Capítulo 2: Ética y moral

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Hacer dormir a un bebé cuesta demasiado. Hay que estar atenta a que le has dado la cantidad suficiente de leche, si le has cambiado bien los pañales y también si es que ha eructado para que no tenga cólicos durante su siesta; o al menos eso dijo Elisa.

Los libros siempre nos recomiendan tener buena conducta para poder expresárselos al bebé, así este puede percibir las buenas vibras. Puede que algunas veces sea algo difícil de expresar, pero todo depende de quién se lo proponga.

Yo, por ejemplo: no me sentía nada motivada mientras lo hacía dormir y creo que esto le afectó en el sueño. Lo mesía de un lado para otro para calmarlo, pero creo que terminé cansándome más que yo Adrián.

Lo único que quería era que se durmiera para poder yo también descansar.

Al otro día tenía clases y llegaría con las ojeras hasta los suelos si no lograba hacerlo dormir.

Se quedó finalmente dormido en cuanto ambos nos sentamos en la cama. La agitación talvez lo estaba distrayendo y no lo dejaba descansar como es debido. Eso también quería decir que yo acababa de gastar energías meciéndolo por las puras. Sentía mis brazos muy cansados, como si acabara de levantar pesas.

No quise dejar mis cosas listas para el otro día ya que el cansancio me ganaba en esos momentos. Sólo abrí las tapas y me acosté junto al bebé. Apagué la lámpara enseguida y con sol apoyar mi cabeza en la almohada me quedé profundamente dormida.

Adrián se despertó como a mitad de la noche. No sé que cómo, pero sé que sus llantos me despertaron en cuanto los escuché claramente.

Encendí la lámpara y con cuidado tomé al pequeño entre mis brazos.

— ¿Qué pasa bebé? —Murmuré mientras intentaba encontrar sus ojos con los míos. Él movía su cabeza de un lado a otro mientras sus manos y piernas se agitaban por el llanto. Creí que tal vez la leche si le había dado cólicos, así que me puse de pie y apoyé su cabeza contra mi hombro. Comencé a darle unos pequeños golpecitos en la espalda como Elisa lo había hecho antes.

Efectivamente; solo eructó una vez y volvió a quedarse dormido en mis brazos. Lo recosté en la cama y lo arropé bien para que no sintiera frío.

Di un gran suspiro y pasé una de mis manos por mi desordenado cabello. El sueño se había esfumado de un momento a otro, y sabía que eso era algo muy malo. Recobrar el sueño para mí era algo muy difícil. Una vez que me despertaba no volvía a quedarme dormida, pero a las horas después ese sueño me pasaba la cuenta.

Miré mi reloj y cerré fuertemente los ojos. Eran recién las tres de la mañana y cuando amaneciera tenía que ir a la escuela. El sueño volvería como en unas horas más, eso quería decir que no dormiría absolutamente nada.

Me acerqué a mi escritorio y tomé uno de mis cuadernos. Lo abrí en cualquier página. Luego tomé un lápiz junto a un borrador.

Si no dormía al menos podía hacer algo más; y entre las cosas que se vinieron a mi mente era las palabras con las que le diría a mamá sobre Adrián.

Siempre puse el lápiz sobre la hoja, pero en cuanto quería comenzar a escribir me imaginaba a mi madre leyéndolo. Pensaba en que diría: « ¿Cómo que te lo encontraste? » o « ¿Crees que soy tonta como para creérmelo? »

Mamá no me había visto en el transcurso de un año, así que perfectamente podía llegar a imaginarse que yo podría haber tenido este hijo sin habérselo contado. Además, mis hermanas le echarían sal a la herida en cuanto supieran.

Puede que el bebé haya llegado en un mal momento, pero no se podía evitar.

Finalmente me rendí y dejé el cuaderno abierto junto con el lápiz y lo demás. Miré mi reloj: eran las cinco de la mañana. Siempre me levantaba a las siete para poder tener algo de tiempo extra, o tal vez sólo porque desertaba por la luz que se asomaba por mi ventana. Siempre había tenido ese problema de que si veía la luz por las mañanas no volvía a tener sueño. I cuerpo actuaba por instinto a la oscuridad.

Única opción ©Where stories live. Discover now