CAPÍTULO 6

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I

Basil Hallward observa a Dorian Gray cada vez que puede

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Basil Hallward observa a Dorian Gray cada vez que puede. Le hipnotiza su belleza y se pregunta si sería capaz de repetir su obra maestra. Se pregunta también si la hermosura del retrato se debe a su propia técnica o a la perfección natural del modelo. Sabe que es capaz de replicar la imagen o de crear una nueva incluso en la soledad de su atelier porque lleva mucho tiempo mirando a mi protegido, pero no lo hace. Tiene miedo.

Basil reconoce cada curvatura en el cuerpo de Dorian. Identifica sin inconvenientes el tono de la piel y de los ojos, las luces y las sombras. Sabe cómo se forma su sonrisa y la profundidad de sus comisuras, incluso es capaz de calcular la extensión de sus cabellos. Lo ha observado hace cinco años y ahora vuelve a hacerlo.

Sin embargo, no tiene el valor de retratarlo sin pedir permiso para ello. Como artista, siente que es una falta de respeto pintar a un modelo sin que se le permita hacerlo. Oscar y Margaret Gray pidieron la obra original, aunque el modelo no supiera sobre ello. Pero ahora la situación es otra.

Se muerde el labio, impaciente. Puede prever que Dorian no le permitirá crear otro retrato; no entiende el motivo, pero la constante negativa de su empleador y el desprecio con el que lo trata demuestran un rechazo creciente por su trabajo. No le ha encargado nada en años, solo lo mantiene, le da un espacio y libertad, pero sin exigirle nada. Se siente una mascota más de la colección.

Lo que Basil no sabe es que Dorian le tiene miedo. De todas las personas del reino, el joven artista es el único capaz de asegurar que mi protegido no ha cambiado, que no le ha crecido el cabello y que en su rostro no hubo modificación alguna. La existencia de Hallward es una amenaza constante y por ello es que necesitamos mantenerlo vigilado.

Basil observó a Dorian con paciencia y dedicación durante meses para crear el retrato original. Lo vio cambiar. Analizó el crecimiento de sus uñas y las modificaciones mínimas que ocurrían en su semblante. Y, si sigue mirándolo por mucho tiempo, notará que todo eso ya no ocurre, que el cuerpo del joven Gray se mantiene atemporal incluso en sus nimiedades. Si alguien puede descubrir el secreto es el artista.

Todavía no lo hizo, su ingenuidad es lo que lo mantiene con vida. Pero realizar otro retrato sería su condena.

Sin embargo, no se da por vencido. Quiere ver su obra maestra. Quiere también superarse a sí mismo con una nueva versión.

Y es por ello que insiste.

Hallward ingresa al despacho de Dorian sin golpear. Sabe que es una acción ruda e impropia, pero se ha cansado de la negativa constante.

—Disculpe que lo interrumpa —dice a modo de presentación—. Pero tengo que hablar con usted.

Dorian alza la mirada y suspira. No le importa lo que un empleado tenga para decirle. No necesita de sus servicios y tampoco quiere perder el tiempo.

Condenar a Dorian Gray (RESUBIENDO)Where stories live. Discover now