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Número 12 de Grimmauld Place

Cuando Olivia pudo recuperar el equilibrio, y el estómago le dio una tregua, miró a su alrededor. Estaban en una pequeña plaza, y frente a ellos había edificios enladrillados, sucios y con aspecto antiguo. Algunas de las ventanas de las casa estaban rotas; otras estaban tapadas con papeles de periódico viejos y amarillentos, y algunas más estaban ocultas tras unas cortinas raídas. Una farola parpadeó a su lado. El sitio a donde les habían traído no tenía muy buena pinta, y mucho menos parecía un lugar idóneo para un cuartel. Se preguntó con aprensión cuál de esos edificios era a donde tenía que ir, si el de los periódicos, el de las cortinas raídas, o quizás alguno de los que quedaban más lejos, ocultos por las sombras de la noche bajo una farola que había dejado de funcionar. Ninguna de las opciones le gustó.

Su madre, que le había estado sujetando el pelo negro hacia atrás mientras vomitaba, empezó a masajear suavemente su espalda, trazando círculos de diferentes tamaños, igual que hacía cuando de pequeña se ponía mala. La brisa de la noche le ayudó a despejar un poco su cabeza, y aunque todavía seguía enfadada y presentía una terrible jaqueca aproximarse, ese pequeño gesto de su madre le recordó que, pasara lo que pasara, ellos seguían siendo su familia, las mismas personas que siempre la habían cuidado y querido con todo su corazón, y que una mentira, por muy grande que fuera, no iba a poder borrarle ese sentimiento nunca.

— ¿Estás mejor?

Olivia asintió. Aunque aún tenía unas pocas náuseas, y tal y como había vaticinado, la jaqueca ya estaba haciéndose notar, se sentía mejor que antes; quizás debido a lo que acababa de pensar, o quizás gracias a el delicado masaje que le estaba dando su madre. Tragó con dificultad e hizo una mueca, la boca le sabía horrorosamente mal y la garganta le ardía.

— ¿Dónde estamos?

La farola que estaba a su lado se apagó con un débil silbido, y las pocas que quedaban encendidas la imitaron. Olivia se fijó que Moody tenía un artilugio alargado en las manos, una especie de encendedor en donde todas las luces habían ido a parar. Le recordaba a un mechero de tamaño enorme, o a una cantimplora súper estrecha. Nunca había visto un objeto semejante.

— ¿Qué es eso?

— Aquí no. Las preguntas las contestaremos dentro.

Moody volvió a rebuscar algo dentro de sus bolsillos y le dio un trozo de pergamino a cada uno. El pergamino tenía unas palabras escritas, con trazos estrechos y rápidos; las esquinas del papel estaban cortadas de forma irregular, como si alguien lo hubiese arrancado sin miramientos y con prisa. Arrugó la cara sin comprender qué era lo que quería que hiciera con eso.

— Léelo. Memorízalo.

El cuartel general de la Orden del Fénix está ubicado en el número 12 de Grimmauld Place, en Londres.

Olivia miró hacia los edificios en busca del número 12 para ver cuál era la casa, pero por mucho que repasó cada edificio una y otra vez, no lo encontró. No había nada entre el edificio 11, el de los cristales rotos, y el 13, el de las cortinas raídas, en donde, ahora que se fijaba, había una rata muerta en el alféizar. Volvió a leer el pergamino otras dos veces, asegurándose de que lo había leído bien.

Alzó una ceja.

— No ha ningún nú...

Moody la calló inmediatamente.

— ¡Silencio! Aquí fuera no.

Le quitó el trozo de pergamino de las manos, y antes de que Olivia pudiera protestar, le prendió fuego con la punta de la varita. Tonks hacía lo mismo con los dos trozos de sus padres.

ϟ Thunderstorm → Fred WeasleyWhere stories live. Discover now