LXXXIX. Mala Decisión

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El Norte

Cuando estaba dormido, podía volver a la vida que solía tener: se veía cazando con Robb en medio del bosque, se gastaban bromas sobre las doncellas de Winterferll, a veces también estaba Jon Snow, el bastardo como siempre, lo miraba con desprecio y le recordaba lo detestable que era; en otros sueños, se veía cumpliendo la justicia del Rey junto a Lord Stark, él cumplía su función de pupilo y le entregaba a Hielo, el enorme mandoble, para que ajusticiara a los desertores de la Guardia Nocturna; y en sus sueños más dulces, estaba ella, con el cabello rojo como fuego, riendo de sus bromas sinsentido, veía a su hijo caminando alrededor de la cama, lo veía paseando en medio de un campo de palomas. Los veía a los tres, Ellys, Harwyn y él, convertidos en aquella familia feliz que jamás podrían ser. Pero cuando el agua helada le caía sobre el pecho, esos sueños desaparecían y la pesadilla que ahora era su realidad se mostraba en todo su esplendor.

Había estado en ese sitio por mucho tiempo, ¿meses?, ¿años?, no, no. Eran solo semanas, tenían que ser solo semanas, pues de otra forma ya estaría muerto.
Lo mantenían atado de pies y manos a una enorme "X" hecha de madera, con el torso descubierto y los mismos pantalones que se puso aquella mañana en Winterferll, cuando pensó que iría a morir a la batalla contra el ejercito de Rodrik Cassel. Estaba cubierto por su propia mierda y por sus orines, apestaba, se asqueaba de sí mismo.

La mayor parte del tiempo su cabeza estaba tapada con un saco de tela oscura para que no pudiera ver a sus atacantes. Sólo los sentía.

Se acercaban a cualquier hora, le lanzaban agua helada y empezaban a interrogarlo.

-¿Por qué tomaste Winterferll? -preguntó un hombre con voz ronca y espesa, como la de un borracho- ¿Quién te dio la orden?

-¡Nadie me dio la orden! -respondió él.

-¡Mientes! -gritó el atacante. Y ajustó más las tuercas que le apretaban los tobillos.

Theon soltó un grito ahogado, podía sentir como sus pies se torcían en ángulos antinaturales.

-¿Por qué tomaste Winterferll? -repitió el hombre.

-Quería traerle gloria a mi Casa y a mi padre -contestó. Un hilillo de saliva causado por el dolor, corrió por su mentón.

-Mientes -rió el hombre, y volvió a apretar la tuerca.

Los gritos de Theon chocaban contra las paredes vacías, y volvían en forma de eco.
El hombre le retiró el saco de la cabeza, era un sujeto de rostro deforme, con tres dientes salidos y la estatura un poco más alta que la de un enano.

-Por favor... Digame en donde estoy -le rogó Greyjoy.

Él hombre le mostró su espeluznante sonrisa y sacó un cuchillo fino de su bolsillo trasero.
Rodeó la cruz y tomó entre sus manos uno de los dedos del prisionero.

-Una última vez -dijo con voz pausada- ¿Por qué tomaste Winterferll?

Theon no respondió, ya no tenía nada que decir. Todas las respuestas que sabía, ya se las había dado a los otros torturadores.

El hombre sujetó con fuerza el dedo, y poco a poco fue introduciendo la punta del cuchillo entre la uña y la carne.

-¡Por favor! -chilló entre lágrimas, quien fuera el Príncipe de Winterferll.

-¡Responde! -le ordenó el hombre, introduciendo aún más el cuchillo.

-¡Lo tomé porque odio a los Stark, los odio por mantenerme prisionero!

Los Últimos Reyne | Fanfic GOTWhere stories live. Discover now