Capítulo 42

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Nadie podía creer lo que estaban viendo. La Scholomance no era precisamente una escuela del siglo veintiuno muy convencional, pero aquello iba mucho más allá. No todos los días podías ver a dos adolescentes prácticamente matándose con uñas y garras y vestidos como caballeros medievales.

Anne Carver se paró de inmediato de su asiento, boquiabierta. Sabía que Maddison Beam era una chica de generar revuelos pero aquello, aquello era de otro nivel.

Resignada, miró a Tyler y a Heather, ambos enmudecidos. ¿Cómo podían estar tan tranquilos? ¡Estaban convirtiendo su pequeño espacio de entretenimiento en un combate de boxeo!

Anne estaba indignada a más no poder.

— ¡No puede hacer eso!

—Ya lo ha hecho—le dijo Tyler, aburrido, como si se lo hubiera estado esperando todo ese tiempo, observando el espectáculo que tenían en frente.

— ¿Pero qué...?

Con los hombros hundidos, Anne se dejó caer en su asiento con los brazos cruzados y refunfuñando mientras veía sin gracia como Maddie y Alain se arrastraban hacia el área de la competencia de tiro.

Rodando en el suelo como dos salvajes, tumbaron todos y cada uno de los blancos que habían colocado con tanta precisión y esfuerzo. Una de las tablas le cayó a Maddie en la cabeza y Anne pudo admirar como se quejaba y rascaba al mismo tiempo en la zona que del golpe.

Aprovechando el momento, Alain se tomó las molestias de sujetar a Maddison de los dos brazos.

—Mala idea—adivinó Tyler.

Maddie comenzó forcejear, a lanzar arañazos al rostro del pelirrojo y comenzar a patalear en el suelo como una pequeña. Con un poco de suerte, Alain sólo pudo esquivar un arañazo pero Maddie seguía y seguía forcejeando hasta que por fin, pudo rasgar un poco de su pálida piel.

— ¿De qué me perdí...? Oh, rayos, no. ¡Ahí no!

El novio de Anne, Trey, se sentó en un estrecho espacio entre ella y otra chica más de la que Anne no recordaba su nombre. Trevor cerró los ojos en el momento exacto en que la rodilla de Maddie dio contra la entrepierna de Alain.

Toda la escuela imitó su mueca de dolor.

—Esa chica es terrible—se quejó Trey, como si el golpe hubiera parado en su entrepierna y no en la de Alain.

En el patio, el pelirrojo se retorcía del dolor. Se supone que la armadura era para protegerlos de espadas, lanzas y flechas... No de un rodillazo metálico en la entrepierna. Eso debió doler y mucho.

A diferencia de él, Maddie estaba muy orgullosa de dar finalmente ese golpe y arrastrarse lejos de sus garras, pero Alain no estaba muy dispuesto a dejarla ir tan fácil. Incluso si eso significaba andar con movimientos muy lentos y el rostro contraído del dolor.

—Tú... Maldita perra... —Gimoteó.

Maddie se apresuró a alejarse de él serpenteando con rapidez. El arco y la flecha más cercana estaban a tan sólo dos metros de ella. Si tan sólo llegara hacia ellos...

Una mano metálica le rodeó el tobillo y tiró de ella hacia atrás. Maddie se raspó la cara con el suelo a medida que Alain la arrastraba. La tierra se le metía en los ojos y le dificultaba la visión y emitió un chillido.

Decidió prepararse para cuando Alain la diera vuelta. Y resultó efectivo, pues cuando Alain la sujetó de los hombros y la giró, se encontró con nada más y nada menos que su puño.

— ¡Eso es por la amenaza en mi habitación! —Le escupió. Otro golpe—. ¡Y esto...! ¡Por idiota!

Alain volteó su rostro hacia ella, con una mano en su nariz. Sorprendida por los estragos que había causado en su rostro, Maddie quedó quieta en su lugar vigilando cada leve movimiento de Alain.

Primero fueron sus ojos; se deslizaron muy lentamente hacia los de ella con un brillo siniestro que la paralizó hasta los huesos. ¿Sus ojos no eran más claros? ¿Eran figuraciones suyas o se estaban tornando de un color más oscuro? No entendía absolutamente nada, pues lo siguiente que ocurrió era mucho más perturbador que ver unos ojos cambiantes.

Un grito desgarrador atravesó todo el patio y, como un detonante, todos salieron pitando de sus lugares y atravesando el patio entero gritando.

Maddie y Alain detuvieron su pelea por unos momentos. Alain se recompuso enseguida y observó el cielo por alguna razón. Con el corazón desbocado, Maddie siguió su mirada y observó también el cielo.

El bello atardecer que antes había admirado se transformó en una terrible tormenta. Las nubes se tornaron de una forma muy extraña, de color gris muy oscuro y turbulento. Pero no era eso lo extraño.

Lo verdaderamente extraño radicaba en que había sólo un par de nubes de tormentas posadas justo por encima de la Scholomance. El aire ligeramente cálido fue sacudido por violentas ráfagas de viento que arrasaban con todo a su paso y que transformaron el ambiente a frío.

Monstruosamente frío.

Maddie dejó de mirar el cielo y se centró en la escuela, en el caos que se estaba convirtiendo. ¿Era eso una simple tormenta? ¿Eso los había hecho gritar?

Deseaba darle una explicación lógica a la situación, pero sabía que era absurdo. Nada que estuviera relacionado con la Scholomance era racional, se trataba de una maldita locura y Maddie lo había sentido desde el primer día.

Lo confirmó media fracción de segundos después, cuando sus ojos se estancaron al otro lado del patio. A simple vista parecía un grupo de hombres mayores caminando muy tranquila y monótonamente en mitad de la tormenta. Escrutándolos, Maddie notó que no eran simples personas, ni profesores ni alumnos.

A esos hombres no los había visto nunca.

Sobre todo porque tenían los ojos tan rojos que le sería muy difícil de olvidar.

Scholomance: The Dark School #1Where stories live. Discover now