VI

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Renato lo despierta con un vaso con agua y su mano en el hombro de Gabriel.

—Buenos días— murmura. Su voz es áspera y Gabriel gime, empujando su cara contra la almohada. Huele tanto a Renato que se siente mareado por un momento.

—¿Qué hora es?— Gabriel se arrastra, empujándose a sí mismo para sentarse y apoyar su espalda contra la cabecera, con las piernas debajo del edredón. Sus costillas se estremecen, todavía magulladas. Renato le da una mirada llena de simpatía, sentando al borde de la cama. Le entrega a Gabriel el vaso junto con dos analgésicos que ya ha sacado del empaque. Gabriel se los toma agradecido.

—Siete y media— le dice Renato. Está vestido con una remera vieja y su bóxer, y Gabriel puede ver sus piernas desnudas y tan delgadas, incluso más que lo que Gabriel había esperado sin sus jeans puestos. —Tengo que irme, pero Fausto estará en casa por un tiempo, él te hará compañía.

—No vas a decirle a Liam, ¿verdad?— Gabriel pregunta, haciendo una mueca ante el tono ligeramente desesperado en su voz. Renato sacude la cabeza; ya está de pie y tomando su pantalón del sillón, entrando en él y subiéndolo por las piernas. Ahora que la luz del día inunda la habitación, Gabriel puede ver la batería que hay a un lado del sillón. La habitación es pequeña, pero de algún modo Renato logró incorporar el instrumento a la decoración.

—No, a menos que vos quieras que lo haga— Renato se encoge de hombros. Gabriel sacude la cabeza.

—No, voy a... le enviaré un mensaje. Le diré que estoy en casa de Sofi o de Gastón— instintivamente gira la cabeza cuando Renato se quita la remera, deseando darle un poco de privacidad, aunque sabe que probablemente no valga la pena, debió haber visto desnudo a Renato antes, antes de que lo olvidara todo. —Ellos no saben de vos— dice Gabriel, una vez que Renato está de pie frente al espejo y se está peinando el pelo de la frente.

—No— Renato está de acuerdo. —Casi nadie lo sabe, solo Fausto y tu portero.

—¿Paul?— los ojos de Gabriel se abren y Renato asiente. —Bueno, eso tiene mucho sentido.

—Solía pedirte los taxis para venir a verme— murmura Renato. Se limpia la mano en su pantalón y se pone un campera gris que parece demasiado grande para él. —¿Estarás bien hoy?

Gabriel se encoge de hombros. —Supongo que sí.

Renato parece tan serio cuando asiente con la cabeza en comprensión y Gabriel no puede evitar preguntarse, por lo que debe ser la centésima vez, como ha terminado en esta situación. Se siente como la mañana en que se despertó en el hospital, se siente como si estuviera despertando a una vida completamente diferente.

—Adiós, te amo— dice Renato mientras tira de la correa de la mochila sobre su hombro y se detiene, dándose cuenta de lo que acaba de decir. Las mejillas de Gabriel están calientes y no sabe muy bien a donde mirar.

—Adiós— termina por Renato y el menor se ve avergonzado, pero asiente serio, mira por última vez a Gabriel y luego sale de la habitación y Gabriel puede escuchar que la puerta principal se cierra detrás de él.

Gabriel escucha, tratando de detectar el ruido dentro del departamento y no hay ninguno. Fausto debe estar dormido. Lo que puede escuchar es el ruido del tráfico, los pasos en la calle. Gabriel no podía escuchar nada de eso en el caro departamento de Liam, había sido como vivir en una burbuja moderna. Él apoya su cabeza contra el ladrillo detrás de la cama de Renato y escucha por un momento. El vaso vacío se mantiene en su regazo por encima del edredón, sus ojos se cierran.

Se levanta de la cama justo después de las nueve, después de enviarle un breve mensaje a Liam con una historia vaga de que se está quedando en casa de Sofi. Todavía está desconcertado por la cantidad de sus cosas. Renato incluso puso su bolso de aseo en el baño, pero también está el champú que usa siempre, su gel de baño favorito cuelga en la ducha. Puede ver con tanta claridad que ha estado acá tantas veces antes, pero todavía hay ese pequeño factor molesto que no recuerda, y eso es lo que lo hace tan difícil. Estos bien podrían ser los recuerdos de alguien más.

Olvidé donde estábamos Where stories live. Discover now