Hogar.

7.9K 602 285
                                    

Sarada había dejado de escuchar a su madre. En algún punto, todas las cosas que de niña le atormentaban parecían encontrar sus respuestas.

De pronto, todo tenía tanto sentido.

—¿Estás bien?— Su madre la miraba preocupada, buscando alguna opinión. Se había quedado en silencio durante el final del relato.

—Mamá, ¿cómo lo hiciste?

Sakura parpadeó.

—¿Cómo hice qué?

—Criarme— contestó Sarada. —Nunca lo consideré. Lo duro que fue para tí separarte de papá.

Era una verdad recién descubierta en la mente de Sarada. Por años sólo pensó en su propio dolor, en sus propias carencias. Incluso llegó a culpar a su madre por la ausencia de su padre, cuándo había sido ella quién había dejado ir a la mitad de su corazón por su bien.

Sus padres habían tenido una vida juntos antes de ella. Ellos nunca hubiesen vuelto a la aldea de no ser por su nacimiento.

Se sintió avergonzada de sí misma por un instante.

Instintivamente reconociendo los pensamientos de su hija, Sakura acarició su rostro.

—Fue difícil al principio— confesó. —Extrañabas mucho a tu papá y llorabas a cada rato. Hubieron noches donde incluso lloré desesperada porque no sabía que hacer.

A Sarada se le apretó el corazón. Su mamá era tan fuerte, en tantos aspectos los cuáles ella nunca había notado.

—Pero, aprendí a que tú me eras suficiente. Me alegrabas tanto los días con tus ocurrencias que el dolor de que tu padre no estuviera poco a poco se mitigó. Creo que me aferré mucho a ti— Ella sonrió nostálgica. Un brillo fugaz apareció en los ojos de Sarada.

—Sabes mamá, creo que hay algo bueno en qué papá no haya estado antes con nosotras— Su madre arqueo una ceja.

—¿Y qué es?

Sarada río. —¡Pues que eso te hizo una súper mamá!

Un halo de ternura atravesó su corazón. Era cierto, criar a una niña sola le había hecho crecer en muchos aspectos, tanto que al final hasta había logrado tomar la dirección del hospital. Recordó las tardes donde sacó sola a pasear a su hija, las actividades escolares que por nada del mundo se perdía, sus entrenamientos para ser una buena ninja. Las veces que de pequeña se había quedado dormida en las bancas del hospital esperando a que acabara sus turnos, y sus charlas de organización sobre quién lavaba la ropa los viernes y quien cocinaba los domingos.

A pesar de la ausencia de Sasuke, habían conseguido mantener de pie su pequeño hogar.

—Ya es tarde. Mañana debo trabajar y tu debes ir a clases. Ya sabes como te pones cuando no duermes correctamente.

—Malhumorada, por supuesto. Eso lo saqué de los dos— dijo riendo.

Un timbre las sobresaltó a ambas. Sakura miró el reloj, eran pasadas las diez de la noche.

A esa hora únicamente podía tratarse de...

Sarada corrió a abrir la puerta. Y para la enorme sorpresa de ambas, su papá había llegado a casa.

—Estoy de vuelta— las saludo. Una sonrisa radiante se dibujo en el rostro de Sarada, mientras Sakura aún sorprendida sólo observaba a su esposo que acababa de volver de una de sus misiones.

—¡Papá! ¡Bienvenido a casa!— gritó entusiasmada. —Mamá por favor no te desmayes.

Sarada abrazó el torso de su padre con fuerza, quién se sorprendió ante la efusiva reacción y trataba de que sus costillas no fuesen aplastadas por la fuerza descomunal de su hija. Ella no era tan demostrativa, pero el nostálgico relato de su madre de algún modo le había hecho efecto. Sasuke buscó la mirada de Sakura para entender la extraña situación y pedir auxilio.

Un nuevo comiezoWhere stories live. Discover now