8

253 36 1
                                    

Inmediatamente después del sonido del disparo, los gritos inundaron el interior de la farmacia. El caos y la desesperación se metió por cada uno de los poros de quienes allí habitaban, mientras que los cuatro cazadores los perseguían por los pequeños pasillos del lugar, abriendo fuego ante la primera señal de movimiento.

Por su parte, Dave había reaccionado lo suficientemente rápido para correr hacia la puerta y cerrarla antes de que el joven futbolista que lo había apaleado poco antes pudiera acertar un tiro fulminante a Phil, quien en el suelo se tomaba el hombro herido y se quejaba del dolor.

Dave sabía que los cazadores eran peligrosos, pero nunca se imaginó que iban a abrir fuego frente a los ojos del oficial Jones, mucho menos dispararle a él. Claramente no estaban en sus cabales, y la tensa situación generada por él mismo esa noche no había ayudado para nada. Pero recordó las palabras que Phil le había dicho. Debía concentrarse en salir de allí vivo, luego tendría tiempo para culparse.

El futbolista que disparó a Phil intentó abrir la puerta, y consideró patearla, pero finalmente concluyó que no hacía falta. El sheriff estaba herido, había sido aislado y no representaba un peligro inmediato. Luego podrían ocuparse de él, de momento debía unirse a sus compañeros y continuar eliminando a todo aquel que se les pusiera enfrente.

—¡Con un puto demonio! —exclamó Phil, aún en el suelo.

Noah se acercó al oficial herido, y este lo miró con desconfianza. Claramente lo seguía culpando por lo que estaba pasando en Kingville, y tenía sus motivos. Pero hasta el obstinado Sheriff Phil Jones reconocía que necesitaba ayuda en ese momento, y entre un asustado muchacho, una profesora, y su secretaria inconsciente, Noah parecía ser el más calificado para la tarea entre manos.

Solo bastó una mirada entre los dos hombres para que Noah supiera que estaba autorizado para acercarse, e inmediatamente se dispuso a revisar minuciosamente la herida.

—Parece que la bala pasó de lado a lado y no tocó nada muy importante —anunció el misterioso sujeto, aliviando un poco los ánimos en la parte trasera de la farmacia—. Pero debemos desinfectar la herida, de lo contrario se puede poner feo.

—¿Qué necesitas? —preguntó Dave, acercándose a ellos.

—Alcohol y unas gazas principalmente, si encuentran algo más potente mejor —replicó Noah de inmediato.

Claramente el tiempo era un factor de importancia, así que sin perder un segundo los dos hermanos asintieron y salieron en direcciones opuestas del depósito.

—Lamentablemente para ellos no me dieron en mi brazo bueno —masculló Phil, que estaba haciendo lo posible por aguantar el dolor. Descubrió que la ira que lo inundaba lo ayudaba.

—Tranquilo, oficial Jones. Tenemos que recomponerlo antes de que pueda empezar a planear su venganza —le advirtió Noah.

—Y no pienses que porque me ayudaste aquí estas libre de culpa. Tienes mucho por lo qué responder.

—A su debido tiempo, aclararé todas las dudas.

En ese momento, Dave llegó con las gazas y Kim apareció tras él con una exageradamente grande botella de alcohol. Ambos elementos fueron alcanzados inmediatamente a Noah, quien se puso a trabajar sin desperdiciar tiempo.



Al otro lado de la puerta, los cazadores recorrían los pasillos con sus armas en alto, esquivando los cadáveres de sus pobres vecinos que tuvieron la mala fortuna de ponerse en la mira.

El número de sobrevivientes en la farmacia había caído drásticamente y la sangre empezaba a recorrer el piso al punto en que empezaba a ser un peligro resbalarse, pero eso no parecía preocupar a los cazadores.

El tiempo de las bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora