Año Viejo

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Hace varios siglos atrás, en antiguas tierras ya olvidadas, residía el próspero Reino de Konoha, dicho lugar no sólo era reconocido por sus tierras fértiles y agua dulce, o por las honorables familias que conforman a la nobleza o por el feroz ejército que lo protegía, ni siquiera por ser el hogar del Rey más polémico de la Era. Sino, por el gran y frondoso bosque que le servía de frontera natural entre los demás reinos y cuyos misterios y posibles secretos, abundaban en las leyendas de sus habitantes.

Nuestra historia comienza, de hecho, en este mismo bosque. En una mañana del más crudo de los inviernos, el cielo cubierto por pesadas y grises nubes y con los pinos luciendo sus trajes de nieve, refugiándose del temible frío, estaba un viejo zorro dormitando en su cueva.

-Hace mucho frío-se quejaba el zorro acurrucando más la cabeza en su esponjosa cola- Cuando era joven podía corretear a las avecillas para entrar en calor. Pero ahora...- tras un largo suspiro volvió a quedarse dormido.

O al menos eso intento, de no ser por el correteo de varios animales irresponsables que hizo temblar su acogedora cuevita.

-Juro que un dia de estos me voy a comer a esos mocosos- un temblor más fuerte que el anterior fue suficiente para que el pobre zorro asomara su cabeza- ¡Dejen dormir al projimo, impertinentes!-

-Lo sentimos mucho, Kurama-san- dijeron a coro ardillas y conejos con falsa inocencia mientras lanzaban unas risitas.

-Li sintimis michi, Kirimi-sin ¡Bah! ¡Pamplinas! ¿es que no vieron que día es hoy ni el frío que hace? ¡Váyanse antes de que les diga a sus padres!-

-Que fastidio...-

-¡Te escuche, mocoso!-

-Vamos, Kurama-san- dijo una conejita de pelaje beig y voz divertida- ¡Juegue con nosotros, así el frío también se le va!-

-¡Si, Kurama-san! ¡Por favor, por favor, por favooooooooor!-

-No- cortó en seco Kurama, haciendo caso omiso de las exclamaciones decepcionadas- Y ahora vayan a jugar a otro sitio ¡Ushcale, ushcale!-

-¡No se desanimen chicos, podemos jugar a las atrapadas sin ese viejo zorro gruñón!- volvió a exclamar la conejita- ¡Gaara, tú eliges quien la queda!-

-¡¿Ah?! ¡¿Por qué él y no yo, Temari?!- se quejó un conejo de pelaje café, Temari le dio un fuerte coscorrón.

-¡Callate, Kankuro, Gaara es el menor, compórtate!-

-Siempre lo escoges a él...- se quejaba con falsas lágrimas Kankuro.

-Tranquilo, Kankuro-kun. Que tu hermana prefiera a tu otro hermano antes que a ti, es muy normal, en todas las familias hay un favorito-

-...Muchas gracias, Sai. No sabes como me animas-

-No hay de que- respondio la ardilla de pelo negro sonriente sin entender el sarcasmo.

Así Kurama vio como esos roedores se iban alejando metidos en sus asuntos de lo más campantes de la vida.

-Y pensar que antes me conocían como El Terror del Bosque- se lamentaba con cierto pesar el pobre zorro, iba a paso lento a su amada cuevita divagando en si podría recuperar ese lindo sueño que tuvo con unas zorritas albinas cuando algo llamó su atención.

Un niño rubio de caminar hiperactivo, estaba silbando una cancioncilla pegadiza mientras arrastraba un trineo de madera. A Kurama no se le pasó el detalle de que el pequeño estaba poco abrigado para el clima que azotaba esas tierras, con un saco de lana naranja, una bufanda roja más larga que él y unos guantes a juego pero rotos en los dedos. Tampoco se le pasó por alto la forma esperanzada en que miraba las aves surcando el cielo.

Los Doce MesesWhere stories live. Discover now