Esencia de Vainilla

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Algún día hallaría la respuesta a todos sus dilemas.

O al menos así lo pensó Hermione, mientras caminaba apresuradamente con un montón de libros bajo el brazo, todos los que pudo encontrar y cargar.El peso hacía que se le doblaran los brazos, pero luego de años de costumbre le parecía ridículo quejarse por dolencias.

Quiénes la encontraban la saludaban en su camino hacia la Sala común de Gryffindor y en cada uno de aquellos alumnos, ella pudo encontrar esa mueca de confusión y la apariencia de que querían decirle más de lo que admitían. Era lógico, totalmente predecible.

Creían que estaría al tanto de lo que sucedía en el castillo y que también, tenía que ver con ello. No era una mentira, pensó, sarcástica. Años en compañía de Harry Potter la hacían miembro del famoso trío de oro.

Mcgonagall había sido clara y por primera vez, estaba de acuerdo en no revelar más allá de lo que podía saber la comunidad estudiantil. Era tonto, pero se sentía mayor a ellos, porque lo era, y porque de algún modo, se sentía con más experiencia y vivencias que ellos.

El año que transcurrió escondiéndose y destruyendo Horrocrux desestabilizó su vida y la mitad del segundo que se tomó mientras Hogwarts reabría sus puertas y ella convencía a sus amigos de volver por ese último año perdido le habían arrebatado otro más. Ahora mismo bien podría estar estudiando para ser parte de algún departamento importante en el ministerio, Kingsley no había dudado en ofrecérselo, y sus amigos, en la academia de Aurores.

Sin embargo, no podía aceptar una propuesta como esa, a su manera de ver las cosas, no terminar su educación en Hogwarts, como todas las demás generaciones antes a ellos sería un error. Grandes generaciones de magos y brujas se forjaron con esfuerzo y dedicación, no con la ayuda ilimitada de magos importantes. Por tanto, no se arrepentía de su decisión.

Doblando por el pasillo, saludó a los magos en sus cuadros y finalmente, llegó hasta el retrato de la Dama gorda.

-¿Contraseña?

-Demiguise.

-¡No lo digas tan fuerte!- exclamó la señora gorda, exaltada, sus manos cubrían su pecho-. Cualquiera podría escucharla, y entonces decírmela y entrar como si nada por aquí ¡No me arriesgaré a que otro de mis estudiantes desaparezca!

-No ha desaparecido aquí- la calmó Hermione, meneando la cabeza-. No podemos estar asustando a los demás de ese modo.

-Dime lo que quieras, querida. Pero no me quitarás de la cabeza que la seguridad es primero, ¡Ese tal Black ya se coló una vez!

Hermione suspiró, dándose cuenta lo poco que podría hacer explicándole que Sirius no era ningún mortífago y que por tanto era exageraciones, en cambio, le sonrió levemente y entró por el hueco. Apenas ingresó en la Sala, escuchó risas provenientes de ella y su sonrisa murió en sus labios.
No se trataba del ánimo que se respiraba, si no por quién reía con tal alegría.

Las mesas dónde todos solían estudiar estaban vacías al encontrarse la mayoría todavía en clases y el único sofá, su sofá, estaba ocupado por dos personas. Una que reía alegremente con medio cuerpo inclinado hacia la otra y... No pudo evitar carraspear, llamando así la atención de los presentes.

Uno de ellos en un acto de puro pánico se echó hacia atrás, golpeándose con el respaldo del sofá. En la lejanía le pareció escuchar el chirrido de la campana, anunciando que la última clase del día tomaría lugar.

-Me tengo que ir a Transformaciones- resopló Ginny, radiante, hizo un mohín de disculpa y se levantó-. Supongo que te veré más tarde, Harry.

Importándole poco su presencia, y no tendría porque hacerlo, pensó Hermione, con un nudo en el estómago, se inclinó y dejó un casto beso en la mejilla de Harry, quien retrocedió, alejándose de ella antes de que sus labios pudieran acercarse demasiado a los suyos en lugar de a su mejilla.

Into you  (Harry Y Hermione) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora