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strange boy;

Petal Evans sabía de todas las historias que rodeaban a los Snape. De ese niño y esa mujer fantasmal, y ese hombre violento. Honestamente, la inquietaba. Su esposo la regañó por espiarlos tras las persianas, diciéndole que se convertía en una vieja chismosa. Ella le gritaba que era por el bien de las niñas y que dejara de molestarla, que mejor lo hiciera también.

Pero un día, mientras observaba a sus hijas columpiarse, ella se distrajo con una mancha en su vestido floreado. Levantó la vista nuevamente y allí estaba, el niño de ojos negros. Se veía tan pequeño comparado con ellas, a pesar de tener la misma edad. Petunia corría, alejándose entre gritos mientras su querida Lily permanecía allí. Ella parecía discutir con él sobre algo; Petal por primera vez en años lo vio formar una expresión que no fuera disgusto o la indiferencia.

Lily regresó molesta. Petunia entró estrepitosamente por la puerta, gritando tonterías como usualmente hacía.

- ¡Mamá! - Llamó, enfurecida. Zapateaba mientras jalaba de la falda de su madre. - ¡Mamá, Lily está haciendo cosas raras de nuevo!

Claro que Petal sabía que cosas extrañas ocurrían alrededor de su Lily, lo sabía desde que ella tenía ocho. Siempre decía que Dios la había bendecido, Walter Evans la creía superdotada. No los asustaba, ella hacía cosas bellas. Las flores crecían a su alrededor, ella flotaba y lograba hacer todo brillar. No era como el niño Snape -como Mary le había dicho que se llamaba-, no. Ella era alguien bueno, ese niño hacía cosas simplemente malas.

- Ya hablamos de esto, Tunie. No son cosas raras, es un regalo de Dios. - Declaró convencida.

- ¡Pero mamá! ¡Ella es sólo un fenó...!

Petal la calló de un golpe de palma en la mesa. Petunia cerró la boca de inmediato, retrocediendo asustada.

- Petunia, te dije cientos de veces que no llames así a tu hermana. La harás sentir mal; ahora ve a tu habitación.

- ¡Pero...!

- ¡A tu habitación, jovencita!

Petunia zapateó frustrada, esquivando a una igualmente molesta Lily. Ella subió las escaleras y Lily corrió a su madre. Ella tenía sus brazos cruzados en su pecho y bufaba tal cual lo hacía su padre.

- ¡Mami! Ese niño grosero me llamó bruja. - Se quejó, y la mirada de Petal se oscureció. ¿Ese niño se atrevía a llamar bruja a su Lily cuando su extraña madre era una? ¡Qué descaro!

- No le hagas caso, amor. Debe estar celoso de lo que puedes hacer. - La pelirroja mayor consoló, acariciando la cabeza de su hija.

Lily negó, en desacuerdo.

- Él dijo que podía hacer lo mismo que yo.

El rostro de Petal se contorsiona, su mano se detuvo. Miró por la ventana, intentando encontrar al niño. Como esperó, allí ya no había nadie.

- ¿Mamá? - Llamó su pequeña. Petal salió de su mutismo y tranquilizó a su hija con un gesto de mano.

Meses después de este curioso encuentro, Petal se enteró de la bella amistad de Lily y el niño por medio de Petunia. La niña llegó lloriqueando por su brazo herido y gritaba el como un tal Severus lo había hecho.

- Fue él, Lily. ¡Él lo hizo!

- Lo sé, Tunie. Pero no tenías que ser mala con Sev, él no tiene nada más que ponerse. - Lily aún mantenía ese ceño fruncido, pero intentó defender a su amigo de todas formas. Sí, se había molestado con él por lo que le hizo a su hermana, pero seguía siendo su Sev.

Petal no entendía cómo Lily podía estar del lado de ese niño, ni lo entendería nunca. Días después conoció personalmente Severus Snape. Sí, el niño no le agradaba y algo en sus ojos no la dejaba mirarlos fijamente por más de dos segundos sin sentir escalofríos. Era un niño sorprendentemente bonito, para su situación tan pobre.

De no haberlo sabido de antemano, creería que era una niña. No podían culparla; ese cabello largo, pestañas largas y abundantes, labios pequeños como corazón e increíblemente rojos destacaban demasiado. Esto, además de sus facciones delicadas que lo harían un adolescente andrógino en un futuro cercano confunden bastante a Petal.

Recordaba de cómo el marido de Mary decía que Tobias Snape llamaba a su hijo "marica", ahora que lo veía con detenimiento comprendía el porqué.

El niño era extraño. Tímido y mortalmente callado, incómodo y torpe en conversaciones. Hablaba pausado y parecía pensar demasiado lo que diría. Era directo y sarcástico, le gustaba tirar comentarios mordaces de vez en cuando.

A Walter le caía mejor, decía que le recordaba a una hermana suya. Lograba reírse de los comentarios del niño y no hacía a Severus sentirse amenazado.

Luego de que Lily cumpliera once, ella comenzó a decir que según Severus, llegaría una carta de una escuela para ella. Una escuela mágica, Hogwarts.

Petal había estallado en una risa, comentando que Severus tenía una imaginación muy activa. Lily había fruncido el ceño e insistido en que todo lo que decía Severus era verdad, que él nunca bromeaba.

Estuvieron con esa discusión por días, Petal seguía insistiendo en que era falso. Hasta que un día ellos llegaron.

Largas túnicas sobre ropas extrañas, varitas en mano y se llamaban a sí mismos magos. Hablaban de esa escuela, Hogwarts y cómo su Lily debía ir allí porque era una bruja. Ni Walter ni ella les creyeron a la primera, hasta que en una demostración de su poder la mujer de nombre Minerva transformó una copa en una flor de rosa.

Ellos explicaron todo lo que debían saber; las reglas, las materias, los materiales que necesitarían y todo sobre la cultura mágica que pudieron. Debían comprar túnicas, libros, plumas y muchas cosas más.

Petal permaneció en shock, Petunia y Walter igual. Lily los veía triunfante.

- Bueno, - Comenzó Walter, ya habiendo asimilado todo. - Parece que Severus tenía razón.

Petal lo fulminó con la mirada.

b l a c k  e y e s // lucius ✗ severusWhere stories live. Discover now