III. Deseo

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—Vamos, mételo rápido.

La voz de Harry irrumpió en el silencio de la noche, atravesando la oscuridad como un relámpago. El sonido húmedo del contacto físico era lo único que se escuchaba momentos después mientras el moreno, con la espalda contra las sábanas mojadas con semen y sudor, se retorcía por el placer carnal que le provocaban los besos de Draco contra su cuello.

Como si deliberadamente hubiera ignorado su petición, Draco acarició su piel desnuda y ardiente con sus siempre frías manos y le besó hasta el alma, usando dientes y lengua mientras Harry, sin pudor alguno, gemía y jadeaba, rogando por más, siempre por más.

Estar con Draco era cómo ser el amante de un dios del sexo. Desde la primera vez que durmieron juntos, Harry llegó a la conclusión de que, sin importar si estaba arriba o abajo, cada experiencia era única e irrepetiblemente placentera, que no había ser humano sobre la faz de la tierra que lo hiciera sentir así, nunca, y vaya que Harry había tenido bastantes compañeros sexuales después de que su relación con Ginny fracasara. Sin embargo, no fue hasta que Draco llegó a su vida que Harry descubrió lo que significaba el verdadero placer. El placer de poseer y ser poseído, en tantas y tan diversas formas que todo se volvía una locura.

Por supuesto, no podía ser de otra manera cuando tu amante era mitad veela. Sus encantos naturales podían ponerte erecto en cuestión de segundos y sus feromonas hacerte caer de rodillas y rogar siempre por más. Sin embargo, no era sólo cuestión de atracción, sino de placer también. Estar cerca de un veela podía ser agradable, pero mantener relaciones sexuales con uno era el cielo y Harry lo sabía de primera mano.

—Pareces realmente impaciente. Me encanta. —Draco susurró a su oído con voz ronca y sensual. Los vellos de Harry se pusieron de punta y su entrepierna dio un respingo.

—Han sido siglos. —Intentó excusarse, aún con la mente nublada, restregándose sin pudor contra el cuerpo de su amante.

Draco soltó una carcajadita juguetona que no hizo más que encender más al joven auror.

—Ha sido sólo una semana.

—Una jodida semana de mierda. No quiero estar lejos de ti nunca más. Vamos, ahora fóllame.

Draco soltó un gruñido que era casi animal y Harry pudo oler, casi de inmediato, el dulce aroma de sus feromonas antes de ser penetrado de una sola estocada, el líquido pre seminal del pene del veela usado como único lubricante. Era realmente gratificante para Harry saber que no era el único perdiendo la cabeza por eso.

Harry pudo sentir cómo las paredes de su interior iban cediendo poco a poco. Cómo el pene de Draco se abría paso. Pudo sentir cada vena en su glande y la dureza de su cabeza y era simplemente delicioso. Pudo sentir como su interior ardía y palpitaba y la sensación se incrementó cuando, de un solo golpe, Draco dio contra su delicada y ya muy estimulada próstata.

Harry casi se corrió solo por eso.

—Estás tan apretado. Tan caliente.

Dijo Draco con los dientes apretados y Harry solo pudo afirmar con un gruñido lujurioso que se perdió en la oscuridad de las cuatro paredes de su habitación. El pene de Draco entraba y salía de él, golpeándolo en su punto dulce sin piedad y Harry se aferró a su espalda pálida cubierta de salado sudor.

—Más, Draco, más.

Draco le respondió con un beso húmedo y acelerando la velocidad de sus movimientos. Harry, en un impulso por sentirse mejor, enredó las piernas alrededor de la cintura de Malfoy y levantó la cabeza para mordisquear el cuello de su amante. Estaba consciente de lo mucho que Draco detestaba ser marcado, pero Harry simplemente no podía reprimir el impulso de dejar algo en él que le gritara al mundo que tenía dueño, que le pertenecía a él y a nadie más. Por supuesto, Draco no protestó cuando los dientes de Harry se cerraron alrededor de la delicada piel de su cuello y mucho menos cuando comenzó a succionar, sino todo lo contrario.

Monster.Where stories live. Discover now