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Hacia el cuartel general

— Nos vamos Ur, siento molestarte.

La lechuza continuó ululando y moviéndose con energía dentro de su jaula, como preguntando a Olivia por qué había tardado tanto, y por qué estaba sacando las cosas de su armario y metiéndolas en su baúl. Sin embargo, la molestia de la lechuza no podía compararse con el enfado de ella; estaba furiosa.

Estaba enfadada con sus padres por ocultarle la verdad durante tantos años, por mentirla a la cara durante toda su vida y, sobre todo, estaba enfadada consigo misma por no haberse dado cuenta antes. Todas las pistas habían estado ahí, al alcance de su mano, y sin embargo ella había girado la cara y había mirado hacia otro lado, sin querer ver lo que tenía literalmente frente a las narices.

Echó con fuerza el uniforme azulado de su escuela dentro del baúl y se sentó en la cama, gruñendo con irritación. ¿Durante cuánto tiempo pensaban continuar con el engaño? ¿Hasta que los descubriera haciendo magia de casualidad y no tuvieran otra alternativa que contárselo? ¿Durante cuánto tiempo habían estado riéndose de ella? El enojo siguió creciendo en su interior, burbujeando en la boca de su estómago.

Con tan solo unas palabras, su vida se había roto en pedacitos, como aquel vaso que la chica del pelo violeta había tirado en la cocina. Incluso los pedazos de cristal de aquel vaso habrían sido mucho menos afilados en comparación con lo que Olivia sentía en ese momento. Le quemaban los ojos y la garganta le apretaba, pero aguantó por puro orgullo. No iba a romper a llorar en ese momento en el que tenía que ser fuerte y en el que quería seguir enfadada. Se centró en continuar con la tarea que tenía que terminar, que era empaquetar todas sus cosas para ir a ese misterioso cuartel, donde quiera que estuviese.

En el mundo estaban pasando cosas muchísimo más importantes como para que ella se parase a llorar con amargura en una esquina.

Dos minutos después, alguien llamó a la puerta de su habitación. Era la mujer del pelo violeta.

— ¿Puedo pasar?

— Claro.

Inspeccionó con curiosidad la habitación, mirando cada rincón y susurrando para sí cuando veía algo que le gustaba.

La habitación de Olivia no estaba excesivamente decorada, ni era tampoco muy grande, pero a ella le gustaba. Tenía algún que otro poster en la pared, como el de su Academia y el de un grupo de música belga que uno de sus amigos le había recomendado. También tenía varias fotos de sus amigos, que se movían y sonreían saludando a la cámara. Las demás paredes estaban llenas de estanterías con libros, figuritas y algunos trofeos.

La mujer se quedó mirando un uniforme de color azul oscuro con detalles dorados que Olivia estaba metiendo en su baúl.

— Me parece que no me he presentado —dijo con una sonrisa en su rostro—. Bueno, es comprensible, con todo lo que ha pasado ahí abajo... —añadió haciendo una mueca. Le tendió la mano y ella la sacudió— Soy Tonks.

— Olivia... Aunque creo que ya lo sabías.

Tonks asintió, murmurando que lo sabía. Se quedó mirándola mientras luchaba con algunos libros para que entrasen en su baúl.

— Déjame ayudarte, terminarás mucho más rápido.

Agitó la varita y gritó: ¡Bauleo!

Sus cosas empezaron a revolotear por el cuarto, saliendo de los cajones del escritorio, de la mesilla de noche y del interior del armario. Se tuvo que apartar para que el caldero no le diera en la nariz. Cuando su pijama entró dentro del baúl, se cerró con un golpeteo. Olivia se acercó a poner el candado.

ϟ Thunderstorm → Fred WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora