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Los aires que soplaban en Nahsville solo significaban una cosa: Día de elecciones

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Los aires que soplaban en Nahsville solo significaban una cosa: Día de elecciones. Ya no había campaña ni propuesta que valiera, era todo o nada. Max Cavalier con sus fiestas y mujeres en bikini o Antoine Wallis con su propuesta inclusiva y su sin fin de bazares pro fondos para la graduación y los anuarios. Antoine estaba lleno de nervios... Aunque, ¿cómo no estarlo? Si el día anterior no culminó con buen pie como pretendía. Luego de bajar por el balcón —con ropa puesta claro está—, Abigail lo esperaba con una sonrisa, a lo que él arremetió con un manotazo al aire y refunfuñando de vuelta a casa. La castaña por más que intentó seguirlo y calmarlo, cada intento fue en vano.

Lancaster era una amateur en romper amistades.

—¡Hey, Lena! ¿Cómo te va? Perdón por haberte dejado sola ayer, Lex es demasiado celosa cuando se pone de mal humor —objetó Cavalier mientras le alcanzaba el paso a la boxeadora, la cual se dirigía al Hall.

Lo miró de soslayo. ¿Cavalier hablándole? ¿Qué sigue? ¿Ser la reina del baile homosexual del estúpido de Antoine? Levantó una ceja y, al percatarse de la ausencia de Lex, se encogió de hombros continuando la conversación.

—Me tiene sin cuidado, Max. Cuéntame, ¿cómo te sientes? ¿Ya votaste?

—Pues sí. Voté por mí —susurró—. ¡No le digas a nadie! ¿Por quién votarás tú?

Lena miró al suelo ahogando una carcajada. Hombres al fin y al cabo. Aunque por como conocía a Wallis, era tan patéticamente buena persona que sería capaz de emitir su voto a favor de su contrincante, solamente para quedar bien ante la escuela y ante su amigo. La rubia a pesar de su mala relación con Antón, tenía suficiente sentido común como para saber quién ganaría las elecciones. No lo iba a negar, la propuesta de su compañero era mucho mejor que la del futbolista. 

—No lo sé. Si me das una alita de pollo voto por ti, eh —dijo con un aire de diversión.

—Rayos, no tengo más que tres dólares y cinco centavos. Para la próxima te hago el favor, Crabbits. —Hizo un puchero.

Lena se quedó pensativa. ¿En serio era capaz de comprar votos? 

—¿Qué es tan gracioso, Lena? ¿Tengo un moco seco en la cara o algo? —vociferó alarmado tapándose la cara. Ella negó entre risas.

—Voy a votar, Max. Gracias por tu ofertón pero tengo un derecho que ejercer —culminó con sarcasmo, encaminándose a la mesa de votación, comandada por la capitana de las Zorristas.

Para iluminar su día, su caballero de oro estaba en la misma mesa ejerciendo su derecho al voto. No obstante, sus ojos azules como el cielo estaban tan entornados y fríos que se asemejaban a un zafiro en las profundidades del océano. Arthur estaba de un mal humor, tan notorio que afincaba el bolígrafo con tanta fuerza que rompió la hoja unas tres veces antes de introducir su veredicto en la urna electoral.

Lena se irguió con cautela al lado de éste, y trató de ser lo más cordial que pudo hacia la estúpida de Lex.

—Espero que votes por mi chico. Si no, verás mi venganza ante tu estupidez causada hace un tiempo atrás. No se me olvida, Crabbits.

Se dice de mí ® │CompletaWhere stories live. Discover now