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Está solo cuando se despierta y eso lo asusta.

Es obvio que está en una habitación de hospital, pudo oírlo y olerlo incluso antes de abrir los ojos. Es agradable, espaciosa y luminosa. Está decorada con bonitos y elegantes muebles y claramente es una habitación privada, pero está solo. Después de cada película que había visto, cada libro que había leído; siempre había pensado que si iba a tener algún tipo de problema que lo llevara al hospital, se despertaría con la gente que ama a su alrededor, deseosos de que abriera los ojos y que estuviera bien.

Quizá está exagerando, porque está bien. Hay un goteo que cae directo a una vena de su mano. Mueve los hombros y menea los dedos de las manos y de los pies; todo se mueve, todo está bien. Su mano izquierda se siente un poco rara, casi adormecida y sus costillas palpitan con un dolor sordo. Hay una especie de dolor en su cara, justo sobre su mejilla. Y su cabeza, dios, su cabeza. Es peor que el dolor que siente por su cuerpo, es como si hubiera demasiada sangre en su cráneo golpeando fuerte sobre su frente. La luz brillante que se filtra a través de las bonitas cortinas hace todo peor y emite un pequeño gemido dejando caer su palpitante cabeza sobre las almohadas mientras cierra los ojos de nuevo. Necesita calmantes para el dolor.

La habitación es demasiado elegante para él, piensa para si mismo mientras mira a su alrededor durante unos minutos más tarde, cuando el dolor de su cabeza ha disminuido. Esta habitación es tan elegante que definitivamente es una habitación de un hospital privado. Las sillas son acolchadas, no son las típicas sillas de plástico que se acostumbra y parece que hay un baño detrás de la puerta frente a su cama. También hay arreglos florales que decoran el lugar. No, Gabriel frunce el ceño, no es decoración si los arreglos tienen una tarjeta pegada en los jarrones. Hay un enorme ramo de rosas amarillas en la mesita a su lado. Quejándose por el dolor que le causan sus costillas, se inclina para leer la nota: Gabi, lamento escuchar que estás mal. ¡Descansá y recuperate. No puedo esperar para volver a tener tu bonita cara frente a la cámara! Con amor, Gabriel Machado.

Gabriel Machado, ni siquiera sabe quién es Machado y el comentario de la cámara es extraño, no está seguro de lo que se supone que significa. Frunce el ceño suspirando de nuevo. Ni siquiera está seguro de por qué está en esta habitación, no es como si su mamá se lo pudiera permitir. Su papá debe haberse asustado y se ofreció a pagar, como lo hizo con Sofi y sus amígdalas, pero en ese entonces su madre se había negado. Le había dicho que estaba bien, que Sofi estaría bien en un hospital normal, en una cama común. Algo malo o serio debió haberle sucedido a él para que su mamá cediera esta vez y eso hace que su estómago se retuerza incómodamente, pensando en lo preocupada que debía estar para dejar que su papá se hiciera cargo. Pero ella no está acá, se recuerda a sí mismo. No hay nadie. Está solo.

Excepto que ahora no lo está. La puerta se está abriendo y una enfermera con bata de color azul está entrando. Ella ve su cara arrugada por la confusión cuando mira alrededor y sonríe.

-¡El bello durmiente finalmente despertó!- ella sonríe. -Te hemos estado esperando. Iré a buscar al doctor, a tu mamá y hermana.

Su estómago brinca, entonces si están acá. Si les importaba. Estaba siendo un tarado asustado al despertar solo sin saber por qué estaba en esta habitación. Todo está bien, de verdad. Y luego la enfermera le sonríe de nuevo.

-Tu prometido también ha estado preocupado. El teléfono no ha dejado de sonar durante los últimos días- le dice y se va cerrando la puerta detrás de ella.

El estómago de Gabriel se siente como si la parte inferior se hubiera salido por completo a través de su cuerpo. Prometido, eso no tiene sentido. Un chico de veinticuatro años debería de disfrutar de estar soltero. La enfermera debe haberlo confundido con otro paciente. No recuerda haberse comprometido.

Olvidé donde estábamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora