IX

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Desde esa noche el martes no volvió a intentar hablar con Jimin, aún le carcomía por dentro esa estupidez que le había contado Jieun a cerca de esa paranoica leyenda, cada vez se le hacía más fácil imaginar a Jimin inventado esa clase de chismes y esparciéndolos como marihuana y seguro con marihuana, en la mente de Jungkook, Jimin era contrabandista. No tenía otra explicación para justificar lo poco que le importaban sus clases como para faltar una semana entera.

Jungkook necesitaba a Jimin, se dio cuenta cuando sus profesores le pidieron entregar tareas.

Jimin era un amante apasionado de las notas adhesivas, a Jungkook eso le irritaba como siempre, pero en el fondo de su oscuro corazón agradecía la dedicación para hacer pares iguales de notas cada día, una para Jungkook con todos los deberes distribuidos en orden de importancia cada día, aunque Jungkook sabía que era un placer especial para Jimin, casi un orgasmo. Ese chico tenía un problema las notas adhesivas.

Cuando se había conocido Jimin, entrometido en sus navidades traía como obsequio una caja a Jungkook llena de notas adhesivas tan cursis que a Jungkook le avergonzaba leerlas, venían en paquetes individuales por colores, eran doce en total, una para cada mes del año, con una nota especial para cada día del mes, Jungkook no leía más que unas cuantas y se enfurecía tanto que todas terminaban ardiendo en el fuego de la chimenea.

Una noche buena Jimin lo había descubierto atizando las llamas con sus notitas, entonces dejo de hacerlas y en la navidad siguiente solo le obsequio a Jungkook una carta de amor llena de corazones rosados y bonita caligrafía, acompañada de todas las veces que intentaba robarle un beso de año nuevo, como nunca lo lograba tomaba la mano de Jungkook y no la soltaba.

En la actualidad ni siquiera el perro pulgoso de Jimin se molestaba en dejar sus huellas de lodo en la habitación de Jungkook, Jungkook ni siquiera le miraba en el jardín. Es como si Jimin se hubiese llevado con él todo lo que le pertenecía, incluso la luna había desaparecido esos días.

Al llegar a casa estaba enojado con él, con Jimin, con el cielo por estar tan lluvioso y con la vida por parecerle tan miserable y silenciosa sin nadie caminando a su lado atosigándolo con comentarios idiotas.

Al entrar a casa escuchó voces en la cocina, se encaminó hacia el lugar, pero se quedó de piedra en la entrada.

La cabellera rubia había vuelto acompañada del cuerpo entero de Park Jimin, estaba de espaldas picando verduras acompañado de la madre de Jungkook, estaban sonriendo y siendo normales, como si Jimin no hubiese desaparecido una semana entera, sin dar más señal de vida que un insulto gritado desde su habitación.

De espaldas Jimin se veía como un ser que Jungkook imaginaba, vestido con una sudadera color crema, unos pantalones ajustados negros y unas simples Vans del mismo color.

Había una dulce música clásica de fondo, de las que tanto le gustaban a la mamá de Jungkook, ambos rieron de algo que Jimin dijo y Jungkook se sintió celoso, aunque él no admitiría que fuesen celos, diría que era la grasa de la comida rápida lo que le daba malestar en el corazón o la helicobacter pylori anidándose en su estómago.

Jimin se puso serio e irguió en su altura, tomó aire y suspiró antes de volver a abrir la boca—. Está bien, creo que soy un poco más gay de lo que yo creía —dijo temeroso—. Así que no me parece adecuado que este rondando alrededor de su hijo. Usted tiene todo el derecho de despreciarme si lo desea, yo tenía la necesidad de decírselo porque ha sido muy linda conmigo —Jungkook jadeo mareado por la helicobacter pylori, tenía la boca abierta y los insectos le entrarían en un rato, sin embargo, no era capaz de salir del asombro.

Su madre abrazó a Jimin y le acarició los cabellos mientras sollozaba en su oído y le decía algo que Jungkook no pudo escuchar.

El subconsciente de Jungkook siempre supo que Jimin era gay y tenía un enfermizo enamoramiento con él se lo repetía como la oración de un limosnero con el tono de un padre enojado, pero lado consciente se cuestionaba que era un exagerado narcisista, que tal vez Jimin solo fuese uno de esos amigos que no tenían problemas en demostrar mucho afecto.

Decirle gay era un juego tonto, a veces hacia bromas homofóbicas en su presencia, porque era una posibilidad lejana para el Jungkook de la vida real que Jimin de verdad lo fuese, incluso cuando Jimin lo miraba con esos ojitos brillosos y le intentaba robar besos.

Carraspeó para hacerse notar, su madre de inmediato se apartó y se dio prisa en cercarse las lágrimas de los ojos.

—Jimin, ¿Te quedas a cenar? —le preguntó tratando de disimular.

—No puedo, papa está en casa —le dijo a la mama de Jungkook con una sonrisa amable cómplice que algo que solo ellos entendieron.

—Vine a dejar tu cámara digital. —Se dirigió a Jungkook—. Aún no he podido imprimir las fotos del eclipse, me quede con la tarjeta de memoria, te compre una para que no dejes de tomar fotografías mañana, luego te devolveré la otra —dijo acercándole el bolso a Jungkook.

Y se despidió agitando la mano, como si nada, como si Jungkook no estuviera teniendo un tsunami por dentro.

Cuando Jimin salió por la puerta, Jungkook tenía ganas de preguntarle a su madre que era todo eso, pero no quería que ella pensara que Jimin le importaba.

Se llevó su cámara digital con él abrazada al pecho, acompañada de un vaso de leche fría.




ฅ^•ﻌ•^ฅ 

KuridaoreTaro


SILKY • JIKOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora