de quienes lamentaban ahora.

Y estaban los otros, esos que solo podían sentarse alrededor, admirar quienes llegaban, oír un 'estoy contigo' 'fue buena' 'no era justo' 'está descansando'. Pero nada de eso calma un corazón quebrado, porque nadie reemplaza la pérdida de quién te dio la vida.

Al menos eso pensaba Louis, Lottie, Felicite, y los mellizos. Daniel estaba con ambos nenes, a cada lado protegiéndoles. El ojizafiro medio sonrió. Al menos Jay había logrado enamorarse una vez más, así era la vida, lo que te quita te lo da, y lo que te da te lo quita. Ella nunca se negó a las posibilidades.

"Sabes, eres joven, hay tanto que no conoces, no creas saberlo todo" Jay articulaba mientras terminaba de pintar sus uñas. Louis estaba recostado a su lado.

"Lo sé, es solo que... hay cosas que no van a volver a suceder"

"Tú no sabes eso, señor sabelotodo" Bromeó, ella. "Cristo, Louis eres un nene, no tienes idea de las posibilidades que puedes alcanzar. Dime una cosa ¿qué te gustaría hacer hoy por hoy?"

el traje «ls»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora