Capítulo 14

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                                                                                      XIV

 Suelto el móvil como si este quemara. Mis manos comienzan a temblar mientras hago todo lo que puedo para poner mi mente en blanco y olvidar lo que acabo de leer. Contemplo la idea de abrir la portezuela y salir corriendo a mi casa, pero rápido la descarto. No me conviene que él se entere de que he leído sus mensajes. Lo mejor es hacerme la desatendida, al menos hasta que piense en una solución.

Coloco el móvil donde lo encontré y pongo mis barreras. Sé que eso no me va a proteger al cien por ciento;  Reed podría entrar en mi mente a la fuerza y descubrirme. Sin embargo, vale la pena intentarlo. Tomo aire, inhalando y exhalando con lentitud. Necesito calmarme y concentrarme en mi pared.

No puedo dejar de pensar en el mensaje. ¿Quién es Reed en realidad?  ¿A qué vino a Olimpia? ¿Cuál es su misión?  Todas estas preguntas se arremolinan en mi cerebro, haciéndome más difícil la tarea de mantener mi muro en su lugar.

 De pronto se me ocurre algo que me eriza la piel. Puede que no sea así, mas sospecho que la misión de Reed tiene que ver conmigo. Eso explicaría muchas cosas. Como por ejemplo, la razón por la que se me acercó con el pretexto de darme tutorías de álgebra, justo antes de que este poder despertara en mí.  Mientras más lo pienso, más me convenzo de que ese es el caso. Es demasiada coincidencia que él apareciera en mi vida en ese preciso momento.

Reed sale de la gasolinera. Su rostro luce neutral, ni siquiera me mira cuando saca el tapón del tanque, que para mi mala suerte está ubicado en el lado derecho del coche. Me restriego las manos y me muerdo los labios. Tengo el corazón desbocado; parece que se me quiere salir.

Aguanto la respiración. Reed acaba de terminar de rellenar el tanque y me está mirando fijamente, como si supiera que le oculto algo. Una gota de sudor me baja por la sien hasta desembocar en mi clavícula. Refuerzo mi muro. Tengo que mantenerlo levantado el mayor tiempo posible.

─Alison. ─Poco falta para que brinque en el asiento al escuchar su voz. Estoy demasiado nerviosa. Volteo a verlo, tratando de mantener mi rostro impasible. No sé si lo logro. Él continua mirándome, y a los pocos segundos, siento la familiar presión en mi cabeza. Oh, Dios. Estoy perdida─.  Veo que te has tomado en serio lo que te dije sobre practicar.

Piensa rápido, me urjo. No puedo hacer ni decir nada que me delate. Tengo que hacerle creer que todo sigue igual.  Me cruzo de brazos, haciéndome la ofendida. Esa es la forma en la que reaccionaría normalmente ante ese comentario.  

─Para que veas que no soy tan vaga como piensas ─agrego luego, mirándolo a la cara y haciendo una mueca de nena chiquita.

El rostro de Reed se suaviza ante mi acto. Hasta las comisuras de sus labios se estiran un poco.

─Bien hecho. Sigue así  ─me dice él,  esta vez regalándome una sonrisa “sincera” que me rompe el corazón.

Ni pensar que todo esto puede ser un acto. No puedo creer lo tonta que fui.  Es que debí saberlo. Mi instinto me lo dijo varias veces y  lo ignoré, dejándome llevar por mis hormonas.

Cuando Reed abre la puerta del lado del conductor, se percata de que su móvil está sobre el asiento. Maldigo en mi interior. Si él se pone a leer sus mensajes, se dará cuenta de  que estuve husmeando en su teléfono. Aprieto los puños, rezando para que no se ponga a leerlos.

Reed toma el teléfono y aprieta varias teclas, frunciendo el ceño.

Mi corazón se detiene. Estoy más que pérdida, estoy muerta.

─Bah, me quedé sin carga ─dice él con irritación, guardando el móvil en su bolsillo.

 Vuelvo a respirar normalmente. Eso estuvo muy cerca. Aún no estoy a salvo, claro. Mi barrera es todo menos infalible. Las posibilidades de que Reed se entere de que le oculto algo son muy altas; razón por la que el camino de regreso se me hace una eternidad.

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