18 Cihuatlampamcuahuitl

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Vio los ojos de Mauricio siendo apagados por una neblina que inundó sus pupilas aterradas hasta volverlas completamente blancas. Su boca encajada en un grito se iba alargando hasta convertirse en una mueca cruel que sonreía con hileras de colmillos de colores amarillescos. Su herma... Nexocho comenzó a reír desesperado.

El Árbol del Anochecer pareció asqueado al sentir la presencia del dios del miedo en sus aposentos. Los islotes parecieron moverse para cerrarle el paso en un camino amurallado, una neblina densa los inundó por completo, haciendo imposible ver más allá de unos metro adelante. El murmullo de aves inundaba el aire amenazante.

—Te fallé, hermanita...—pronunció con un tono destruido. Aún viéndola con la mirada que solía darle cuando hacía alguna estupidez sin querer—, Luna...

El cuerpo de Mauricio parecía empezar a desnutrirse sin control.

La llegada del recuerdo fue absolutamente inevitable; Después de la muerte de su mamá, Luna y Mauricio tuvieron que sobrevivir con el poco alimento que disponían por sí solos, nadie en el Telpochcalli contaba con los recursos de ayudarlos. En muchísimas ocasiones fue Mauricio el que se quedaba de comer con tal de que Luna pudiera tener aunque fuera un pedazo de pan.

Así murió, mi hermano. Salvándome del hambre.

Luna sintió de inmediato la influencia que el dios quería ejercer sobre ella, pero como si como si su alma quisiera salirse de su cuerpo, sintió como las plantas que Xiuhtzin les había dado comenzaban a surgir efecto para evitar que los poderes de Nexocho la afectaran. Cantidades impresionantes de hierbas en contra de mal de ojos, maldiciones, espectros...

Todo apenas lograba mantener a raya el efecto del dios sobre ella.

El problema es que no hacían falta ninguna de esas habilidades para que Luna se quedara paralizada de horror al ver como su hermana comenzaba a desfigurarse hasta quedar en un cuerpo que comenzaba a perder peso, color y se convertía en un saco de huesos alargados con una expresión vacía y fuera de sí en el rostro.

Tuvo la certeza de que ninguna ilusión creada por el dios se compararía jamás a lo que experimentaba. Apretó el Yoaltezcatl conrea su estómago mientras ahogaba una súplica desesperada en su garganta.

Sintió la horrenda necesidad de convertirse en Jaguar y huir de allí corriendo.

Escuchó la voz de Daniel gritándole desde lejos... Pero no podía escucharlo en realidad.

—Luna—pronunció Fernando retorciéndose de dolor—. Yo no lo sabía ¡Tienes que creerme!

El Comandante Jaguar empezó a sostenerse el estómago dónde aparecía la herida causada por un macuahuitl. Sus ojos desorbitaron y sufrió el mismo cambio que Mauricio. Ella lo había recibido en esa misión, fue a recuperar códices de magia negra, recibió múltiples ataques, peor el más severo fue el que le hicieron con su propio macuahuitl. EL doctor le había dicho que era un milagro que pudiera seguir vivo y que comenzaría a recuperarse de inmediato.

Fernando, tú no por favor...

El espejo empezó a vibrar como si corriera un inmenso peligro.

...yo, soy...

Elena se arrastraba con agresividad, tratando de resistirse.

— ¡Sálvalos! ¡No tientes a tu corazón y asesínalo! —Gritó Elena—. ¡Vi el plan de Nexocho! ¡Lo va a usar en tu contra...!

La Cazadora empezó a vomitar como si hubiera ingerido veneno.

Luna pensó en el suicidio de la madre de Elena, y como la Comandante había asegurado miles de veces que había sentido como si su madre se la hubiera llenado con ella. Fue envenenada por su madre, para así no tener que irse sola...

Los Guerreros del Quinto Sol II: Las Nuevas Guerras FloridasWhere stories live. Discover now