3. El dolor, la traición

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Justin

—Estoy enamorado —volteé peor que la chica del exorcista hacia Zach, quien tenía una sonrisa burlona en sus labios.

—¡Y yo soy virgen! —reí a carcajadas de mi increíble chiste, pero Zach no reía conmigo así que me detuve— ¿Es en serio?

—Sí, ¿quieres saber quién es? —preguntó todo emocionado, parpadeé.

—No, porque estoy seguro de que no durarás con ella o él ni tres días —Zach me miró ofendido mientras yo reía.

—La verdad no sé porque sigo siendo tu amigo, mejor me voy con la chica que odias que ella si me trata bien —frené en seco haciendo que Zach chocara su hombro con el mío. Giré mi cabeza lentamente de manera terrorífica hacia Zach, quien ahora me miraba aterrado.

—No, no lo harás —dije con voz dulce mientras él seguía mirándome asustado—. Porque si lo haces...

—¿Me partirás la madre?

—No sé bien lo que quiere decir, pero sí —asentí palmeando su hombro, felicitándolo—. ¿Cómo lo supiste?

—Es que ella me amenazó con eso y pues, supuse que dirías lo mismo.

—¿Ella quién? —pregunté sin prestar atención a lo que decía. Pude escucharlo bufar cuando me volteé hacia mi casillero para abrirlo.

—Olvídalo, sí que tienes los humitos muy arriba —murmuró a mi lado, rodé los ojos.

—Lo que digas —dije mirando mi reflejo en uno de los muchos espejos que guardaba en mi casillero. Mierda, estaba guapísimo—. ¿Crees que debería cortarme el pelo? —le pregunté a Zach, pero él ya no se encontraba conmigo.

Ese maldito hijo de la soberana prostituta... ¿Me dejó por ella?

Zach estaba riendo junto a la chica que ignoró. Pensé que estaba jugando cuando me dijo que se haría su amigo, pensé, pero tal parece que sí lo hizo.

Más que molesto me acerqué a ellos, no sin antes azotar la puerta de mi casillero de manera dramática.

—¿Yo o ella? —vociferé apenas los tuve en frente, mirándolo con odio, ignorando a la tipa esa la cual estaba tratando de no reír, pero mi vista estaba en el traicionero de mi amigo.

—Ella y yo —murmuró sonriendo con inocencia, la tipa rió y yo ya estaba transpirando como todo un toro.

—Con que así son las cosas —sonreí mordaz.

—Acabo de corregirte, es gramática, amigo —explicó el muy hijo de su mamá.

—¡A mí no me digas amigo, maldito! —grité, ya perdiendo la paciencia.

—¿Sabes qué, Zach? —habló la arruina amistades— Creo que debería irme para que arreglen sus problemas de pareja

—¡Te veo después! —exclamó Zach cuando ella se estaba alejando. Lo miré cínicamente mientras me apoyaba en los casilleros con los brazos cruzados.

—Pensé que éramos amigos Zach —vociferé con fingida melancolía—. Pensé que éramos yo y tú contra el mundo.

—Tú y yo —corrigió nuevamente.

—¿Crees que importa la jodida dramática ahora? ¡Me acabas de traicionar, maldito insensible de mierda!

—Es gramática —suspiró, buscando paciencia—. Será mejor que vayamos a clase para que se pase... lo que sea que tengas —intentó tomar mi brazo, pero lo quité de un golpe.

—¡No me toques, zorra! —grité, llamando la atención.

—¡Ni quería tocarte! ¡No quiero coger una ETS! —gritó, de la misma forma.

—¡Hijo de...!

—¡A mi mami no la metas!

—¿¡Qué está pasando aquí?! —Jordan, el director, nos miró seriamente, esperando explicaciones. Tanto yo como Zach nos quedamos callados. Jordan tenía sus manos en su cintura, porque es una taza, una tetera...

—¡Él empezó! —acusó Zach traicionándome más. ¿Cómo se atreve? Tantos años malgastados.

—¿Creen que me importa quién empezó? —ambos asentimos, Jordan resopló— Están castigados después de clases.

Y así, es como se gana un castigo. Aprendan perritas.

La Chica de los Libros.Where stories live. Discover now