10. Me presento pequeña

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Lena

Salgo de mi habitación, algo me decía que esta noche no la voy a pasar nada bien, bajé unos cuantos escalones y lo miré, miré a ese hombre de negro que todas las noches se paraba en la otra acera.

¡Joder!

Era el secuestrador de Aitana. Corrí de nuevo a mi habitación, solo estaba prendido el foco de la sala por eso pude reconocerlo. Me encerré en esta y le puse seguro, tomé mi celular y traté de llamar a la policía pero no tenía señal.

¡Con una mierda, justo en este momento no tengo señal!

Me metí abajo se la cama con la esperanza de que este se haya ido.

El pánico aumentaba conforme sentía pasos acercándose a mi habitación. Hace semanas que siento presencias en casa desde que Aitana desapareció.

Ahogué un grito cuando escuché que la puerta estaba casi abierta, una sombra se asomaba por esta, una sombra grande, fue entonces cuando asomé un poco mi cabeza para mirar quien era, si se trataba de algún ladrón o algo por el estilo.

Pero no miré nada, sentí un pequeño alivio pero este término cuando sentí que alguien tomaba mis pies y los jalaba hacia afuera, yo grité, grité como nunca pero parecía que nadie escuchaba mis gritos.

Fue ahí cuando mire al hombre grande vestido totalmente de negro.

Sentí un presión en mi pecho, el me miraba serio pero un momento a otro este formó una pequeña sonrisa, fue ahí cuando el habló.

—Entonces, ¿dudabas de mi existencia?.

¡Existencia de quién joder!

Pareciera como si me hubieran quitado el habla. Estaba helada, yo seguía tirada en el suelo, el hombre se puso de rodillas y se acercó a mí, pude sentir como su mano tocaba mi mejilla, lágrimas salían de mis ojos, sabía que este era mi fin.

El seguía con su sonrisa un tanto siniestra. Sentía como me miraba, no podía ver su rostro con claridad por la falta de luz en mi habitación. Entonces el rompió el silencio.

—¿Te comieron la lengua los ratones pequeña?.—pregunta.

Su voz es muy gruesa y ronca, puedo admitir que su tono me asusto aún más.

—¿Quién eres?—digo en susurro. Fueron las únicas palabras que pudieron salir de mi boca.

—Oh linda, que mal educado soy. Me presento... Soy el diablo.

Mi sangre se congeló, estoy segura que en este momento el color de mi rostro se había ido. Pude sentir como mi cuerpo temblaba.

De un momento a otro la luz de la habitación se encendió y fue ahí cuando pude mirar su rostro. Sus ojos eran negros como las oscuridad, estos no expresaban sentimiento alguno, su boca era de un color rojo carmesí, su color de piel era pálida y tenía una barba no muy exagerada. Para ser el diablo está muy guapo.

¿Qué acabas de decir estúpida?

—Oh, así que te parezco guapo—dijo a lo que yo lo miré con asombro.—Se me olvidó decirte que el diablo puede leer la mente pequeña tonta.

—Tu... Tu eres real.—digo de nuevo en susurro.

—Si linda, ¿Acaso no me ves?.—dice sarcástico.

—¿Dónde tienes a Aitana?—digo con un tono de voz fuerte, el enojo y el miedo me estaban consumiendo.

—Dos cosas, primero que nada regula tu tono de voz conmigo y en segunda...—guarda silencio unos segundos para así seguir hablando—Supongamos que ahora mismo está comprobando que existo—finaliza, yo lo miro confundida.

Trato con el diablo ©Where stories live. Discover now