CAPÍTULO 23

387 66 39
                                    


I

Dorian está enfadado e indeciso

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Dorian está enfadado e indeciso. Su humor, que había sido radiante en las primeras horas de la mañana, se ha opacado. Camina de un lado al otro de la habitación, pensativo. Con una mano se sostiene la barbilla; la otra se mueve, inquieta, entre su cintura y su cabello.

Su frustración es clara. Tiene el ceño fruncido y cada tanto se muerde con suavidad el labio inferior.

Admito que desconozco el motivo de su enfado. No le he prestado demasiada atención en los últimos días porque el palacio está colmado de entretenimiento, de corrupción y de sufrimiento. Desde los calabozos subterráneos en los que claman por piedad los condenados y hasta la torre más alta, donde el médico real intenta extender la vida de una mucama anciana que pronto morirá. Cada rincón esconde un secreto. La influencia del previo rey se siente todavía en las almas de sus empleados, con verts distorsionados y salvajes.

Me planteo la posibilidad de inmiscuirme en los pensamientos de Dorian, pero decido luego materializarme frente a él. Sé que mi figura lo irrita, y torturarlo es casi que un pasatiempo durante mi estadía entre los mortales.

Me hago presente de pie, junto a la puerta del despacho. Con el sombrero un poco torcido y el bastón entre mis manos, le dedico una sonrisa a mi protegido y espero que note mi aparición.

Si me ve, me ignora. Pasan varios minutos en los que yo solo lo observo caminar de un lado al otro. Hasta que se cansa de mi silencio.

—¿Qué quiere? —suelta, su tono es cortante. Afilado.

—Buenos días para ti también, mi querido amigo.

—No tengo tiempo para sus juegos.

—¿Tiempo? Pensé que eso te sobraba —bromeo—. Eres inmortal y llevas casi dos horas sin hacer nada. No creí estar interrumpiendo.

—¿Qué quiere? —insiste.

—Me preguntaba por el motivo de tu molestia. La última vez que te vi, la felicidad escapaba por tus poros. ¿Acaso ya no quieres ser rey, Dorian? La coronación será esta tarde.

—No se meta en asuntos privados.

—¡Oh, Dorian! ¡Mi querido Dorian! —exagero el tono—. Tú no tienes asuntos privados conmigo. Si quisiera, yo podría revisar tu mente. Solo he decidido tener la cortesía de preguntarte, así que espero una respuesta. O me dices tú lo que ocurre, o lo averiguo yo.

—Son los rumores —admite por fin, como si se hablara a sí mismo y no a mí.

—¿Rumores? ¿Qué dicen? No he escuchado ninguno. ¿Es sobre tu disputa con la princesa?

Niega.

—¿Es porque dudan de tu capacidad de reinar?

Niega.

Condenar a Dorian Gray (RESUBIENDO)Where stories live. Discover now