CAPÍTULO 24:

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         Cogí un bolso, metí mis cosas en él y subí las escaleras de dos en dos. Antes de abrir la puerta cogí mis llaves, y le dije a mi madre que volvería a la noche. Ella no se molestó en preguntar dónde iba así que  salí por la puerta cerrándola detrás de mí. Al levantar la vista, vi a Adam espiándome fuera. Sonreía como de costumbre, con esa sonrisa tan bonita, había algo en ella que me encantaba. Sus ojos verdes me observaban mientras me acercaba a él.

-¿Qué tal? ¿Cómo llevas la mañana? –me pregunto.

-Bueno, si no tenemos en cuenta los desastres rutinarios de mi hermano, bien. –dije riendo. – ¿Me puedes decir ya dónde vamos? –le pedí entusiasmada.

-No, es sorpresa. –me respondió mientras empezábamos a caminar.

-Dame una pista. –le pedí girando la cabeza para mirarlo.

-Está bien…A ver…-accedió mientras pensaba. –Digamos que es un sitio donde nunca antes has ido. –me dijo.

-¿Nunca antes? Mira que llevo mucho tiempo por aquí. ¡Eh! –le dije mientras pensaba algún sitio al que no haya ido todavía.

-No, seguro que no. Además es un sitio…Algo apartado de aquí. –me dijo.

-Eso no vale, quiero saberlo, no se me ocurre nada. –le dije intentando darle pena.

-No te lo diré, es una sorpresa, ya lo verás. –me dijo sonriendo.

-¿Falta mucho? -pregunté

-Un poco. -dijo mientras girábamos en una esquina por donde no había pasado antes.

         Seguimos caminando y nos metimos en una zona apartada de donde apenas vivía  gente. Había viejos locales, restaurantes o tiendas cerradas con ventanas y puertas tapiadas. La carretera, era más vieja, apenas pasaban coches por aquella zona, y no había gente por las calles. Era una zona muy vieja y abandonada a la que ya nadie daba importancia. 

-Adam. ¿Estás seguro de que es por aquí? Dudo que haya pasado alguien por aquí en años.

-Sí, tranquila se lo que me hago. –dijo medió riendo.

-Por aquí no hay nadie. –dije observando nuestro alrededor.

-Ese es el plan. –respondió mientras me observaba curiosamente.

-¿No serás un asesino psicópata o algo así no? –pregunte riendo.

-No, un psicópata escoge a la gente al azar. –respondió riendo.

-¿Eso significa que no me has escogido al azar o que eres un asesino? –le pregunte riendo.

-La segunda. –me respondió. ¿Y qué me dices de ti, eres una secuestradora de niños o algo así? –dijo riendo de mis preguntas.

-No, creo que no. –le conteste.

-Entonces no llevaremos bien. –respondió sonriendo.

-Sí supongo que sí. –dije mientras observaba una fábrica abandonada que había cerca de nosotros.

-Ya estamos cerca. –me dijo.

-¿Cerca? ¿Cerca de qué? Estamos alejados de todo. –dije mirando otra vez nuestro alrededor.

-No de todo, tú espera. –me dijo mientras miraba la hora de su móvil.

-¿Qué hora es? –pregunté.

-Casi las seis y cuarto. -me respondió con un todo de voz agradable.

-Creo que tenías razón con lo de que no había venido por aquí. -le dije.

-Por aquí -dijo girando en una calle. –Falta poco.

-¡Madre mía! ¿Dónde narices vamos? Este es el sitio más solitario en el que he estado en mi vida. –dije observando nuestro entorno.

         Seguía habiendo locales abandonados y las carreteras estaban muy destrozadas por el tiempo. Nos metimos en una callé donde el suelo era de tierra,  parecía ser un camino privado. Delante de nosotros orientada un poco hacia la izquierda al final del camino estaba la fábrica abandonada que antes había visto. Estaba rodeada por una reja de metal oxidada bastante más alta que nosotros. Y delante nuestro también habían rejas, las mismas que las de la fábrica. Fuimos caminando hasta estar delante de aquella reja toda oxidada. Adam cogió la reja y la retorció hasta arriba. Estaba rota, o probablemente cortada así que no le costó levantarla un poco.

-Las damas primero. –me dijo.

         Pase yo primera agachando un poco la cabeza para no tocar la reja oxidada. Luego paso él tan tranquilo como si lo hubiera hecho un millón de veces antes.

-Está bien ahora cierra los ojos. –me pidió. –Yo te guio.

Permíteme sacarte una sonrisaWhere stories live. Discover now