014 ~ ᴅɪsᴄᴜsɪóɴ

5.5K 471 154
                                    

—Es que, Temo, ese es el punto —en sus palabras se notaba el enojo y la decepción que sentía—. Creí que éramos diferentes... nos conocíamos.

La pareja se encontraba en el departamento de Aristóteles, estaban en medio de una discusión que empezó por la inseguridad que sentía Cuahutémoc por la llegada de su nueva vecina; Yolotl.

—Obvio nos conocemos. Conocemos nuestro corazón, nuestros temores, nuestros deseos, Ari —las lágrimas amenazaban con salir de los ojos de Cuahutémoc—. Con este juego de preguntas y respuestas empecé a dudar... Hay cosas del pasado que no conozco, de tu mente, de tus sueños, de tu futuro... que todavía no conozco.

—Pues sí, pero para eso estamos juntos ¿no? O sea, para conocernos tal cual como somos, Temo.

—Sí, y mucho más-

—¡Y exacto! ¿Y por qué tuviste que sacar a la vecina? O sea, tan bien que íbamos.

Cuahutémoc sólo miraba a Aristóteles, se le notaba el coraje que sentía con solamente verlo a los ojos.

—¿Neta dudaste de mí? O sea, ¿piensas que Yolo me gusta?

—Bueno, no Yolo en específico, puede ser cualquier otra persona.

—¡No! —el rizado se inclinó hacia atrás dando a mostrar cada vez más su desesperación— A ver, ¿cómo que cualquier otra persona? O sea, ¿neta estás diciendo que me voy a ir con el primero que se me cruce?

—Mira, Ari, por favor, ponte en mi lugar. Por meses de esperarte, de sentir que no sabía... qué es lo que querías.

—Pero ahora lo sabes... Y te pido que te pongas también en mi lugar. ¡Si me tarde tanto tiempo... fue para estar seguro de que te amo!

En la expresión de Temo se seguía viendo la preocupación que tenía en plena discusión, pero, en su cabeza, esas últimas palabras se repetían una y otra vez en un bucle infinito.

«Te amo».

—Yo no juego con el amor, Temo —declaró el cantautor de Juegos de amor.

Un pequeño silencio vino después de ahí, Cuahutémoc seguía procesando lo anterior... ¿Qué diría ahora? ¿Qué debía hacer?

—Y neta no sabes cuánto me duele que no confíes en mí.

—Ari... Y-yo...

—Yo- ¡Ya, ya! —una cara de tristeza combinada con decepción acompaño a la siguiente frase— Ahí mejor la dejamos.

El rizado empezó a caminar hacia la entrada del departamento, mientras que Cuahutémoc seguía mirando al espacio vacío donde anteriormente se encontraba su novio. Un "nos vemos después" lo hizo voltear, dejando a su vista a Aristóteles con el brazo extendido hacia la puerta, indicando que se marchara. Cuahutémoc empezó a caminar con paso lento hacia la puerta. Se detuvo al quedar frente al rizado, el cual miraba hacia todos lados, excepto a ver a Temo.

Una primer lágrima salió de el ojo izquierdo de Aristóteles, representando así su tristeza y dolor. Cuahutémoc sintió como su corazón latía rápido de la impotencia al no poder pensar la forma de hacer que todo estuviera mejor.

En el momento en que Aristóteles, por fin, vió a los ojos a su pequeño novio, apretó los labios para evitar que más lágrimas salieran. Temo se acercó lentamente a él y lo tomó de la mejilla, limpiando su pequeña y pura lágrima.

—Yo también te amo, Aristóteles.

El rizado cerró los ojos con fuerza, dejando que varias lágrimas escaparan, la rigidez que tenía cuando pidió que se marche su novio despareció, soltó un fuerte suspiro que terminó siendo un sollozo al tomar de la cintura a Cuahutémoc para abrazarlo y esconder su cabeza en el espacio entre su cuello y hombro. Comenzó a llorar todo lo que guardó en la discusión, Temo dejó salir unas cuantas lágrimas al escuchar tan destrozado a su novio, lo abrazaba con fuerza para demostrarle que él estaba ahí y que nunca lo dejaría.

—No te vayas nunca de mi lado —soltó Aristóteles en un hilo de voz—, no me sueltes nunca.

—Yo nunca te voy a dejar solo, Ari. Por más que el tiempo pase y que nuestros caminos se separen, cuando tú me necesites yo voy a estar siempre para ti... Es una promesa, una promesa que nunca voy a romper.

El rizado se separó un poco para ver a los ojos a su chico y le sonrió, Cuahutémoc limpió sus lágrimas y después limpió las de él.

—Perdón por reaccionar así, no quiero estar peleado contigo —empezó a decir Aristóteles—. Te entiendo, sé que me tardé mucho en saber lo que quería, y ahora sé lo que quiero... Te quiero a ti.

—Y yo a ti. Perdón por desconfiar, yo sé lo tanto que me quieres y me lo has demostrado en todo este tiempo...

—Y te lo seguiré demostrando siempre, cada día voy a hacer todo para seguirte enamorando.

—¿Más de lo que ya estoy? —rió.

—Sí —sonrió—, mucho más.

Aristóteles tomó del mentón a Cuahutémoc y lo empezó a acercar a él, ambos sonrieron y Temo fue el que tomó la iniciativa de besarlo. Era el primer beso entre ellos, un beso dulce, al principio torpe hasta que tomó ritmo, sus labios se sincronizaron y transmitían todo el amor que había entre esta bella pareja.

Cuahutémoc tomó de las mejillas al rizado para seguirlo besando, mientras que el contrario aún lo tomaba del mentón y su otra mano rodeaba su cintura.

Esta discusión haría más fuerte su relación, les daría el valor para enfrentar sus temores y les enseñaría que lo más importante en una relación es la comunicación. Ellos dos se amaban, y no dejarían que nada ni nadie los separara nunca.

Ellos dos, juntos, contra el mundo.

Simplemente Aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora