Capítulo 4

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-¿En serio te has enfadado? - preguntó Natalia sorprendida.

Cuando había entrado en la habitación se había encontrado a una Alba ya metida en la cama dándole la espalda. Había intentado hablar con ella, tocarla o abrazarla, pero era inútil, la ley del hielo parecía haberse impuesto y Alba la rehuía totalmente. 

Habían tenido un día maravilloso en el que a pesar de haber mantenido algunas distancias consiguieron que los leves momentos en los que estuvieron juntas, en el que se miraron o tocaron mereciese la pena. 

Después de lo que había pasado hacia un par de noches, sus miradas y ganas de estar juntas habían aumentado considerablemente, pero sabían que tenían que mantener las apariencias para que las alarmas no saltasen. Afuera mantenían su papel de indiferentes, pero dentro de aquella habitación que era su refugio dejaban fluir esa necesidad primaria de contacto, de cariño que tenían. 

Por eso se había sorprendido Natalia al descubrir que Alba sí que se había enfadado de verdad y todo porque había jugado al escondite en vez de estar con ella. 

-Te estás comportando como una cría - le recriminó. 

Alba se giró y la fulminó con la mirada. Quizás no era la mejor idea haber dicho aquello. 

-¿En serio? - espetó Alba molesta. 

Natalia alzó las manos en señal de rendición. 

-No quiero pelear... - murmuró.
-¿Y qué es lo que quieres? - gruñó.
-Quiero... - se acercó lentamente a la otra acariciándole mejilla con suavidad. 

Alba siguió frunciendo el ceño, pero no se apartó, ya era un avance. 

-Tocarte... - se lamió los labios sin dejar de acariciar su mejilla- Abrazarte... Besarte... - sus dedos se deslizaron hasta los labios de la otra, rozándolos.

-Pues hace una hora parecía que no querías ni estar cerca de mi - se apartó levemente pero no lo suficiente para romper el contacto. 

Natalia soltó una carcajada y solo consiguió recibir un golpe de Alba en el muslo totalmente enfadada porque se lo tomara a risa.

-No puedes decirme eso en serio... - dijo Natalia sobándose la zona del golpe aun riéndose.
Alba la fulminó con la mirada y se cruzó de brazos. 

Natalia suspiró con suavidad y comenzó a moverse lentamente hasta obligó a la otra a tumbarse boca arriba, colocándose sobre ella y dejando sus rostros a escasos centímetros. 

-Hace una hora... - comenzó a decir Natalia mientras acariciaba el rostro de la otra y la miraba a los ojos con intensidad- cuando estaba intentando enseñarte los acordes y me mirabas con toda tu atención, rozándome con tus manos, tan cerca de mí que tu olor me embriagaba... No te imaginas lo difícil que era para mí concentrarme -pudo ver como la mirada de Alba se iba suavizando poco a poco- Lo difícil que era no tirar la guitarra a un lado, cogerte de la cintura, ponerte sobre mí y besarte hasta dejarte sin sentido - se inclinó atrapando los labios de la otra entre los suyos. 

Alba gimió en el beso y alzó la cabeza para profundizarlo, pero Natalia se separó para volver a mirarla a los ojos. 

- De verdad no tienes ni idea del efecto que tienes en mí, ¿no? - preguntó Natalia con suavidad mirándola con adoración. 

Alba negó con la cabeza lentamente. 

- Cada vez que te miro mi corazón se desboca... - se inclinó de nuevo pero esta vez sus labios fueron a parar al cuello de la otra- Cada vez que tocas mi piel se eriza y siento como si una descarga eléctrica recorriera mi cuerpo... - mordisqueó su cuello levemente- Cada vez que te oigo cantar siento como si fuese a tener un orgasmo... - llegó hasta su oído y susurró - no puedo dejar de pensar en ti, de querer tocarte, besarte, sentirte... Me tienes loca. 

Una habitación a oscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora