VIII

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Parece una especie de broma cuando Mateo le dice en el taxi, dónde se está llevando a cabo el rodaje de su próxima sesión. Gabriel no puede evitar reírse un poco con frialdad para si mismo cuando llegan justo antes de las diez y sigue a Mateo y Agus por la calle hasta donde la producción se dirige para preparar el rodaje para él y Stefi. Gabriel mira la familiar señal roja del Luna Music Hall, levantando las cejas con incredulidad. De alguna manera, parece terminar en este lugar sea o no su intención.

Es una locura cuando entra, la producción está preparando la iluminación y los fotógrafos llevan su equipo al pasillo. Gabriel es arrastrado directamente a la esquina de la sala donde Stefi está enfundada en un hermoso vestido. Se sienta para ser maquillado, su atuendo cuelga a su lado, mientras Agus y Mateo se paran aun lado haciendo llamadas de teléfono. Esto es algo que ha hecho varias veces en los últimos seis meses, y todavía es un poco abrumador pero logra disfrutarlo aunque todo esto forme parte de la vida que sigue sin recordar.

Sin embargo, en ocasiones obtiene fragmentos de sus propios recuerdos, cuando él y Stefi están posando para la cámara. Echa un vistazo a la primera fila de sillas que están perfectamente acomodadas en el salón principal y recuerda estar sentado ahí, junto a Renato, escuchándole hablar sobre por qué solían venir, por que eligieron esta sala de música para sus citas secretas. En un momento dado, el fotógrafo quiere que Stefi se apoye contra uno de los pilares, su espalda contra la pintura y Gabriel inclinado sobre ella, y él no puede evitar pensar que Renato está haciendo lo mismo con él. Renato presionándose contra él, murmurando en su oído, besándolo. La imagen se atasca en la cabeza de Gabriel y toma algunas palabras puntuales del fotógrafo para hacerlo que vuelva a concentrase.

La producción toma un descanso y Gabriel los sigue afuera para tomar aire fresco. Tiene que atender algunas llamadas y se encuentra vagando por la calle con su teléfono presionado en su oreja, vestido con su propia ropa, pero con su cabello todavía perfectamente peinado, la cara completamente arreglada. Hay una brisa fuerte que atrapa el dobladillo de su remera mientras habla con su contador. Un par de transeúntes lo miran un momento demasiado largo, reconociéndolo claramente y Gabriel les da un gesto cortés y sonríe mientras se alejan, todavía hablando distraídamente. Finalmente está empezando a acostumbrarse, pero a veces todavía le sorprende que la gente solo lo mire y al instante sepa quién es, que hace para ganarse la vida.

La calle está tranquila cuando vuelve a subir, se mete el teléfono en el bolsillo y se encuentra sonriendo cuando ve quien está sentando en el umbral de la puerta, con una mano sujetando las páginas de su libro porque el viendo sigue levantándolas. Fausto se cortó el cabello desde la última vez que Gabriel lo vio, hace seis meses, ese fin de semana que Gabriel pasó escondido en su apartamento. Levanta la vista cuando Gabriel se acerca y sonríe con facilidad, sacando su cigarrillo y lanzando un chorro continuo de humo hacia el aire fresco.

-Bueno, bueno- murmura. Gabriel no puede dejar de sonreír, repentinamente, ridículamente feliz de ver a Fausto. -Es el mismísimo conde Gallicchio.

-¿Huh?- Gabriel vacila, todavía sonriendo, inclinando la cabeza a un lado. Fausto se ríe en voz baja, sacudiendo la cabeza y cerrando el libro en su regazo.

-Nada, no te preocupes- dice, pero de repente algo hace clic en el cerebro de Gabriel, algo de cuando estaba en la universidad y estaba sentado en la cama, luchando contra un libro enorme, pesado en su regazo.

La sonrisa de Fausto no se ha ido, toma una última bocanada del cigarrillo, lo arroja al pavimento y aplasta las brasas ardientes bajo su bota.

-Me alegro haberte encontrado- le dice a Fausto. -Nunca tuve la oportunidad de agradecerte y de despedirme.

-Podrías haberme llamado, tenés mi número- dice Fausto, pero sigue sonriendo, solo está bromeando. Se siente tan fácil jugar con Fausto de esta manera; como si simplemente estuvieran deslizándose de nuevo en ello, sin problemas, encajando perfectamente en su lugar como dos bloques hechos a medida. Gabriel se pregunta si siempre se había sentido tan en casa cuando estaba al lado de Fausto.

Olvidé donde estábamos Where stories live. Discover now