CAPÍTULO 1

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I

La mansión Gray se alza tan imponente como siempre

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La mansión Gray se alza tan imponente como siempre. Pareciera no haber cambiado en los últimos cinco años; su gruesos muros de piedra apenas si presentan un desgaste mínimo que ningún humano lograría notar. El jardín está en su máximo esplendor, con flores rojas, blancas y amarillas que, vistas desde el aire, dibujan el escudo de la familia a grandes rasgos. Ya lo había notado en visitas previas, pero creo que esta es la primera vez que Dorian lo descubre. Su rostro se pasea curioso por el paisaje; sonríe con orgullo ante la belleza de lo que contempla. Le agrada saber que su hogar cumple con los requisitos estéticos pertinentes.

No se ve movimiento dentro de la gran construcción. El amanecer se dibuja perezoso en el horizonte, tenue y tímido, como si no quisiera llegar. El cielo sobre nosotros es gris, la claridad es apenas suficiente.

En la mansión Gray nadie nos espera. Regresamos una semana antes de lo planeado porque mi querido Dorian no desea pasar más noches al aire libre o en hosteles precarios de la cordillera. Anhela sus lujos, su habitación limpia y las numerosas almohadas que solía usar. No lo admite, claro está, pero puedo leerlo en sus expresiones, en los anhelos que deja entrever a través de sus ojos. Nos forzó a viajar por cinco días seguidos tomando pausas para pequeñas siestas y descansos, lo justo y necesario.

Macoa está agotado, pero no se queja. Conoce su posición. Solo habla cuando se le otorga el permiso, cumple las órdenes sin protestar y tolera cualquier clase de insulto o contratiempo. Grandes ojeras surcan su joven rostro; el cabello enmarañado pide a gritos un baño. Se lo ve mucho más maduro que cuando lo encontramos. Creció unos cuantos centímetros, forjó músculos y endureció sus facciones. Casi media década de viaje cambió su semblante.

Dorian sigue igual, como no podría ser de otra forma. Se lo ve más desaliñado que al partir, pero la hermosura no lo abandona ni siquiera cuando está cansado y sucio. Parte de su pésimo humor se ha disipado desde que la mansión se delineó en nuestro campo visual. Veo sus hombros más relajados, una sonrisa mínima que asoma en su perfil y el brillo ansioso de su mirada.

Hace a un lado todas sus dudas, todas las preguntas sobre si valió la pena la travesía. En estos momentos, vuelve a sentirse humano aunque sea apenas por un efímero instante. Halla felicidad en algo tan simple como pensar en su hogar. Me sorprende, he de admitir, que un ser sin alma pueda demostrar siquiera una pizca de emoción real. Si bien es cierto que el Vert sigue enlazado a mi protegido, algo me dice que en su interior queda una ínfima parte de su Frimt, débil e imperceptible, pero presente.

Interesante. Definitivamente interesante.

—"Esta es la mansión Gray" —digo en la mente de Macoa—. "Por fin hemos llegado. Nos ayudarás con el equipaje y luego podrás descansar. Mañana comenzarán las nuevas tareas, ¿entendido?"

—"Sí, señor" —responde él en un susurro.

Todavía le incomodan mis habilidades, mi forma de ingresar a él y recorrer sus pensamientos y su alma. En vano, él intenta esconderlo todo de mí. Su temor me deleita.

Condenar a Dorian Gray (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora