Capitulo 1

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—Renato ¿te podés apurar? y dejate quieto ese moño, hijo, por favor. —Su mamá lo apuró, dejando caer la larga falda de su vestido azul para agarrarlo por la muñeca, obligándolo a apurar el paso.

—Dale, cabezón, ponele onda —su papá lo miró por sobre el hombro. —Es la noche de tu hermana, mostrá un poco de entusiasmo.

—Dudo de que haya probabilidad de que Brunita tenga suerte, viejo. —Se burló el menor de los varones de la familia.

—¿Por qué no te vas a cagar, forro?

—¡Bruna! —exclamó su mamá.

—Con esa boquita no creo que el principito te elija. —Renato dijo con ironía. —Además ¿no viste la cantidad de autos que hay ahí estacionados? ¿en serio creés que tenés oportunidad?

—¿Te podés callar imbécil? ¡Mamá, decile que se calle! Me está poniendo nerviosa. —Bruna se quejó, abanicándose el rostro que empezaba a ponerse colorado por el esfuerzo que estaba significando subir las altas escaleras de la mansión. —No entiendo ni por qué vino.

—La invitación era clara, hija. Decía: a Lorenzo y Valeria Quattordio Dolhagaray e hijos.

—Tendría que haberme ido a lo de Valentino así no me hacían venir... —Renato refunfuñó por lo bajo, luchando débilmente contra los tirones que su mamá le daba al puño de su camisa para obligarlo a avanzar por la escalinata.

—Renato ¿podés aflojar un poco con la mala onda? esto es re importante para mi. —Bruna le pidió acomodándose los bucles sobre el hombro mientras retomaba el camino hacia la entrada de la mansión. 

Parecía que Bruna le estaba hablando en serio, muy en serio. Como si de verdad confiase en que según lo que sucediera esa noche, la vida iba a cambiarle para siempre. Y a Renato le molestó mucho, lo hizo enojar.

—No entiendo por qué tenés tantas ganas de que este chabón te elija, Bruna ¡ni lo conocés! ¡no sabés nada de él! ¡puede ser un demente o algo así! —exclamó soltándose del agarre de su madre y enfrentando a su hermana menor —Solamente sabemos que su familia está forrada en guita, claro... pero pensaba que vos eras más inteligente que esto, Bruna. Ni el nombre del chabón sabés.

—Sí lo sé, se llama Alejo. —Bruna se defendió acercándose con cara de víctima a su padre, que miraba a Renato como deseando haberlo dejado en casa.

—¿Eso es todo lo que tenés para decir, Bruna? ¿No pensaste ni un poco en lo que hablamos en casa? ¡Está mal que te vendas así! Vos sos una piba linda, inteligente y no te merecés que..

—¡Bueno, suficiente! ¡Basta Renato! Ya no te aguanto más esta faceta rebelde que se te dió por tener ahora, es una oportunidad enorme para tu hermana y para toda la familia y la vas a respetar. —Su mamá le gritó enfurecida y Renato pudo ver como su padre miraba hacia todos lados, cerciorándose de que nadie pudiera presenciar la escena que estaban dando. —A vos te gusta mucho ir al colegio, a fútbol... Te gusta mucho llegar a casa, llenarte la panza e irte a dormir o encerrarte en tu cuarto a pintar ¡pero las cosas cuestan! ¡y a tu viejo lo echaron del laburo y nos estamos quedando sin plata! ya no nos alcanza con mi sueldo y lo que nos manda Valentino de España, así que si viene un millonario y se quiere casar con mi hija ¡le voy a decir que sí! La prefiero casada que muerta de hambre.

Renato sabía que las cosas habían estado mal desde que a su papá lo echaron de la distribuidora de vinos, pero no se imaginaba que su madre estuviera tan desesperada como para estar dispuesta a entregar a su hija de dieciséis años. Se asustó un poco por el brillo preocupado en los ojos de la mujer que siempre había sido la más dulce y calmada de las madres y no pudo evitar retroceder un poco.

Valeria, al ver el semblante sombrío que su hijo había tomado luego de su exabrupto, suspiró y volvió a tomarlo de la mano intentando levantarte el ánimo, arrepintiéndose de haber reaccionado cómo lo hizo. 

—Perdoname chiquito, no te quiero gritar pero... Vamos adentró ¿bueno? Yo sé que no te gustan estas cosas, pero es un rato nada más. Entramos, comemos, bailamos y nos divertimos un rato. —Renato la miró con ojos desconfiados y su madre sonrió ante la suspicacia de su hijo. —Te prometo que no voy a intentar vender a tu hermana como pan caliente ¿Okay? 

Renato, aunque aún reticente, asintió con la cabeza ante la simpatía de su madre que le sonrió brillante y orgullosa. 

Bruna y su mamá se agarraron a los brazos que su padre les ofrecía y comenzaron a caminar los pocos metros que restaban hacia la estrafalaria entrada y a Renato no le quedó más remedio que seguirlos, acomodándose con odio el moño que no lo estaba dejando respirar.

Todo le parecía tan raro...

La renombrada familia Gallicchio de la nada haya decidido volver a aparecer después de años de haber emigrado a Italia, poblando una vez más la mansión enorme que había permanecido vacía por más de quince años. 

También estaba el hecho de que, a pesar de que se sabía que habían vuelto hace casi dos meses, nadie podía afirmar haberlos visto. Ni siquiera se sabía qué miembros de la familia habían regresado, sólo se rumoreaba que se trataba de dos hombres y una mujer pero se desconocía la edad o siquiera los nombres.

Por otro lado, para Renato que tenía dieciocho años, era rarísimo que en pleno siglo XXI un millonario -que encima era un auténtico Conde- organizara una gala supuestamente para elegir pareja. Rarisimo y bastante anticuado. Para colmo se trataba de una gala de esas temáticas que te obligaban a ir vestidos de una forma determinada o no te dejan pasar, por eso ahora mismo se encontraba peleando a muerte con el chaleco y la pajarita que su madre le había conseguido del negocio de ropa usada de Gladys, la abuela de su vecina.

Pero lo más raro de todo para el adolescente indignado que ahora esperaba de brazos cruzados y ceño fruncido a que los guardias comprobaran las invitaciones, era el hecho de que los hubieran invitado a ellos. A los Quattordio, una familia chiquita de clase media/ baja completamente ajena al círculo de nobleza, riqueza, negocios y política en donde los Gallicchio se movían.

Nada tenía sentido y le daba mucha bronca que su familia no le diera bola en sus cavilaciones. "Ves muchas películas, Tato" le dijo su hermana, "es una oportunidad hermosa y hay que estar agradecidos" le dijo su mamá, "es una gala con cena y todo gratis hijo, a caballo regalado no se le miran los dientes" le dijo su papá. Sin embargo, Renato seguía sin poder ignorar el presentimiento que le oprimía el pecho.

Intentando dejar de lado todo lo que no paraba de darle vueltas en la cabeza y bajo la amenazante mirada de su madre que prometía matarlo si armaba algún escándalo, Renato suspiró y aceptó la máscara negra que la mujer de la entrada (también disfrazada) le ofrecía, animándolo a ponérsela.

Encima no era una simple gala. Era nada más y nada menos que un baile de máscaras, pensó Renato poniendo los ojos en blanco. 

SalvatoreWhere stories live. Discover now