u n o

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ghost boy;


En Spinner's End siempre circulaban, de boca en boca, rumores sobre esa precaria casa al otro lado del río. Todos hablaban de los gritos en la noche, de una pálida mujer con el cabello tan largo que tocaba el piso y un bello rostro triste. Los niños pensaban que ella era un fantasma, los adultos sabían que esa mujer era real.

Ella siempre se veía con largos vestidos de colores opacos, su cabello negro trenzado infinitamente. Era muy hermosa, con esa nariz recta y ojos azules; pero moretones y cortes la arruinaban. Siempre se mostraba cansada, temblorosa. Tan delgada que podría romperse.

Nunca hablaba con nadie, nunca levantaba la vista. Nadie se animaba a hablarle; era extraña, pero no les interesaba de verdad.

Un día, ella salió con un niño de la mano. Un niño idéntico a ella, con el cabello por los hombros y ojos curiosamente negros. Pero tan negros que se veían muertos.

El niño miraba el piso con una expresión indescifrable; la mujer le susurró algo al oído y su entrecejo se frunció. Él debía rondar los cuatro años, pero no actuaba como tal.

Entonces Mary, la vecina más cercana de esa casa precaria, observó al pequeño caminar al parque. Los columpios oxidados se mecían con el viento, un par de niños rubios que se deslizaban por el tobogán sucio se detuvieron al ver al fantasmal infante caminar. El niño, con una gracia curiosa, se sentó en un columpio que en el pasado fue rojo.

Mary lo vio hamacarse sin ganas, con la mirada perdida y el cabello en la cara. Ella se preguntó si esa larga blusa de mujer era lo único que llevaba puesto. Sus pies cubiertos de botas de lluvia se balanceaban con paciencia, sin llegar a tocar la tierra. Uno de los niños rubios, hijo de el panadero John Lain, se acercó con lentitud, casi cauteloso.

- Hey. - Mary oyó al niño llamar a lo lejos, él tenía un timbre de voz fuerte. - ¿Eres una chica?

El niño de ojos negros se vio molesto, él giró su cabeza en su dirección y susurró algo que espantó al rubio. El rostro pecoso del hijo de John Lain se volvió blanco en un segundo y procedió a correr tras un arbusto. Desde la posición de Mary, el niño parecía estar vomitando.

Ella se preocupó. El otro rubio, hermano menor del primero, corrió a socorrer a su pariente. Al posar una mano en la espalda doblada del otro y asomarse detrás del arbusto, su expresión mostró enfado.

El más joven de los Lain corrió a zancadas hacia el viejo columpio rojo, empujando al niño de cabello largo de éste. El flaco infante tuvo un aterrizaje muy feo, pero Mary no escuchó ningún llanto ni lo vio encogerse ante su rodilla sangrante. Luego de eso, el pequeño Lain pareció ser expulsado por una fuerza invisible que lo hizo chocar con un árbol muerto.

Mary frotó sus ojos con sus manos regordetas, creyendo haber visto mal. Pero no, todo era real. Ella corrió tan rápido como sus gruesas piernas le permitieron, llegando junto al niño herido.

Examinó primero su cabeza, buscando una herida. Afortunadamente el Lain había golpeado el árbol con su hombro y espalda; su cráneo estaba ileso.

- Ya, cariño, ya. Le avisaré a tus padres, no te preocupes. - Ella vio a un par de personas acercarse para ayudar, también fueron por el Lain mayor e intentaron detener su vómito. Mary le pasó el infante herido a Lorraine, una maestra de un jardín de infantes a la vuelta de la esquina.

Mary intentó ir con el extraño niño de ojos negros, pero para su sorpresa y desconcierto, él ya no estaba allí. El columpio se movía ligeramente y la tierra estaba levantada, pero no había nadie allí. Ella le preguntó a todos los que fueron a ayudar si lo habían visto y todos contestaron con un "no" rotundo.

Pero esta no era la única anécdota extraña con el niño de ojos negros y labios demasiado rojos para ser natural, docenas más lo rodeaban. Los niños de Spinner's End relataban como él se sentaba siempre en el mismo columpio rojo y apenas se mecía; mirando a la nada con esos ojos vacíos. Parecía una muñeca, decían. Delicado y aterrador.

A veces se sentaba a la orilla del río y lo observaba con un interés preocupante. Dejaba caer piedras pesadas y luego esperaba, como queriendo contar cuánto tarda en hundirse. Los gatos se le acercaban y parecía batallar con ellos una guerra de miradas que hacían al animal rendirse.

Los adultos decían, alarmados, como moretones manchaba su piel todo el tiempo. Moretones grandes y cortadas sangrantes que se pegaban a la ropa. Lorraine intentó ayudarlo una vez que se veía demasiado herido y parpadeaba muy lento. Él niño huyó de ella apenas la vio, sin dar tiempo de nada.

La misteriosa mujer de largos cabellos lo llevó al bosque una noche, arrastrando un extraño caldero con dificultad; él llevaba unas hierbas y frascos extraños bajo sus bracitos. El cabello normalmente trenzado de ella estaba suelto y volaba con el viento, su vestido junto al de su hijo se veía muy fino y ligero, blanco sin ningún estampado.

Ellos pisaban con cautela, sus pies descalzos esquivando piedras y ramas. Se adentraron al bosque y Mary los perdió de vista. En eso, un hombre alto y robusto, de cabello corto castaño claro y mirada hosca llegó a la casa precaria ahora solitaria. Él llevaba un overol marrón y una botella de alcohol vacía en la mano. Se tambaleaba a cada paso que daba y parecía con dificultad de abrir la cerradura. Él entró y todo fue silencio hasta que se escuchó el fuerte choque de vidrio contra el piso y un gruñido fúrico.

Mary se asustó; le preguntó a Robert, su marido, si conocía a ese aterrador hombre.

- Oh, sí. - Parecía disgustado, su nariz larga se arrugó y sus ojos brillaron. - Es Snape, Tobias Snape. Trabaja conmigo en la fábrica. Está siempre enojado y le habla mal a sus compañeros, siempre huele a alcohol y tiene los nudillos lastimados.

Mary asintió en comprensión. Ahora entendía las heridas de la mujer y el niño de cabello negro.

- ¿Sabes? Él siempre susurra cosas extrañas sobre una tal "Eileen" y cómo es una perra mentirosa y "ese marica" una abominación. - Serio, le dio un sorbo a su taza de café. Él acostumbraba beber café en las noches, lo relajaba del estrés del trabajo y el mal ambiente en general de Spinners' End.

- ¿Crees que se refiera ellos? - Pregunta horrorizada. Podía entender que le dijera a su mujer "perra mentirosa", ¿pero decile marica a su hijo pequeño?

- No me sorprendería. Él es un hombre desagradable.

Mary observó devastada por la ventana de su cocina, ojos fijos en la casa de los Snape. Sin embargo, un destello de confusión cruzó su rostro y desvió esas gemas verdes hacia el bosque.

- ¿Por qué irían al bosque? - Murmura.

- Debe ser una bruja, ¿no viste que llevaba un caldero? - Robert frunció el ceño y negó. - Mira que arrastrar a su hijo a esas porquerías.

Mary no se veía segura, pero quizás lo mejor era dejar de observarlos tanto.


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Holis, acá está uno de esos borradores de los que hablé en el último cap de fragile.

Y con respecto a la protada de fragile, creo que pondré la portada 4 (con las piernitas) aunque no tenga tantos votos porque representa muchas cosas en la historia; la delgadez de Severus, su fragilidad (duh) y ese cap (no me acuerdo cual lol) donde se está bañando y piensa en su dad.

Anyways, bai <3






b l a c k  e y e s // lucius ✗ severusWhere stories live. Discover now