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 —Por favor Filippe, ya casi es Noche vieja

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 —Por favor Filippe, ya casi es Noche vieja. La víspera de Año Nuevo está a la vuelta de la esquina, sé que Lena estaría encantada de un chat grupal. Ya le explicaré a Abigail luego, por ahora es momento de unión sin importar el pasado. Ya es hora de que ambas se comporten como las futuras universitarias que son, ¿no crees?

Lucero venía sugiriéndole una reunión familiar al menos por Skype. El verdadero rollo era ¿Quería su hija hablar con él y con Abigail? A duras penas le respondió su mensaje de Navidad con un "Gracias, largo". Y es que Lena cuando se propone ser un hueso duro de roer, realmente se convierte en el hueso, se mete de lleno en el papel.

Por otro lado, la rubia de las trenzas estaba en las bancas del parque con el chat de su padre abierto. Lo extrañaba demasiado... Y, ¿cómo no extrañarlo, si es su único familiar directo con vida? Su madre está muerta y nunca tuvo hermanos. ¿Acaso la vida conspiraba en su contra? Al parecer, así era. Hayley una vez le comentó que Dios y el destino colocan las pruebas más difíciles a sus guerreros más fuertes y valientes; no obstante, eso no era justo. ¿Sufrir tanto para ser feliz? Aunque si lo meditaba bien, probablemente es porque fue algo malvado en su vida pasada, algo así como una seguidora de Hitler.

El punto consistía, que ni era justa la frase que su mamá le relató aquella noche de verano ni andar pagando sus pecados anteriores en esta vida donde se había portado de maravillas. Por eso no disfrutaba mucho la religión ni nada de esas cosas tan complejas y confusas. Prefería creer en el destino, en su madre —por más descabellados que fuesen sus ideales— y en ella misma. 

—Filippe, ¿en serio no me piensas escribir? —murmuró con aire nostálgico.  

El doctor miró nuevamente hacia su esposa, su corazón casi se salía de su pecho. 

—Está en línea, Lucero.  ¡Está en línea! ¿Qué hago, qué hago? Voy a colapsar cariño. ¡Haz algo!

La mencionada rodó los ojos, su esposo era bien gracioso cuando trataba de comportarse. Aunque no lo culpaba, Lena nunca ha sido una chica fácil de sobrellevar. Es una muchacha con muchos problemas, todo lo contrario a sus hijas.  Le arrebató el celular de las manos y seleccionó la opción de videollamada, a la vez que solicitaba la presencia de Abigail en la sala.

 —¿Papá?—inquirió a través de la pantalla. Estaba diferente: Su piel más blanca de lo normal debido al invierno europeo, un gorro, bufanda y ropa térmica para poder sobrevivir a los grados bajo cero en aquel parque de Londres, cerca del Big Ben. Tenía la nariz y los pómulos rosados debido a las quemaduras por el frío, lucía como una muñequita de porcelana. 

Los Crabbits estaban a punto de almorzar, por lo que ver a su padre junto a Lucero y la estúpida de Abigail le hizo cambiar el semblante. Hizo una mueca.

La repostera no se quedó atrás. Apenas vio el destello amarillo de los cabellos de la boxeadora, rodó los ojos y se cruzó de brazos, notoriamente disgustada ante su presencia.

Se dice de mí ® │CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora