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La mayoría de las tardes de Yixing en Changsha consistían en una taza de té en compañía de la señora Xiao. A las tres en punto la mujer encendía el fuego bajo la tetera y carraspeaba para comenzar con sus largas historias, algunas sobre su vida y otras sobre las de sus amigos más cercanos. Una tarde en particular, cuando Minho apenas era un bebé de dos años que gateaba por todas partes, la señora Xiao le narró con voz pausada la historia de cómo recuperó a su hijo después de quince años.

Zhao había sido arrebatado de su madre a la tierna edad de ocho años, después de un pequeño descuido en el centro comercial. A partir de entonces la señora Xiao y su esposo habían iniciado una búsqueda que se vio abandonada hasta que la policía decidió que el caso debía cerrarse. No encontraron señales de Zhao por ninguna parte y la familia Xiao se resignó a que su primogénito tal vez no volvería jamás.

La señora Xiao atribuyó al destino lo que sucedió en el invierno en que Zhao debía cumplir veintidós años. Realizó compras de navidad en una tienda a la que jamás había entrado, excepto porque creyó que ahí podría encontrar algo lindo para una de sus sobrinas más pequeñas. Enseguida fue atendida por un muchacho con el que no tardó en sentirse cómoda, incluso cuando ella aseguraba que era difícil que algún dependiente departamental fuera de su agrado.

—Jamás se van de tu lado, ¿sabes? Pero él era diferente. —La señora Xiao había mirado a Yixing con una sonrisa que hizo que él pudiera predecir fácilmente lo que sucedió a continuación.

La mujer siguió comprando en la tienda y conversó con el muchacho hasta que llegó el aniversario de la desaparición de Zhao. Habló de ello con total confianza, como si se conocieran de toda la vida, y enseguida el dependiente tuvo problemas para seguir de pie, porque esa historia encajaba con la suya.

Indagaron en el pasado del otro y los hilos se entrelazaron, una prueba de ADN lo conformaría más tarde. Zhao había regresado a ellos.

—La sangre siempre llamará a la sangrehabía dicho la señora Xiao como final del relato. Yixing así lo creyó, hasta que Minho y Jongin se encontraron frente a frente.

Jongin no había cambiado mucho desde la última vez que le había visto, los hombros se veían ligeramente más anchos, producto del ejercicio. La sonrisa amable estaba intacta, y Yixing se la devolvió porque no tuvo el corazón para desairarlo tan pronto. Minho opinó diferente, o al menos así lo demostró.

La primera barrera llegó con el idioma. Minho todavía tenía problemas para expresarse como desearía, su mente todavía no era capaz de procesar las palabras o las letras redondas y lineales del hangul, extrañaba los caracteres cuadrados y amaba cuando estaba con su familia, porque ellos mezclaban los idiomas para que él pudiera comenzar a asociar nuevas palabras y los significados de éstas.

Yixing tuvo que ser su traductor durante los primeros minutos del encuentro, el cual se había llevado a cabo en un bonito parque que se encontraba a algunas cuadras de su nueva casa.

—Soy Kim Jongin—Se presentó el mayor, asegurándose de estar a la altura del niño para que no se sintiera intimidado.

Minho miró con precaución a Jongin antes de retroceder algunos pasos, porque su padre no tenía ninguna foto de él y tampoco le había contado que fueran amigos, como en el caso de su tío Sehun.

—Zhang Mino —El pequeño hizo una reverencia y se colocó más cerca de Yixing—. ¿Quién es, papá? —Minho tiró de la manga del suéter de su progenitor para llamar su atención.

—Hace mucho tiempo, cuando me di cuenta de que quería tenerte, tuve que pedir ayuda para que se hiciera realidad —Yixing se colocó en cuclillas para que su hijo pudiera escucharlo, e hizo lo mejor que pudo para explicar una situación que, en primer lugar, jamás pensó que tendría lugar—. En la escuela te dijeron que para que haya un bebé...

Loco por él  [SeXing]Onde histórias criam vida. Descubra agora