Cristal

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Despertarme a base de besos es algo que todos deberíamos tener todas las mañanas, nadie estaría de mal humor para ir al colegio, a la universidad o a trabajar. Me río, me parece muy tierno y no puedo resistirme a tener los ojos cerrados para que siga. Él continúa, me acaricia la espalda cuando ve que no reacciona me empuja fuera de la cama. 

Ruedo y me coloco sobre él, mirándole, no sabía que la primera vez estando en la cama con un chico sería algo así. Me río, es raro. Es perfecto. Le doy un beso y me levanto de la cama, Martín está todavía frito y yo me dispongo a despertarlo. Miro el reloj, son las once de la mañana, deberíamos estar despiertos desde las nueve, porque a las seis tenemos que emprender el viaje de vuelta para ir a casa. 


Mi hermano es como yo, a sacado heredado de mi padre ese gen de pequeña marmota, por lo que tengo que lanzarle un par de almohadas hasta que reacciona. Martín acaba siendo el primero en estar listo, yo llamo a la puerta de mi dormitorio inicial, el que iba a compartir esta noche con Angie, pero al final no ha podido ser. Está cerrado. Se escucha de fondo una melodía muy conocida, la misma canción que ayer sonaba en la radio. Es muy extraño que la hayan puesto tan seguidas en un intervalo de tan pocas horas.

Puede haber sido coincidencia. Dejo que acabe mientras vuelvo a llamar. Angie me va a gritar en cuanto entre, ¿cómo voy a reconquistar el corazón de mi amiga? ¿Me seguirá considerando como eso?

Me lo pregunto, quizás esté dormida, quizás haya estado llorando toda la noche y haya pensado en nosotras. Aquel beso fue como si besara en la mejilla a un conocido, fue algo superficial para mí, como un gesto más sin ningún tipo de sentimiento por mi parte, pero para ella significaba mucho más y sé que soy una insensible.

Me canso de tantas dudas, de tanto dar vueltas al mismo tema. Deberíamos conversar. Giro el picaporte después de meter la llave en la cerradura, hay algo que no me permite entrar. Bajo a recepción. No quiero romper la puerta, no me sobra tanto el dinero como para poder pagarla a base de mi insistencia para entrar en el cuarto.

La chica de recepción es bastante agradable, un mujer sonriente de unos treinta años con un jersey gris y el cabello recogido en un moño elegante. Me sonríe y se muestra comprensiva:

-Hemos recibido una llave de la habitación-me explica-. O se ha marchado o tenía intención

-¿Cómo que tenía intención?-pregunto un poco desesperada ya por verla

-A ver... ella le pidió a nuestro conserje que llevase sus maletas hasta un taxi que iba a venir a recogerla, pero no llegan taxis hasta aquí

-¿Podría haber venido alguien a recogerla?

-Al conserje no le fueron entregadas las maletas-me indica la chica examinando el registro de un ordenador con monitor antiguo-. Voy a llamar al encargado.

Nos obligan a esperar dos horas en las que intentamos contactar con Angie a través del teléfono. Una cosa que aquí no funciona muy bien es la cobertura, pero se me hace muy raro que llegando alguno de los ochenta mensajes que debo haber mandado a su número ninguno haya sido respondido. No hay ninguna otra noticia acerca de ella, no podemos saber nada acerca del teléfono de sus padres ni de su familia.

Ni siquiera puedo saber el teléfono de Mariola, me siento perdida y al final, ante la desesperación, después de unas cuantas llamadas y de preguntar en las pistas de esquí y en las tiendas de equipos deciden forzar la puerta. No cuesta tanto hacer que se abra, había una silla que impedía que girase el picaporte y por eso estaba bloqueada la entrada. El dormitorio estaba desordenado y vemos a Angie tumbada, está un poco blanca, no creo que sea a causa del frío.

Lady AbrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora