1O

1.2K 228 17
                                    


5:30 de la tarde, todas las cosas de mi escritorio en una caja en mis manos, las piernas temblorosas y un inminente lloriqueo en mi garganta.

—Será mejor que no vuelvas dentro de las próximas dos semanas y media si no quieres que te despida por incumplimiento.— declara Amy antes de cerrar la puerta de cristal con fuerza y adentrarse a paso rápido en la agencia.

Ya a este punto, impotencia es lo único que siento y aceptar que no trabajaré por todo ese período, también.

Me volteo con la cabeza gacha para marchar moribundamente hacia mi hogar, no siento ganas de nada más que llegar a dormir. O tal vez de beber algo. La garganta me arde, la siento árida y rapsosa. Por suerte, en esta zona de Seúl hay máquinas expendedoras por montones así que no me costó hallar una.

Tras dejar la caja con mis pertenencias a un lado, inserto unas cuantas monedas a la máquina y selecciono una lata de jugo de melón, una gran lata de melón. Tan grande que cuando cayó hacia la bandeja se quedó atrapada.

—Oh vamos.— me quejo golpeando el cristal con una mano.—Sal, maldita sea.— continúo moviendo la máquina hasta que se me va la paciencia y le planto un empujón.—¡No, no, no!

La máquina expendedora se tambalea peligrosamente hasta comenzar a caer hacia la derecha. Como puedo, la sostengo por ese lado empujándola para estabilizarla, pero el peso de esta me empieza a aplastar.

—¡Estabilízate, pedazo de porquería!— termino gritando para arremeterme contra ella y dejarla en su lugar.

Suspiro agotado por prácticamente todo, antes de abrir la bandeja inferior y sacar la bendita lata. La abro con necesidad y bebo un trago largo de aquel líquido, tratando de calmarme internamente.

Sin embargo, un sonido estruendoso calificado como ladrido me asusta lo suficiente para que mi preciada lata salga disparada varios metros lejos de mí.

—¡Maldita mier...— mi insulto se ve silenciado al hallarme con un pequeño cachorro asomando su cabeza desde atrás de la máquina.—Oh, hola amiguito.

Me agacho llamando su atención y este se oculta atrás de la expendedora. Comienzo a llamarlo amablemente, hasta que se muestra por completo y empieza a mover la cola.

—Hola.— canturreo con una sonrisa a medida que se acerca a mí.—¿Estás perdido, lindura?— le pregunto obviamente sin recibir una respuesta.

Le acaricio el lomo con una mano a medida que reviso su collar, el cuál no tiene identificación pero sí el sello de que aquel can lleva un chip.

—Tienes dueños, al parecer.

El perro de pelaje corto y marrón claro continúa meneando su cola mientras me detengo a pensar. Probablemente tenga que llevarlo al veterinario para escanear su chip, pero...

—Demonios, es domingo.— me quejo. Los domingos las tiendas en general están cerradas.

Miro al can con duda pero este parece llamarle la atención algo, porque sale corriendo por la vereda de un segundo a otro.

—¡No, no, no, ven!— me encamino a paso rápido tras él, en un intento de atraparlo.

Sin embargo, aquel can corre rapidísimo y ya lo tengo a unas cuantas cuadras lejos de mí. Estoy a punto de correr hacia este, pero me detengo.

¿Y si mejor no me encargo de él?

En este momento estoy pasando por una situación que no me deja darle tiempo al cuidado de un cachorro. Mi apartamento no es pequeño, pero sí fácil de ensuciar, quiero pasar el tiempo suficiente afuera de él para mantenerme al tanto de la agencia (a pesar de no poder ingresar a ella) y sinceramente, no me quiero hacer cargo de la irresponsabilidad de otra persona.

En definitiva, no me haré cargo de él.

Me giro sobre mis talones y tomo la caja con mis pertenencias, para ir en dirección a mi hogar. Con algunas monedas en la mano para comprar otro refresco e ignorar lo que acaba de ocurrir. Por suerte, este no fue lanzado varios metros por el aire y no vi al cachorro el resto del camino. Perfecto.

La caminata resulta amena y tranquila, demasiado tranquila en mi opinión. Me impresiona que no haya pasado algo en todo este tiempo... Error, sí pasa algo; el cachorro de porquería que pensé haber perdido de vista, se encuentra en mitad de la calle bajo el riesgo de ser arrollado por un vehículo.

Obviamente mi primera reacción es ir a salvarlo, pero la segunda se le interpone. Es que en serio, ¡no quiero cuidar de un cachorro!

Me mantengo en mi dilema por unos treinta segundos, aproximadamente, hasta que el sonido de los neumáticos de un auto siendo arrastrados me ayuda a resolverlo. Dejo de nuevo la caja, y con cuidado de no ser arrollado también, corro con urgencia hacia el pequeño perro recibiendo bastantes quejas y bocinazos. Alcanzo a tomar al can por el lomo y llevármelo a la vereda, pero desafortunadamente se escapa de mis manos de inmediato.

—¡Maldita sea, quédate quieto!— atino a maldecir antes de seguir al demoníaco cachorro.

Ya a este punto no me interesa lo que haga con él ni que haya dejado la caja varias calles atrás, solo deseo detenerlo antes de que haga otra idiotez. Recorro casi todo el camino a casa persiguiendo al animal, tuve que recibir una gran cantidad de insultos y miradas despectivas ante mi bastante patética situación. Entre grandes multitudes de personas, yo soy el único imbécil que se encuentra corriendo tras un cachorro. Lo peor de todo es que nadie me ayuda a atraparlo.

Quince minutos de estrés me costaron antes de acercarme al animal. Lo tengo, casi lo tengo entre mis manos, sólo un par de metros y es mío. Pero adivine qué; tropiezo con alguien. Una persona hasta ese momento desconocida, colisiona contra mí lanzándome al suelo de inmediato. Oigo cómo se disculpa, pero ver al perro seguir corriendo me hierve la sangre.

—¡Carajo! ¿Acaso eres ciego, idiota? Estaba en mitad de algo importante y apareces tú, maldito imbé...

Mi mirada empieza a recorrer al individuo con rapidez, reconociendo unos pantalones ajustados, tenis blancos y una gran camisa negra. Cuando llego al rostro mi voz se desvanece, casi siento que mi garganta se seca y se me para el corazón. Me siento ahogado, impactado y avergonzado al ver quién es la persona con la que choqué.

—S-SoonYoung...

Loverdose ♡ soonhoon Where stories live. Discover now