Si no tardas mucho

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¿Dónde se torció?

Aitana se lo pregunta muchas veces cuando no puede dormir, como esa misma noche.

Su abuelo, amigo de los refranes, suele decir que Árbol que nace torcido, su tronco nunca endereza.

Quizá ellos son así. Quizá nacieron torcidos.

Al fin nacieron de una mentira. O de un engaño.

Se mintieron a sí mismos durante tanto tiempo y engañaron a los demás al negar lo que había entre ellos.

Pero en algún momento después del primer beso se creyeron invencibles.

Tú y yo, nacidos para la gloria.

Los millones de mariposas que revoloteaban en su estómago cada vez que él la miraba, subían raudas a su cerebro y acallaban las voces traicioneras que le susurraban que aquello no podía terminar bien.

Ella no quería que terminase bien. Solo quería que no terminase.

Ahora se arrepiente de todos los besos que no le dio cuando no tenía que escuchar al resto del mundo. Allí dentro.

¿Cuándo empezó a morir?

En los momentos de sinceridad consigo misma, es capaz de reconocer que no ha muerto.

Si lo analiza, cada una de las emociones que sentía entonces sigue presentes.

Su estómago aún se precipitaba al suelo cada vez que él la besaba en los últimos tiempos. Su piel se erizaba y sentía fiebre cuando notaba su mano, grande y cálida en la base de la espalda.

Así que no. No ha muerto.

Tendría que averiguar cuando las voces traicioneras se convirtieron en gritos que ya no podía ignorar.

Pero las peores son las voces que no son gritos.

Está la voz de su madre. Suave. Preocupada. Expresando los temores naturales de una madre por su hija que apenas acaba de abandonar la niñez.

Está la voz de su padre. Ronca. Aterrado de haberla puesto en el punto de mira para quedarse a medio camino al vincular sus carreras.

Y la voz de Olga. Constante. Cómo un canto de sirena. Pintándole un futuro brillante y lleno de emociones y experiencias que no llegarán si se queda junto a él.

Y la propia voz de su cabeza, una amalgama de todas las anteriores y sus propios miedos e inseguridades.

Tienes diecinueve años, le susurra. Hay tanto que nunca has experimentado.

Nunca ha vivido sola.

No importa si el ruido de la puerta al quedarse sola en su nuevo piso por primera vez sonó como un trueno que anunciaba tormenta.

No importa si le sobran metros de espacio y metros de cama y le faltan voces y risas.

Nunca ha tenido un rollo de una noche.

Se pregunta como será y se siente tentada de hacerlo, la primera vez que se sitúan en compás de espera.

Localiza al hombre más guapo de toda la discoteca y pestañea. No tiene que hacer mucho más.

Pero llegado el momento de la verdad siente náuseas y repulsión ante la idea de besar a otro hombre.

Será cuestión de tiempo, le dicen sus amigas. Conocerá a decenas de hombres espectaculares, modelos, cantantes, deportistas.

Si no tardas muchoWhere stories live. Discover now