t r e s

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fertile boy;


Eileen apretó la delicada mano de su hijo entre la suya. Ella seguía inquieta con dejar a su hijo sólo por tanto tiempo, tan acostumbrada a su compañía como estaba.

Él, por otro lado, se veía muy tranquilo; hasta diría que aliviado. Ella no podía culparlo. Su Severus sufría mucho en casa, y Eileen no podía hacer nada para cambiarlo. Amaba demasiado a Tobias, más que a sí misma y más que a Severus aunque le doliese admitirlo. Ella amaba a su hijo, claro que lo hacía, pero aún así prefería sacrificarlo un poco antes que alejarse de su marido.

Severus siempre se lo reclamaba con la mirada, desepcionado y renuente a su toque. No lo culpaba, ella dejaba que Tobias lo lastimara. Intentaba curarlo después, pero a menos que fuera muy grave él no la dejaría.

Aún así Severus acompañó a su madre al bosque en las noches, donde preparaban pociones. Ella le mostraba sin palabras cómo fabricar pociones, y él aprendía con la vista. Las cantidades, los ingredientes y el tiempo, todo a ojo. Él nunca le preguntó nada y ella nunca se molestó en explicarle.

Eileen en sus años de gloria fue una gran pocionista. Toda la familia Prince se destacaba por las pociones y las artes oscuras, ellos dos no eran la excepción. Y aunque fue repudiada, Eileen aún ponía en práctica costumbre de su familia; mantener su cabello tan largo que tocara el suelo era una de ellas, y esperaba que Severus la cumpliera también. Ella tenía un libro que se le fue dado a la edad de once, justo después de su primer periodo en donde relataba las tradiciones que los fértiles y las mujeres de la familia Prince debían cumplir. Se lo había regalado a Severus junto a otros libros antiguos de pociones y artes oscuras, esto puesto su pequeño hijo era un mago fértil. Era muy común en el linaje de los Prince.

Ella le dio también algo de su ropa de su juventud, la cual estaba prácticamente sin uso y era muy bonita. Negra y blanca, sin detalle ni diseño; ni a ella ni a Severus les gustaban esas niñerías. Eran pobres, tuvo que comprarle túnicas y útiles de segunda mano, pero le otorgó algunas de sus pertenencias de sus años en Hogwarts que aún conservaba. Plumas negras, unos metros de pergamino y dos pares de túnicas que se ajustaban a la cintura.

Había encontrado entre sus cosas del pasado un viejo joyero de madera oscura con el símbolo de su casa. En él había un pin de prefecta de Slytherin, un cepillo de plata con joyería, lo cual hacía juego con un broche para túnicas. Había otro para el cabello, negro con una gran perla en el centro, muy simple pero bello. Ella se planteó vender estos objetos, pero prefirió dárselos a Severus como las únicas cosas caras que tendría.

El color negro no era, irónicamente, el representante de la casa Black; era el de los Prince. El de los Malfoy era el plateado, el de los Black el verde, los Lestrange el azul y así una larga lista de colores. A Severus le agradaba la idea, aunque a veces Eileen sentía que parecían listos para un funeral.

Eileen le enseñó tanto como pudo sin alertar a su marido. Le habló de etiqueta, de modales, de ocultar sus emociones y sobre todo, de magia. Severus las escuchó facinado, pero sin demostrarlo. Además de las pociones y las Artes Oscuras, Severus tenía grandes hablidades en cuanto a poderes mentales. Era casi un don, uno que curiosamente estuvo presente en su familia. La Legeremancia y Occlumancia siempre fueron relacionados con la feminidad y fertilidad, Eileen no sabía por qué pero era así junto a las pociones. Ella supuso que era una señal, tendría que hablarle a su hijo de protegerse en caso de mantener relaciones con alguien pues podía resultar siendo muy fértil y quedar embarazado fácilmente.

Todos los que tenían demasiada habilidad en estas áreas en la familia Prince terminaban siendo muy fértiles, con demasiados embarazos; los varones siempre mantenían un aspecto andrógino que cautivaba hombres e incrementaba el problema. Lastimosamente, su Severus iba en ese camino.

Le preocupaba que el niño resultara como otra cifra en embarazos adolescentes, Tobias no lo permitiría y más aún siendo Severus un varón. El hombre era alguien muy chapado a la antigua y se enfurecía muy rápido, prueba de ello eran los moretones que cubrían tanto el cuerpo de Eileen como el de su hijo.

Ella frenó sus pensamientos, sintinedo la mirada pesada de su hijo en ella. Parecía exigirle con esos ojos muertos que soltara su mano estrujada. Ella lo hizo, acomodandole sutilmente el cabello tras la oreja. En ese momento le pasaba los hombros, dentro de unos años tendría un largo respetable para ser llamado Prince.

Ella se despidió de él sin un beso o un abrazo, un simple asentimiento fue suficiente para el severo niño. Ella lo ayudó con el equipaje y se marchó sin mirar atrás.

b l a c k  e y e s // lucius ✗ severusWhere stories live. Discover now