Capítulo 47

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El silencio invadió la sala incluso más que los propios "hombres" que habían invadido la escuela. Los alumnos que se encontraban debajo de las mesas asomaron sus cabezas para no tener un panorama más completo de lo que estaba ocurriendo en la entrada de la cafetería.

Desde su lugar, Maddie observado con mudo terror cómo los Solomonares acortaban la distancia que había entre esas cosas y ellos. Estaban sobrepasando el límite que había entre la vida y la muerte, lo que parecía irreal y lo que no. Heather estaba entre ellos.

A Maddie le hubiera gustado que su hermana tuviera el poder de leer su mente. Sin embargo las probabilidades iban de escasas a nulas, pero sólo por si acaso Maddie pensó con todas sus fuerzas:

No lo hagas. Sal de aquí. Sálvate, por favor.

Su adrenalina era tanta, que sólo se dio cuenta que estaba mordiendo su labio inferior demasiado fuerte cuando sintió ese sabor metálico de la sangre.

—Maddie debemos ocultarnos—unos dedos suaves rodearon la muñeca de Maddie y tironearon levemente de ella. Era Tyler.

Pero Maddie se quedó allí, de pie, quieta como una estatua y apenas respirando.

Una voz profunda resonó por toda la cafetería y Maddie se abrió paso entre los pocos que quedaban en pie. Todos estaban mudos de asombro, observando la escena que estaba a punto de desatar lo peor.

El que gritaba era Alain Oliver, su cabello rojizo brillaba como fuego, contrastando con la palidez y la oscuridad que portaban los intrusos. Detrás de él, como un séquito, los demás Solomonares lo escoltaban, entre ellos la propia Heather. Pero lo que más llamó la atención de Maddie no fue solamente la actitud soberbia que todos tenían, sino más bien lo que sostenían con sus propias manos.

Al frente, Alain balanceaba la misma espada que utilizó contra Maddie minutos antes, solo que esta vez enmendaba una sensación completamente diferente: la muerte y oscuridad eterna.

Heather, por el contrario, sostenía con su mano una delgada flecha y un carcaj de flecha colgaba de su espalda, casi como la de Tyler. El corazón de Maddie salió disparado, su hermana lucía diferente a lo que recordaba. Su cabello ondeado y largo le caía por los hombros, llevaba muñequeras y botas, y no el atuendo de la campesina que estaba utilizando sino la propia ropa de una cazadora profesional.

Con una sensación de mareo, Maddie se tambaleó hacia atrás a medida que observaba a los Solomonares: ballestas, flechas, espadas y extraños destellos que brotaban de sus manos. La cordura que había estado perdiendo en los últimos días ya la perdió por completo.

—Lo siento, chicos. Pero están en el lugar equivocado —el chico creído, RJ, habló desde lo más lejos, oculto entre los propios Solomonares que sostenían con firmeza sus armas.

El novio de Anne, Trey, echó hacia atrás sus hombros y aligeró su tensión. Entonces Maddie entendió, tal vez, el motivo del enmudecimiento de Anne.

—Me temo que es hora de regresar cada cual a su hogar—canturreó Alain.

Los hombres pálidos alzaron sus brazos hacia los Solomonares y una fuerte ráfaga de vientos salió disparada hacia ellos. Antes de que el golpe finalmente llegara, la chica otra chica pelirroja dio un paso al frente y detuvo el golpe a tiempo.

Todo fue tan rápido, incluso para la propia comprensión de la mente humana, que Maddie sólo pudo recordar una última imagen antes de oír gritos y lamentos. Tan rápido como lo detuvo, la chica les regresó el golpe con la potencia de una misma bomba. Tal vez fue el momento, el nerviosismo o el solo mero hecho de demostrarles a los demás lo que era capaz de hacer, pero la chica no había advertido un pequeño detalle: toda la escuela estaba detrás de los hombres contra los que arremetían.

Los cristales de los ventanales estallaron al mismo tiempo en que los hombres intrusos fueron derribados al suelo. Lo mismo con los alumnos, que fueron empujados con la misma violencia y volaron por los aires.

Maddie no fue la excepción, sólo oyó una advertencia y luego sintió como un cuerpo chocaba contra ella y la derrumbó en el suelo junto con el resto.

Sus oídos pitaron y su cabeza dolía a intensidades que no podía comprender. El polvo se metió en sus pulmones y lo único que fue capaz de hacer fue toser. Su cuerpo estaba inmovilizado por el cuerpo de otra persona, no sentía sus piernas y su brazo derecho dolía horrores.

Quería llorar, pero incluso hacer eso haría que su cuerpo doliera más. Requería de fuerza que Maddie ya no poseía.

Poco a poco su audición iba recuperándose. Oía a alguien. ¿Heather? ¿Podía ser su hermana? ¿Estaba muerta?

—Madd... —No. Era una voz más profunda, amable como la de su hermana pero era masculino.

¿Tyler? No, tampoco parecía ser él. Tyler tendría que haber protegido a Anne, estaba con ella la última vez que él le hablo. Tal vez, con suerte, ambos hayan salido intactos si se resguardaron en la cocina.

Quería creer eso, le daba más paz. Pero no la fuerza suficiente para abrir sus ojos, le escocían.

— ¿Maddie? ¿Estás bien?

La persona que había caído encima de ella se movió y dejó a Maddie libre para que sus pulmones se llenaran más que antes.

— ¿Maddie? Por favor... —la persona masculina tosió y sacudió a Maddie.

Comenzaba a recobrar sus sentidos. Sus ojos pestañearon, al inicio le costó por el polvo y algunos pequeños restos de escombros que la bañaban, pero al final consiguió abrirlos un poco.

Su cabeza seguía dando tumbos y su visión era borrosa, apenas era consciente al cien por ciento de lo que pasaba a su alrededor. Había cuerpos arremolinados por todas partes, mucho polvo y suciedad y al final, sólo unos pocos de pie e intactos.

La mente de Maddie estaba en cualquier parte, sólo fue capaz de entrever algunos cabellos rojizos dando estocadas y golpes con todas sus armas. Luego, en forma de destellos, fue capaz de advertir a los hombres intrusos siendo poseídos por los mismos Solomonares.

Maddie pestañeó e intentó concentrarse pero le fue imposible, la voz masculina seguía hablándole y ella ya no podía mantenerse consciente por mucho más tiempo.

Lo último que fue capaz de ver fue a los Solomonares hacer estallar en llamas a los hombres en los pasillos, más alejados de ella; y el rostro angelical de Kieran, con sus brazos lastimados alrededor de ella pero entero al fin y al cabo.

—Bello ángel—balbuceó Maddie antes de perder el conocimiento. 

Scholomance: The Dark School #1Where stories live. Discover now