Día 4: Momento Épico

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ADVERTENCIA: SPOILERS DEL MANGA. LEER BAJO SU PROPIO RIESGO.

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Los héroes fueron su mayor admiración desde que tenía uso de razón. Quería salvar a la gente y detener a los malos como ellos. Si tan solo no fuera tan inseguro de sí mismo...

No recuerda cómo es que se volvió así, quizás siempre le dio terror el que la gente lo mirara más de lo necesario o que se burlaran de él. Esos miles de ojos sobre su persona, juzgando cada paso que daba o cada acción que realizaba, era aterrador. Sus orejas tampoco ayudaban mucho, todos los niños querían acercarse y tocarlas por lo puntiagudas que eran, terminaba huyendo del lugar lo más rápido posible.

Se sentía patético por no hacerles frente, se supone que quería ser un héroe. ¿Qué clase de héroe se vuelve un manojo de nervios con las personas y huye de sus problemas? Al parecer tendría que olvidar todo ese asunto y tratar de seguir una vida común.

Al menos hasta que se cambiaron de ciudad por el trabajo de sus padres. Era su mejor oportunidad, un nuevo rayo de esperanza, un lugar donde nadie le conocía y podía comenzar de cero. Ya no sería un chiquillo introvertido, dejaría de apoyarse en los muros, haría amigos y trabajaría duro para controlar de mejor manera su Particularidad hasta volverse un experto. Por primera vez, se sentía ansioso de que llegara el primer día de clases.

Fue un completo fracaso.

Para empezar, se tropezó al momento de cruzar la puerta, lo que valió que su rostro enrojeciera hasta sus puntiagudas orejas. Luego vino la presentación, al ver todos los ojos de sus compañeros puestos en él supo que no podría decir nada, que las cosas irían igual. 

Tuvo que bajar la mirada al suelo, ni siquiera pudo decir su nombre o las cosas que le gustaban con claridad debido al tartamudeo, su mente estaba en blanco y agradeció que la maestra le permitiera sentarse para acabar con su tortura.

Podía sentir las miradas juzgándolo, burlándose y voces susurrando, seguramente de lo patético que era por ni siquiera decir su nombre de manera correcta. Dejó caer la cabeza entre sus brazos esperando calmar su pesimismo, al final las cosas serían igual a su antiguo hogar. No se fijó en un par de ojitos que le veían con gran curiosidad.

Cuando sonó el timbre de el receso volvió a esconder su cabeza en sus brazos suspirando, las cosas iban igual que antes. Sería un solitario, un raro y aburrido sin gracia el resto de la vida. Su sueño de ser héroe seguiría siendo eso, solo un sueño, una ilusión, una fantasía. Que lástima, sentirse así de derrotado a tan corta edad. Ya no le quedaba esperanza alguna y todo se volvía oscuridad...

-¡Hey, Amajiki!

Al menos eso pensaba.

Una sonrisa brillante junto a unos ojos que le miraban amistosamente bastaron para que todo se iluminara por completo y las esperanzas volvieran a su vida. ¿Es que era posible que cosas buenas como esas le pasaran a alguien como él? 

El mismísimo sol le estaba sonriendo.

Esa vez fue la primera en que Amajiki Tamaki pudo interactuar con sus demás compañeros, con un par de tartamudeos de por medio pero la intención es lo que cuenta. Intercambiaron opiniones de sus héroes favoritos, de los criminales más aterradores que habían visto en la tele y así pasaron el resto del tiempo. Todo gracias a Togata Mirio.

Se volvió la luz de Tamaki, un sol brillante que le ayudaba y le calmaba en momentos importantes, le animaba a hablar con otros compañeros aunque fuera un poco, le animó a mejorar aún más su Quirk. Se volvió su mejor amigo. Se volvió algo tan indispensable en su vida como la necesidad de respirar.

#31DaysBNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora