12 El Laberinto

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Al llegar a sus palacios todos sus súbditos abrieron paso frente a él, a él y a su presa, el Tlatoani.

Nepextécolotl arrastraba a Antonio mientras sentía los últimos de sus huesos recomponiéndose. Mantenía lo suficientemente consiente al Tlatoani para que pudiera presenciar la belleza de lo que había creado.

— ¿Lo reconoces, Tlatoani?—Preguntó Nepextécolotl mientras alzaba la cabeza de Antonio. —Seguro que sí, oh siento tu desconcierto ¿Creíste que habían destruido este sitio, verdad? Pero no, me encargué de que no fuera así.

Antonio intentó balbucear.

—Sí, lo reconoces. Aquí tú y tus malditos hechiceros me trajeron a mí y a un montón de niños huérfanos. ¿Puedes olerlo, Antonio? Es el olor de la magia negra inundando el aire. Ese es el olor que deja torturar a un grupo de niños con hechicería prohibida.

Nepextécolotl lanzó al Tlatoani a una fuente.

— ¿Cuáles fueron? La marca de Xipétotec, claro—el Guerrero enterró una lanza en el hombro del Tlatoani—, la marca del dios de la Regeneración "Toda herida será sanada como una crisálida renaciendo".

—L-l-lo...

—La llama de Chalchiuhtécolotl "El Tecolote que advirtió del destino y lo cambió"...

—...n-no-noso-tros...

—La sangre de Quetzalcóatl "El conocimiento infinito por el Lago del conocimiento correrá en sus venas".

—...no...

—La sombra de Mictlantecuhtli "Dominará cada uno de los espectros del mundo2.

Antonio lloraba a punto de perder la razón.

—Lo que hicieron, Antonio, tendrá un costo. Un costo muy alto. No soy el único que sobrevivió, y créeme, no soy el único que está buscando venganza. Pero la diferencia es que soy el único que se tomó el tiempo de planificarlo todo.

Una punzada aguda invadió el interior de Nepextécolotl.

Percibió sus manos derritiéndose, como si veneno corrosivo lo invadiera desde las venas. Esa era una de las maldiciones que trataban de asesinarlo. Sintió como la piel comenzaba a regenerarse de inmediato. Volteó el rostro hacia el Tlatoani riéndose. —Viejo amigo, será la maldición que me impusieron lo que los llevará a la condena.

La marca de Xipétotec sanaría absolutamente cualquier herida.

Física o a su alma.

Pero el dolor jamás desaparecería, y se agudizaba con el paso del tiempo.

Una punzada más lo paralizó, en esa ocasión de dónde había arrancado el espejo que guardaba en su estómago para liberar a los Asesinos de Soles. El espejo de su alma, un elemento que permitía a los seres humanos vivir, existir. Sintió como cristal por cristal crecía en el interior de su cuerpo.

Se levantó una vez más.

—Manden a Tenoch al Pico de Orizaba—ordenó gimiendo.

Una quemadura solar invadió su cráneo. El castigo de Itztlacoliuhqui.

Garras perforando desde el interior. El maleficio de Xólotl.

Nepextécolotl cayó jadeando de la fuente. — ¡El Teoztecalli! ¡Prepárenlo!

Antonio gimió de horror al escuchar ese nombre. — ¿Qué...?

—Lo siento, viejo amigo. No creo que sobrevivas para ver la Gloria renaciente de nuestro Imperio derrocado. ¡Hemos esperado más de 500 años!

Los Guerreros del Quinto Sol II: Las Nuevas Guerras FloridasWhere stories live. Discover now