Capítulo 44

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Cuando Maddie oyó a Anne correr detrás de ella, eran sólo la figura extraña de uno de aquellos hombres y Maddie en el desolado y destruido pasillo.

En contraste a lo lento que lo había visto caminar en el patio de armas, el hombre corrió con toda su velocidad sobrehumana hacia Maddie, que también echó a correr todo lo que pudo.

No soltó a Amelia por nada en el mundo, incluso cuando el hombre la alcanzó y la tumbó en el suelo. Maddie, con los ojos cerrados porque no se atrevía a observarlo, se retorció debajo de él y se arrastró por el suelo.

Tal como lo hizo Alain, el hombre la sujetó de su tobillo y la arrastró de nuevo hacia él. Maddie se dio la vuelta y le clavó la punta de la espada en el pecho, justo donde se supone que allí debería de haber un corazón.

No supo cómo, pero advirtió que allí no había ningún corazón y que la criatura-hombre tampoco se había inmutado de su golpe letal. Maddie abrió los ojos y tembló.

El hombre se encontraba a escasos centímetros de ella, con la espada atravesándole el pecho y con su cabeza vuelta hacia ella, como si estuviera mirándola a ella. Se impresionó por la palidez inhumana de su piel, más azulada que blanca, y sus labios rosados finos y resecos. Por suerte, el resto de su rostro era cubierto por la capucha de su túnica y Maddie no observó qué había más allá de su nariz, aquellos ojos rojizos que la atormentaban.

El aire se atascó en la garganta de Maddie y sintió que los ojos le escocían, pero se obligó a sí misma a no llorar frente a esa cosa, a no demostrarle miedo. En cambio, siguió el extraño movimiento de la cabeza de la criatura u hombre, o lo que sea que se supone que era esa cosa.

Torció la cabeza hacia un lado, sin mover el torso donde todavía tenía la espada clavada y que Maddie no pretendía sacar, su mano seguía en la empuñadura de Amelia con agarre fuerte.

Fuerte.

Maddie abrió la boca creyéndole oír decir algo pero el hombre no había despegado sus labios. En cambio, seguía oyéndole decir aquella palabra una y otra vez, y torcer su cabeza hacia el otro lado como si estuviera estudiándola.

Con toda la fuerza de su voluntad, Maddie no se afligió, a pesar de que su propio cuerpo la traicionaba produciendo pequeños temblores. Empujó la espada un poco más en la criatura pero seguía sin inmutarse, no tenía idea si lo estaba lastimando o si estaba jugando con ella.

Fuerte, volvió a oírlo.

—Cállate—le espetó Maddie con la voz estrangulada.

La cabeza de la criatura regresó a su postura y Maddie creyó que aquel era su fin. En cambio, notó como el rostro de la criatura comenzaba a contraerse y convertirse en un rostro completamente diferente.

Su palidez extrema se tornó un poco más rosada, bañada en pecas, especialmente en la zona de la nariz. Algo en el interior de Maddie se sacudió con fuerza cuando, de repente, los ojos de la criatura se fijaron en los de ella y vio cómo los tenebrosos ojos rojizos se tornaron de un verde esmeralda muy familiar.

—No...

Maddie se quedó sin aliento y la Heather que tenía enfrente le regaló una muy grande sonrisa, casi siniestra.

—No puedes ser Heather—declaró Maddie con un hilo de voz, apretando los dientes y rehusándose a llorar.

La criatura, con el rostro de su hermana, le volvió a sonreír como si compartiera una broma privada. Estaba jugando con ella, tenía que serlo. Maddie estaba bastante segura de que conocía a su hermana, y no se parecía en nada al monstruo que tenía enfrente. Sus ojos a vece eran verdes y otras veces regresaban a su natural color rojizo.

Te lo advertí, Madds...

Maddie cerró sus ojos con fuerza, lanzando grandes bocanadas de aire, como si le doliera ver a su hermana de esa manera: con una espada clavada en el pecho y la misma túnica que llevaba puesta aquel día que la encontró tumbada en el pasillo.

—No... —Seguía negándose.

Antes de que esas criaturas irrumpieran en el evento, Alain estaba junto a ella y él era un Solomonar al igual que Heather. ¿No de suponían que debían estar juntos? Pero entonces recordó que Anne le había dicho que Heather había desaparecido así como así.

Esa escuela era una locura. Y efectivamente ella estaba enloqueciendo.

Entonces, el rostro de Heather desapareció y la criatura regresó a la palidez de un principio y a esos enloquecedores ojos, que se habían abierto desmesuradamente. La criatura comenzó a convulsionar, espuma brotó de su boca y los ojos de Maddie recayeron en una flecha que atravesó su pecho, justo al lado de su espada.

La criatura se desvaneció y Maddie cayó hacia atrás, soltando un chillido. Tyler Atwood se encontraba al otro lado con un carcaj de flechas colgando de su espalda y con el arco aún tensado.

—Tranquila—le dijo arrodillándose frente a ella, pero su repentino movimiento provocó que Maddie se arrastrara hacia atrás, lejos de él—. Tranquila, Maddison. Sé que estás asustada...

— ¡¿Qué ha sido eso?! —Estaba alterada.

Acaba de ver a una extraña criatura con el aspecto de su hermana, ella misma le había clavado una espada y ese Tyler le había lanzado una flecha que la evaporó.

Los ojos de Maddie revoloteaban por todos lados, sin ver nada en particular, atascada en sus recientes recuerdos.

Tyler acercó su mano muy lentamente hacia la de ella, Maddie alejó su mano de la suya y lo miró molesta.

—No sé qué fue lo que has visto pero no era real—le aseguró él.

— ¿Cómo estás tan seguro de eso? ¡No sé qué es real y qué no!

—Porque están jugando con la mente de todos.

Maddie abrió y cerró su boca. Su cuerpo lleno de heridas comenzó a protestar, y su corazón herido por ver a su hermana también.

— ¿Quiénes? —Se atrevió a preguntar.

—Los demonios que están invadiendo toda la escuela.

Scholomance: The Dark School #1Where stories live. Discover now