Maldiciones útiles

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El rostro de Gretel lucía extraño con su sonrisa cínica. El gesto era peligroso, divertido pero parecía mover los músculos incorrectos, como si se hubiese olvidado de cómo sonreír de la manera correcta. Helga levantó el mentón todo lo que pudo y observó el fino cuello, su prima lucía completamente diferente cuando se recogía el cabello, exponiendo no solo su blanquecina piel, toda ella se transformaba en alguien menos sádica y más imponente. También unos años mayor, sí, pero no solo era eso. En realidad, con el cabello recogido lucía como una chica bastante popular, ególatra, del tipo de chica que saltaba en el asiento trasero de algún descapotable, propiedad de un deportista ricachón de una preparatoria privada. Nunca había notado eso, hasta ese momento, la alemana se veía bien, accesible pero aun imponente. El reflejo parecía burlarse de ella. Gretel parecía burlarse de ella. Pero de una forma diferente, distorsionada y algo aterradora.

- No puedo creerlo. –susurró y era extraño escuchar a la alemana sin su fuerte acento decir las palabras que ella había dicho.

Dos horas atrás, mientras escoltaba a Gretel hacia el local de Big Bob en un sábado, para que trabajara por puro placer y gusto de hacerlo, las dos rubias habían colisionado con una joven mujer, latina. La verdad es que no se habían disculpado con ella y ni siquiera la habían registrado como ser vivo ¡Pero habían estado peleando! ¿Cómo esperaba alguien que recordara los buenos modales que Arnold había insistido en inculcarle si estaba gritándole a su prima? Obviamente la mujer pensaba diferente y... ¿Cuáles eran las probabilidades...? De todas las latinas de cabello negro y rizado que podían encontrar en Hillwood, habían golpeado a una con poderes mágicos.

Si Helga no fuese ella y no hubiese vivido todo lo que había vivido desde era una niña, le hubiese parecido una locura la maldición hasta la media noche que habían recibido. En un parpadeo Gretel y ella habían intercambiado cuerpos y sin la posibilidad de decirle a nadie sobre la maldición. Cláusulas, las maldiciones siempre tenían ese tipo de cláusulas ¿No? Una lección para entenderse, había dicho la Bruja, una lección para pensar en otra persona que no fuesen ellas mismas. La alemana había entrado en una pequeña crisis, nueva en todo ese asunto paranormal ¿Y ella? La había calmado, le había dicho que era mejor hacerse a la idea y actuar según los deseos de la Bruja para que las cosas no salieran mal. Por lo menos no se trataba de una maldición de un pueblo indígena perdido en el Amazonas ni un fantasma vengativo que buscaba asesinar cosas. Solo era un pequeño intercambio de cuerpos. Y solo era hasta media noche ¿El problema? Ahora era ella quien estaba en el baño privado de su padre, mirando el rostro de Gretel y sintiéndose en un Infierno personal.

- ¿Te encuentras bien? Me gustaría discutir contigo algo. –la voz de Big Bob resonó al otro lado.

El deseo de enviarlo a volar hizo que abriera la boca, pero recordó las crecientes amenazas de su prima. Si la alemana iba a jugar su papel como Helga Pataki, ella debía actuar como Gretel von Bismarck hasta medianoche. Y eso incluía...

- ¡Un momento! –gritó, lavándose las manos.

La vibrante risa de su padre la tomó por sorpresa y se detuvo casi en seco al oírlo tan contento.

- No intentes huir de esto, Gretel, te encerraste en mi baño, solo hay una salida. Así que esperaré todo lo necesario. No fue un movimiento muy astuto, señorita. –Big Bob sonó casi paternal, mientras se alejaba de la puerta.

¿Qué...?

Helga parpadeó y miró su reflejo una vez más. Todo eso era extraño. No tenía idea de qué iban a hablar, pero si era sobre celulares o contratos, estaría completamente condenada. El único tipo de economía que entendía era la que estaba alrededor del último libro que había publicado y solo porque su editor le había explicado todo de la mejor manera posible.

Cazando Desafíos [Cacería] «Hey Arnold!»Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum