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¡Hola! ¡Tercera parte ya! El "capítulo" anterior (que hasta pena me da llamarles capítulos al ser tan cortos) fue demasiado breve, por eso no quise hacerlos esperar tanto :D

Se que son cortitos, de hecho, ya extraño explayarme más y la prosa más detallada u.u, peeeeero ya estoy trabajando en algo un poco más profundo ;)

Como siempre, gracias por el apoyo y por leer, espero que les guste y que no me maten .-.

¡Besos!



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– N-no... ¡NO!

Samuel escuchó el grito y corrió hasta la habitación. Allí, sentado en la cama, vio al muchacho bastante agitado, como si acabara de despertar de una pesadilla. Se tocaba algo atontando los vendajes en su pecho desnudo, en el vientre y en la cabeza, estaba confundido, miraba en todas direcciones intentando descifrar qué había pasado.

– Hasta que al fin despiertas – se calmó Samuel y le habló en tono sombrío, entrando a la habitación, el chico se giró para verlo.

– ¿Q–qué me pasó? ¿Quién eres tú? – se sobresaltó.

– ¿No lo recuerdas? Los matones, el callejón... las cosas que me robaste – masticó la última oración para resaltarla.

– Ah... sí – pareció recordar – ¿Eres... eres el tipo de la discoteca? Vaya... – lo miró ahora más tranquilo y se acomodó en la cama – Viéndote con más luz, eres bastante guapo.

– ¿Qué dices? ¡Oye, oye, no te pongas cómodo! – Samuel odió su indiferencia y la manera con la que ahora lo miraba, tan tranquilo, relajado, como si fueran viejos amigos – Mira, niño. Me metiste en problemas, me robaste algo demasiado importante y lo necesito de vuelta.

– ¿Tú me curaste? Pensé que esta vez sí que me mataban los tíos esos – rio.

– ¿Me estás escuchando? – Samuel no podía creer su indiferencia, perdía la paciencia, ya tan cerca de sus treinta no tenía ganas de pelear con niñatos como él, que se notaba de lejos que era unos años menor – Necesito mis cosas.

– Puedes comprarte otro móvil, supongo que puedes si tienes una casa así – siseó mirando el lugar, no era que a Samuel le sobrara dinero, pero le alcanzaba bien – y en cuanto a la caja con los anillos... pues no sé – se encogió de hombros.

– Es que te mato...

Samuel se le abalanzó furioso, el chico se espantó e intentó de salir de su alcance, pero cuando intentó salir de la cama, algo lo detuvo y cayó duro de espaldas en el suelo.

– Pero qué... – el muchacho levantó las sábanas y vio que una cromada esposa lo unía a la marquesa de la cama, bufó molesto y volteó a mirar a Samuel – ¿Así que eres de esos que les gusta duro? – se burló.

– ¡Mira asqu...! Niño... – se intentó calmar y acercó un banquillo que tenía en una esquina, lo puso junto a la cama y se sentó en él – eso es por seguridad, no te vas hasta que me digas cómo recuperar mis cosas.

– Pues mejor empieza a olvidarlas – dijo tranquilo, volviendo a la cama y acomodándose para revisar las esposas – y deja de decirme niño. Soy Guillermo.

– Guillermo – masticó su nombre como si le diera indigestión – Me da lo mismo mi móvil, pero esos eran los anillos de boda de mi mejor amigo, boda que es mañana – se alteró – Sólo dime dónde los encuentro.

Bribonzuelo - WigettaWhere stories live. Discover now