Los Últimos Reyne | Fanfic GOT

CI. El Maestre Sin Cadenas

Tierra De Los Ríos
Harrenhal

Muy a lo lejos se oían los últimos estragos de una batalla sencilla.

Mientras descansaban desnudos sobre el lecho que habían compartido, Robb le contó a Ellys que toda la información que recibieron sobre la guarnición Lannister, era una mentira. No eran ciento cincuenta soldados armados, listos para un largo asedio; eran a penas cincuenta hombres que se habían quedado rezagados después de que Tywin Lannister volviera a Roca Casterly. En su mayoría jóvenes hambrientos, sin experiencia en batalla: escuderos, cuyos señores habían muerto; mozos de cuadra; coperos y cocineros. Nadie que significara un verdadero peligro. Cuando él marchó al frente, no encontró ningún bando enemigo, ellos habían ido por los flancos, buscando burlar a los norteños y seguir su rumbo al Oeste. Pero se encontraron con el ejercito de Roose Bolton, que los aniquiló sin miramientos.

—Cuando fui hacía los flancos, Lord Bolton me dijo que tal vez algunos soldados infiltrados se habían escondido por los bosques, estuvimos buscándolos por horas —dijo Robb.

—¿Y cómo te hiciste esto? —Ellys le señaló el golpe de su rostro.

—Encontramos a tres hombres escondidos a varias leguas de aquí, trataron de atacarnos, pero estaban muy débiles para pelear... Sólo me hicieron esto, pero ellos perdieron la vida —contestó con culpa— Estaban desesperados por volver a su hogar, con sus familias... Con las personas que aman.

—Eran vasallos de los Lannister, les servían a Lord Tywin, eso los convierte en tus enemigos —dijo Ellys.

—Estoy seguro que la mayoría de ellos, ni siquiera habían visto a Lord Tywin en su vida —continuó el rey.

—Pero esto es una guerra, muere gente inocente, tenía que hacerse —Ellys apoyó la cabeza en sus hombros, y le dio un beso en la mejilla— Lo importante es que tú estás aquí... —susurró.

Por debajo de las sábanas, Robb le acarició el largo de la espalda, al llegar a las caderas, subió la mano hasta su abdomen y formó pequeños círculos alrededor de su ombligo, sus movimientos eran suaves y placenteros.
Ellys quiso poseerlo otra vez.
Mientras Robb la tocaba, ella llevó una de sus manos hasta su miembro inerte y lo masajeó con cuidado hasta que estuvo erecto nuevamente.

—¿Crees que el rey pueda quedarse aquí un poco más? —preguntó Ellys.

—Dioses... —jadeó Robb— No creo que tenga el valor de dejar esta cama alguna vez.

Ambos rieron tan fuerte que las carcajadas parecieron invadir todo Harrenhal. Por varias horas, no fueron el Rey en el Norte y la esposa abandonada de un traidor. Fueron tan sólo un par de chiquillos desbordantes de pasión.

Robb dejó la alcoba ya bien entrada la tarde para ir a reunirse con los altos señores que lo habían acompañado en la lucha del día previo. No sin antes pedirle permiso para volver a acompañarla esa noche.

—Esta noche, y todas las que quieras —respondió ella.

«Sólo una semana más». Se dijo. «Una semana, y después iré con mi padre».

Poco después de que Robb se fuera, Qyburn llegó para tratar las heridas de Ellys. Limpió con cuidado las cicatrices de las manos y pies, y aplicó el ungüento blancuzco que le había echado cuando estaba en la celda.

—Si me permite decirlo, tiene una piel hermosa, mi lady —apreció Qyburn— No le quedará ninguna marca, es una suerte...