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Holaaaa!

Han pasado 84 años desde mi última aparición xD

Bueno, muchas cosas pasaron en el trabajo y en la vida, demasiado estrés u.u

Peeero ¡Ya no hay estrés! Ni trabajo... xD Lo importante es que hay salud xD.

En fin. Con el tiempo libre he querido experimentar e incursionar en más estilos, tipos de narración, tópicos, esas cosas. Este fic será un poco diferente, quizá más cortito también. Actualizaré más seguido que mi fic anterior, unas dos o tres veces por semana, porque los caps son más breves y sería maldad lanzar sólo uno por semana.

Bueno, no les doy más lata. Aquí esta cosa media rara, espero les guste :D



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Samuel había olvidado la última vez que había pisado una discoteca, las luces brillantes, la música vibrando dentro de su cuerpo y la multitud sudada y semidesnuda definitivamente seguían sin gustarle, pero debía estar allí para su amigo Fargan, ese que envuelto en decenas de palitos fluorescentes bailaba desarmadamente en medio de la pista celebrando su última noche de soltero.

- ¡Tío, no pensé que él fuera el primero en dar el gran paso! - le gritó su amigo Abel para imponerse sobre la estridente música, otro de los tantos amigos que habían ido a festejar - ¡Ni que te elegiría a ti como su Padrino de bodas! ¿Es verdad que tuviste que traer los anillos?

- ¡Sí, lo voy a matar cuando esté sobrio! - Samuel se rio y recordó la pequeña caja que llevaba en el bolsillo izquierdo de su pantalón, no era normal tenerlos ahí, y fue el primero en oponerse a la idea, pero tuvieron que pensar rápido - ¡Venimos directo de la joyería y estaba seguro de que si los guardaba él los iba a perder!

- ¡Sería muy propio de Fargan!

- ¡O no! ¡La gente siempre logra sorprenderte cuando menos lo esperas! - añadió y bebió de un vaso plástico, pero se detuvo al ver la expresión sarcástica del chico a su lado.

- ¡Mejor guárdate eso para tu discurso! ¡Vamos a bailar, abuelo!

- ¡Qué chistosito! - dejó su vaso vacío por ahí y lo siguió.

Ambos fueron recibidos con alboroto, bailotearon algunas buenas canciones y otras que le avergonzaba admitir que no conocía, asustaron a Fargan con la vida de casado, rieron y bebieron, gritaron bromas inentendibles y se dieron varios golpes amistosos. Era una gran noche.

Samuel de pronto hizo señas para avisarles de que iría al baño, acción arriesgada sabiendo lo que pasaba en esos lugares, pero de todos modos fue. Se abrió paso entre la masa de jóvenes sin poder descifrar donde empezaba un cuerpo y terminaba otro, era un hombre grande y robusto, así que le costaba un poco de trabajo, sin contar una que otra mano desconocida que lo atrapaba cuando pasaba.

Estaba por llegar cuando sintió un fuerte golpe en la espalda que lo hizo hacer malabares para no caer, pues no era un empujón normal como los anteriores, así que al notarlo se dio giró molesto para ver de lo que se trataba.

- ¡Maldita montaña! - le gritó un muchacho un poco más bajo que él mientras se levantaba del suelo bastante irritado.

Samuel pensó que seguramente al chocar con él había caído, pero en vez de disculparse o siquiera mirarlo el inquieto chico le dio la espalda y buscó alerta por entre la multitud, Samuel no podía verlo bien por las luces de colores y la oscuridad intermitente, pero notaba en su semblante algo sospechoso.

- ¡Mierda! - volvió a gritar y bajó la cabeza rápidamente, como escondiéndose de algo, miró hacia todas direcciones hasta que se encontró con el rostro de Samuel, quien no sabía por qué seguía allí cuando claramente no debía - ¡Tú! - le gritó, y pudo ver como sus pequeños ojos se le clavaban.

- ¡No quiero problemas! - gritó Samuel con el ceño fruncido intentando alejarse, pero el muchacho no dejaba de verlo fijamente y en alerta.

"¡Búsquenlo en el baño!"

Ambos pudieron escucharlo y giraron su cabeza al mismo tiempo, notando como tres enormes hombres atravesaban rápidamente por entre las personas en dirección hacia ellos. Tengo que salir de aquí, se dijo Samuel, pero antes de que su cuerpo se pudiera mover, vio al muchacho casi saltarle encima y agarrarlo por la camisa, empujándole y haciéndole retroceder hasta chocar con la pared. A pesar de su pequeño cuerpo  y con suma rapidez, el extraño lo giró para intercambiar lugares, auto acorralándose contra la pared y dejando a Samuel delante de él, como un extraño escudo humano.

- ¡Pero qué...!

Sus palabras se perdieron cuando el pequeño rufián lo besó rápida y profundamente sin soltarlo, Samuel abrió los ojos de par en par sin poder reaccionar y como era más alto se vio obligado a inclinarse, cubriendo con su tonificado cuerpo el del chico. Se quedó con los ojos abiertos un segundo, bueno, que el chaval no está tan mal... ¡Q-que digo! Se golpeó mentalmente e intentó separarse de él, pero aun cuando lo intentó el chico no lo dejó y en cambio, lo apegó más a su cuerpo.

"¡No está aquí, vamos afuera!"

Volvió a escuchar y siguió las voces de los tipos con la mirada cuando pasaron junto a ellos, sin pensar en que sus labios seguían atrapados por el osado tipo ese. Pasaron un par de segundos antes de que recordara la situación e intentara separase otra vez.

- ¡Macho! - le gritó, pero solo alzó la cabeza por sobre su hombro para ver si estaba a salvo, a Samuel le recordó a una rata buscando al gato.

- ¡Gracias, fortachón! - dijo con una extraña sonrisa de satisfacción, Samuel detestó el gesto ¡Que lo había usado el muy cabrón! - ¡Tu recompensa!

- ¡No quiero nada de t...!- pero otra vez el desgraciado supo callarlo.

Aun entre la oscuridad y la música retumbante pudo ver sus rasgados ojos brillar mientras una de las manos que lo habían tirado antes ahora se pegaba a su pantalón, justo sobre el bulto de su entrepierna. Le presionó y masajeo un poco mientras se puso de puntas para volver a besarlo, y ante sus calientes labios y su hábil mano Samuel no pudo evitar entrecerrar los ojos y soltar un ligero quejido. Había pasado tiempo desde la última vez que alguien lo había tocado, y la mezcla de eso con el ambiente en el que se encontraban, lo dejó vulnerable.

- ¡O-oye! - volvió a espabilar, abrió los ojos y se alejó de él con el ceño fruncido y las mejillas coloradas.

Pero en cuanto lo hizo el muchacho aprovechó para escabullirse por el espacio que había dejado entre ellos y rápidamente volvió a perderse entre el mar de cuerpos danzantes, Samuel lo vio alejarse con una extraña sonrisa de victoria en los labios ¿Qué diablos?

Respiró profundo para calmarse, odiaba los líos y meterse en embrollos, sobre todo en los que no le incumbían, y ese tipo tenía la palabra "problema" tatuada en la frente. Aun así, agradeció que acabara y que ahora sólo fuera una mala anécdota que contar en una tarde de amigos. Lo único que le alegraba, era que le había espantado las ganas de entrar al baño.

Se dispuso a volver con sus amigos cuando notó algo extraño, no tenía nada que ver con la descarada caricia que le diera en su entrepierna, pues no fue suficiente para despertarla, sino que al contrario sentía su pantalón bastante más holgado. Y como si un rayo le partiera la cabeza llevó rápidamente sus manos a sus bolsillos, el sudor le cayó frio cuando los encontró vacíos, no estaba ni su móvil ni la pequeña caja que debía custodiar para Fargan, esa pequeña e insignificante caja morada que tenía los anillos de su boda.

- ¡Hijo de tu...!

Entendió la torcida sonrisa estampada en el rostro de esa escurridiza rata castaña y se golpeó mental y literalmente, maldiciendo su suerte. Pero no podía perder tiempo en lamentarse, tenía que ir por él y dejarle caer unos cuantos golpes bien dados, así que se dio ánimos y corrió por entre la multitud, siguiendo el camino que ese ladrón había dejado al huir.


Continuará...

Bribonzuelo - WigettaWhere stories live. Discover now