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Capítulo 4. Llegada a Auradon.

Crowns: Llegada a Auradon.

Todos estaban asombrados ante la limosina que habían traído para recoger a los cuatro seleccionados. Jay recorrió con su vista el largo vehículo, notando que al final de éste había una especie de adorno dorado, y sin dudarlo ni un segundo se acercó a el.

Luego de verificar que el chofer no lo observaba, se quitó el gorro y lo coló encima del adorno, para después arrancarlo sin problema.

—¡Ahg! Huele a gente común.— Se quejó la Reina luego de salir del Castillo de las Gangas.

—¡Vuelve aquí, ahora!— Gritó Cruella aún adentro.—¡Carlos!

El pequeño peliblanco/negro corrió asustado hacia el vehículo, para después aventar la bolsa que contenía sus cosas a la cajuela, y entrar rápidamente a la limosina seguido de Evie.

—Ingrato.— Murmuró Cruella al ver que su hijo se había salido con la suya.

En ese momento, Mal salió con su mochila en hombros. Se la entrego al chofer y antes de entrar al auto, miró hacia arriba, encontrándose con los ojos verdes y brillantes de su madre.

Ésta le hizo una seña, y Mal rápidamente captó el mensaje. No podía fallar en su misión, depende de ella y de sus compañeros el conseguir la varita y liberar a todos lo villanos. Ésta era la oportunidad para demostrar lo malvada que era.

[...]

Los dos herederos, el hada Madrina, la banda de las escuelas y la princesa Audrey ya se encontraban en la entrada de la preparatoria, listos para recibir a los hijos de villanos.

Roxy estaba algo inquieta, aparte de que le molestaba que la mimada y perfecta novia de su hermano estuviera ahí, no sabía cómo cambiaría las cosas con la llegada de esos chicos. Además, había una cierta persona a la cual Roxy aún no le había comentado que trajo al descendiente del enemigo de sus padres. Y esa persona era su mejor amiga.

Hace como un año, su amiga se había dio al reino de sus padres, pues habían tenido un problema con los ciudadanos y animales que habitaban ahí. La princesa no había tenido tiempo de comentarle a su mejor amiga sobre quienes eran los villanos a los que habían escogido, por lo tanto esperaba que cuando ella regresara, los hijos de sus enemigos ya habrían escogido el camino del bien.

La banda comenzó a tocar, sacando de sus pensamientos a la princesa, e indicando que la limosina estaba llegando.

El vehículo negro apareció frente a ellos. El chofer bajó, y se dirigió a abrir la puerta de atrás, de donde salieron dos muchachos.

—¡No!— Gritó un chico pequeño tirado en el suelo. Él tenía cabellos blancos y negros, y vestía con pieles falsas.—¡Tienes todo lo demás! ¿Por qué quieres esto que no se que es?

—¡Porque tú lo quieres!— Contestó entre dientes el muchacho de pie. Éste era moreno, de cabello largo y muy fuerte.—¡Dámelo!

Después de eso, salieron dos chicas. Una vestida totalmente de morado, y la otra de azul. Al ver a ésta última, Roxy frunció el ceño. Por alguna razón ella se le hacía muy familiar. Sentía que la había visto antes, pero no podía ser posible. Ella venía de la Isla, y Roxy jamás había ido para allá. Por lo que no pudieron haberse conocido o siquiera visto.

—¡Chicos, chicos!— Regañó la pelimorada.—Tenemos publico.

—Solo... limpiábamos.— Rió con nervios el moreno.—Levántate...— Murmuró poniendo de pie al pequeño.

—¡Déjenlo como estaba!— Pidió el Hada Madrina con su singular voz cantora.—Y me refiero a que lo dejen de verdad.

Ambos chicos se miraron entre sí, para después poner todas las cosas que tomaron devuelta en la limusina. Jay volvió su mirada a las cuatro personas frente a él, notando por fin a las dos princesas.