6 El dios de la Obsidiana

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Todo a su alrededor era rojo y negro, todo ardía en un desierto de lava y cenizas. Ale trataba de gritar por ayuda, pero el calor lo sofocaba. Unas manos pálidas tomaron su rostro y lo cargaron. Sintió cada movimiento como un terremoto en todo su cuerpo.

 Sintió cada movimiento como un terremoto en todo su cuerpo

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—Ale...—lo llamó una voz de mujer. Alexandro la reconoció de inmediato con lágrimas.

—Abuelita—respondió él de inmediato con la voz rota.

Al abrir los ojos vio que se encontraban en una pequeña habitación con un ventanal enorme frente a ellos, con una tormenta azotándolo todo. Fe recibió a su nieto con un abrazo y un beso en la frente.

—Mi niño, has crecido mucho ya.

Ale se sonrojó y sentó frente a ella. —Tú sigues igual de bajita.

Fe lo vio amenazante y comenzó a reír con suavidad. — ¿Qué te trajo aquí, mijito?

Ale pensó contarle que el Sacerdote de Fuego del Telpochcalli lo había hecho desvanecerse hasta ese sitio, pero rápidamente sintió su alma liviana. Eso era un sueño sin duda alguna. No reconocía en absoluto el sitio dónde estaban, seguramente siendo un lugar inventado por su alma para que se sintiera a gusto allí. —No lo sé. Creo que simplemente quería hablar contigo.

Fe le tomó la mano a Ale.

—Siempre es bueno saber de ti, Alexito.

Se vieron a los ojos y voltearon a ver la tormenta.

Ale notó un ave tratando de volar en medio del caos de relámpagos, lluvia, granizo y todo el desastre que surcaba el cielo sin cesar alguno. — ¿Ves esa águila, Alexito?

Ale descubrió la silueta del ave, era un águila Real Blanca como la luz del Amanecer.

—S-sí.

—Ve su esfuerzo por volar en medio de esa tormenta. Pareciera que está sumamente herida ¿Verdad? Incluso parece que sus plumas están quemadas. Puede que en cualquier momento ceda a la fuerza de la Tormenta y se caiga...

Ale asintió triste.

—Pero no tiene que ser así.

— ¿Entonces cómo puede sobrevivir la Águila?

Fe vio triste como la tormenta se arremolinaba con montones de rayos. —Perdonándose.

Ale asintió sin comprenderlo del todo.

—Abuelita ¿Dónde estás?

Fe sonrió con picardía. —Ya te lo dijo Teódulo al principio de tu misión. Me encuentro en el Tonacacuahuitl, en el Árbol de la Vida. Mi niño, ya lo sabes, tengo una misión que cumplir en este mundo y puede que ésta acabe pronto.

Ale lo recordó. En cuanto tuvo esa plática con Teódulo entro en shock. El trabajo de su abuelita era cuidar del Árbol de la Vida. El árbol de raíces tan profundas que llegaban al Mictlán y de hojas tan altas que llegaban al Treceavo cielo. El árbol que mantenía a todo el Universo en su sitio.

Los Guerreros del Quinto Sol II: Las Nuevas Guerras FloridasWhere stories live. Discover now