T R E I N T A

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Annabelle

Había trascurrido horas desde que el sol salió cuando los dos hombres que trajeron nuestra comida la noche anterior irrumpieron de nuevo en la habitación fría y gris en la que éramos retenidas

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Había trascurrido horas desde que el sol salió cuando los dos hombres que trajeron nuestra comida la noche anterior irrumpieron de nuevo en la habitación fría y gris en la que éramos retenidas. Ambos llevaban consigo dos cubetas de agua y una bolsa grande de lona. Pero no me dio tiempo de mirar demasiado que llevaban allí, pues mi atención se centró en el hecho de que no venían solos.

Declan estaba un paso por detrás de ellos y prácticamente sentí mi corazón detenerse cuando sus ojos se posaron en mí. Se acercó, con pasos perezosos, a medida que mi respiración se volvía superficial. Entonces me saco de la habitación y lo último que vi antes de salir fue como esos dos hombres cerraban sus repulsivas y carnosas manos en los brazos de las gemelas, poniéndolas de pie y desnudándolas.

April grito. Las gemelas gritaron. Yo grite. Y eso solo sirvió para que ellos, junto a Declan, dejaran salir estruendosas carcajadas llenas de maldad. La puerta se cerró en mi rostro y los gritos de las chicas y las risas de esos dos hombres se desvanecieron.

—¿Qué van a hacerle a ellas? ¿A dónde me llevas? —pregunté, jadeante, mientras intentaba seguirle el paso. Pero era imposible. Declan tiraba de mí brazo con fuerza y estaba tropezando detrás de él en vez de caminando. La banda de acero en mi tobillo mordía mi piel y me impedía aún más seguir su ritmo—. ¡Suéltame, Declan!

Los pasillos por los que me conducían eran deteriorados, polvorientos y absolutamente escalofriantes a pesar de las ventanas grandes que había por toda la extensión del pasillo. Solo se veían árboles, cientos de ellos, no había ni una señal que me dijera en donde estaba o qué lugar era este. En pánico, intente resistirme a su agarre mortal en mi brazo, plantando mis pies descalzos en el suelo caliente y de baldosas para evitar ser llevada a dónde demonios él quería.

Declan me miró y gruño, tirando tan fuerte de mí brazo que pensé que había dislocado mi hombro.

—¡Camina! —ordeno con un rugido.

No dijo nada más y yo trate de nuevo de zafarme de su sujeción y correr. No sabía a donde correría pero tenía que intentarlo. Sin embargo, tras otros tres intentos, colme su paciencia y él puso un cuchillo en mi cuello, cesando así mis ideas de escape. Sentía la hoja cortar un poco la piel de mi cuello y me abstuve de respirar.

—Así me gusta —dijo él en mi oído mientras seguíamos caminando por el pasillo que parecía no tener un fin—. Obediente. Sigue caminando, Annabelle. Y no intentes resistirte o haré que tus amiguitas paguen por ello.

Mordí mi mejilla al escucharlo y continué avanzando, su amenaza revolviendo mis entrañas. Pasamos delante de un montón de puertas, cada una más oxidada que la anterior. Sea cual sea este lugar, estaba completamente abandonado, incluso había enredaderas subiendo por las paredes y el techo. Parecía un manicomio, y con cada curva que tomábamos, esperaba ver una camilla vieja o un fantasma para confirmarlo. Declan presiono más el cuchillo en mi cuello al tiempo en que silbaba una alegre canción. Finalmente, tras largos minutos de caminata, llegamos a una puerta de metal en cuya superficie había una placa que decía: «sótano»

PURGATORIO |Souls Fractured #2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora